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Nueva acusación contra Gore por el caso de la financiación ilegal

A menos de 5 meses de las elecciones presidenciales norteamericanas, la nube del escándalo de la financiación electoral de la campaña de 1996 reaparece en el horizonte de Al Gore. Robert Conrad, director del equipo del Departamento de Justicia que se ocupa de este caso, ha recomendado a su jefa, Janet Reno, que nombre un fiscal independiente que investigue y eventualmente procese al vicepresidente y candidato demócrata a la presidencia. Según Conrad, hay nuevas pruebas que demuestran que Gore mintió bajo juramento en las ocasiones en que ha sido interrogado oficialmente sobre el escándalo por funcionarios de Justicia. Es improbable que Reno acepte ahora colocar un fiscal independiente sobre las espaldas de Gore. En dos ocasiones anteriores, una en 1997 y otra en 1998, la titular de Justicia ya se negó a tomar esa decisión pese a la recomendación de altos funcionarios de su departamento, incluido el mismísimo director del FBI Louis Freeh.

En el marco del frenesí recaudatorio de fondos electorales de Clinton y Gore en las vísperas de las presidenciales de 1996, el vicepresidente es sospechoso de violar la ley en dos ocasiones. Una, cuando solicitó telefónicamente dinero para su campaña desde la Casa Blanca; otra, cuando llevó la hucha recaudatoria al templo budista californiano de Hsi Lai. Aunque no llegue lejos, la resurrección del escándalo de la financiación electoral es una mala noticia para un Gore, al que las encuestas sitúan 3 o 4 puntos por detrás del republicano George Bush.

La principal esperanza de Gore es que el próximo otoño la bonanza económica de EE UU y la popularidad de Bill Clinton le ganen las elecciones. Es una esperanza con mucho fundamento. Mala noticia para Gore es también que se evaporen las posibilidades de que Bill Richardson sea, como candidato a la vicepresidencia, su pareja política. Interrogado a fondo en el Congreso y ridiculizado en la prensa por el misterio de la desaparición y posterior hallazgo de dos discos duros de ordenador con secretos nucleares de Los Alamos, el hispano Richardson, secretario de Energía, está ahora en la picota.

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