JUAN VILLALONGA - PRESIDENTE DE TELEFÓNICA Marcado por la polémica
Las últimas 48 horas de Juan Villalonga (Madrid, 47 años) han sido muy especiales. Han estado impregnadas de un sabor agridulce. La mañana del viernes, su mañana para ser precisos, pues se encontraba en Miami (Florida, EEUU), se derrumbaba la última gran operación que ha diseñado. La fusión de la empresa que preside, Telefónica, y la holandesa KPN se iba al garete por la oposición del Gobierno español y de los principales accionistas de la operadora (el BBVA y La Caixa).Tan sólo unas horas más tarde de este sonoro fracaso, rompía a llorar su nueva hija, la primera de su relación con Adriana Abascal, la viuda del magnate mexicano Emilio Azcárraga. La inminencia del parto fue lo que llevó a Villalonga a Miami, desde donde presidió el consejo de administración (celebrado el jueves y el viernes) que cerró las puertas a la unión con KPN.
Este doble episodio es el ejemplo más esclarecedor de lo que han sido los últimos cuatro años de la vida de Villalonga. Desde junio de 1996, cuando desembarcó en Telefónica, está instalado en el ojo del huracán.
Su llegada a la presidencia de la primera empresa española ya estuvo marcada por la polémica. Cierto era que presentaba un currículo notable en el mundo de la bolsa y de los bancos de negocios (consejero delegado para España de Crédit Suisse First Boston y presidente para España y Portugal de Bankers Trust), pero nadie, ni sus amigos más cercanos, hubiera sospechado que daría el salto a Telefónica.
Pero fue precisamente la amistad un factor decisivo para su escalada. Una amistad muy especial, la que mantenía con el entonces recién nombrado presidente del Gobierno, José María Aznar. Ambos habían compartido pupitre en su etapa escolar, que se desarrolló en el colegio del Pilar, uno de los más tradicionales de la capital madrileña. Esa relación no murió cuando cada uno emprendió caminos estudiantiles y profesionales distintos. Es más, era habitual ver a las familias de ambos pasando las vacaciones estivales juntos en la costa levantina.
Con Villalonga en Telefónica, y con la acción de oro en la recámara, Aznar creía haber echado la llave sobre la compañía. Algo fundamental en un momento en el que la sociedad iba a pasar a ser totalmente privada.
Durante los primeros años de gestión, la sintonía entre La Moncloa y Telefónica fue absoluta. La compañía se había convertido en el abrelatas del Ejecutivo en varios asuntos delicados, especialmente en la construcción y control de un potente grupo de comunicación. La chequera de la operadora funcionaba a las mil maravillas, apoyada en su imponente capacidad de generar recursos.
Sin embargo, las grietas en esta relación comenzaron a asomar poco a poco, y en varios ámbitos. En el personal, por ejemplo, la ruptura del matrimonio Villalonga comenzó a enturbiar los otrora estrechos contactos entre las dos familias. La relación de Juan Villalonga con Adriana Abascal le distanció definitivamente de la familia Aznar. Sobre todo de Ana Botella, la esposa del presidente, quien mantiene una gran amistad con la primera mujer de Juan Villalonga. De hecho, en la cena que tuvo lugar en La Moncloa la noche antes de que Aznar anunciara su nuevo Gobierno estuvo presente la exmujer de Villalonga y él no. La organización de la fiesta fue de Ana Botella.
Las tensiones también comenzaron a aparecer en el terreno profesional. El Gobierno estaba empeñado en agilizar la liberalización del mercado de las telecomunicaciones, lo cual pasaba por restar poder y negocio a Telefónica. Ello provocó algún sonoro enfrentamiento entre Villalonga y el entonces ministro de Fomento, Rafael Arias-Salgado. Además, en el entorno de La Moncloa comenzaban a llegar las primeras quejas de los accionistas principales de la compañía, es decir, el BBV, Argentaria (primero por separado, después unidos, cuando se fusionaron) y La Caixa. Estas entidades estaban muy molestas, principalmente, por el carácter personalista que Villalonga había imprimido a la presidencia de Telefónica. Decisiones unilaterales, continuos cambios de equipos, fracaso tras fracaso en la política de alianzas internacionales... Una larga lista de peros. Eso sí, los resultados seguían al alza y la acción era, es, un auténtico tiro.
Sin embargo, todos los puentes tendidos con La Moncloa saltaron por los aires en la pasada precampaña electoral, por el escándalo de las opciones sobre acciones, que permitían a un centenar de directivos de Telefónica llevarse al bolsillo multimillonarios incentivos. Y a Villalonga, al que más. Este asunto comenzó a ser utilizado políticamente en contra del PP. En la calle de Génova se empezó a advertir que el mensaje del exagerado enriquecimiento de los amigos del presidente podía hacer mella.
Por ello, Aznar intentó a toda costa que Villalonga tuviese un gesto personal, que renunciase o cediese sus opciones. Pero el presidente del Gobierno sólo obtuvo un "no" por respuesta. El resto es historia reciente, muy reciente. El PP arrasó en las elecciones del 12-M y apenas dos meses desepués ha desbaratado la operación blindaje de Villalonga con KPN.
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