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Entrevista:JACOBO CORTINESESCRITOR

"Vivir en Sevilla tiene un precio para un artista: el desconocimiento"

Apasionado de la ópera, poeta, ensayista y profesor de Literatura Española en la Hispalense, Jacobo Cortines (Lebrija, 1946) ha reunido en Separatas de literatura, arte y música (coeditado por Pre-Textos y la Diputación) una selección de sus artículos donde se adentra en la ciudad desde estas tres perspectivas. Entre un texto sobre Rafael Cansinos-Asséns publicado en 1979 y una conferencia pronunciada el año pasado en el Teatro Real de Madrid sobre la Carmen de Merimée y la de Bizet, hay 20 años de reflexiones en torno a la literatura, la pintura y la música con Sevilla como hilo conductor, "una triple mirada que es en el fondo la misma" sobre la creación artística. Pregunta. ¿Qué conclusión saca de ese recorrido por la historia literaria de la ciudad que es la primera parte?

Respuesta. Que es una literatura muy personalizada, con una continuidad en la magnífica tradición literaria y poética del siglo XX. Ya decía Juan Ramón Jiménez que era la capital de la poesía española. El nacimiento de la Generación del 27 en Sevilla marca una pauta muy importante en la consolidación de la ciudad como capital cultural. Y es una continuidad que llega a Montesinos y a los poetas más contemporáneos, como Juan Lamillar, Julia Uceda, Juan Sierra o José María Capote.

P. ¿Asimila bien esta ciudad las vanguardias?

R. Las vanguardias son más un fenómeno de las grandes ciudades. En las más tradicionales y pequeñas ese elemento de provocación no se da, pero Sevilla no es cerrada. La minoría intelectual sevillana es más abierta que la mayoría de la población, que es más tradicional y está más aislada. Los poetas, artistas y músicos están al tanto de las últimas vanguardias. Otra cosa es que después no tenga repercusión ni siquiera aquí. Vivir en Sevilla tiene un precio: el del desconocimiento nacional e internacional.

P. ¿A qué se debe?

R. Sevilla está lejos de los grandes centros editoriales, de los circuitos de exposiciones internacionales. Eso influye en la valoración y reconocimiento de los creadores, aunque permite a la vez hacer una obra más reposada, menos urgida por la necesidad.

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P. La ópera sigue siendo un espectáculo minoritario. ¿A qué lo atribuye?

R. Es responsabilidad de los programadores. Siempre he defendido que se vendan entradas baratas para los jóvenes, para verla de pie. En Viena se hace así. Hay que incorporar a los jóvenes a la ópera, socializarla. Son los barrios los que tienen que ir al teatro, no al revés. La ópera es un género que requiere un espacio escénico con unas condiciones acústicas esenciales. La lírica no debe ser patrimonio de unos cuantos privilegiados, sino de todos. Es como un cuadro de Velázquez: debe estar a disposición de todo el que quiera verlo.

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