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RAÍCES

"Todos los fenómenos del habla andaluza se localizan en Jaén"

Ginés Donaire

Jaén ha sido tradicionalmente conocida como la tierra del ronquío. Los lingüistas lo argumentaban en la pronunciación de la jota de manera distinta (con aspiración) al resto de Andalucía. Ese tópico queda ahora desterrado en el libro El habla popular de Jaén en la literatura, de Ignacio Ahumada, profesor de Lengua Española de la Universidad de Jaén. "Nada tiene que ver la jota en eso; Jaén era la tierra del ronquío porque muchas personas tenían la costumbre de, ante la evidencia (esto es, la verdad que no necesita demostración) exclamar con un ronquío", explica el autor de esta publicación que acaba de ver la luz y que es el fruto de un arduo trabajo de investigación.El libro muestra la influencia literaria de los estereotipos lingüisticos en la literatura de Jaén. Es un repaso por los textos de autores que, a lo largo de la historia, "han trasladado a sus versos y a su prosa las peculiaridades lingüisticas y literarias de los hombres y mujeres de esta tierra", asegura Ahumada. El punto de partida se localiza en el Retrato de la lozana andaluza (1528), del marteño Francisco Delicado.

Los rasgos dialectales que definen el modo de hablar de Jaén en los siglos XV y XVI van desde la alternancia de seseo y ceceo (mazcudillo y alcásar) a la pérdida de s en posición interior y final de palabra (degraçia y hauas cocha 'habas cochas'), pasando por la aspiración de la jota o la pérdida e intercambio de r y l (ayudá, mejó, arca...)

Ignacio Ahumada señala el Auto de Navidad de Cambil como el ejemplo más significativo de "lo que puede hacer la tradición oral sobre un texto literario". Se trata de una representación teatral sobre la infancia de Jesucristo que, con el paso del tiempo, ha ido cambiando un buen número de vocablos hasta el punto de alterar el número de versos y estrofas.

Y así, repasando a autores como Gracián Quijano, Genaro Navarro o Emilio de la Cruz, este profesor, que trabajó como investigador de la Cátedra Antonio de Nebrija de la Organización de Estados Iberoamericanos, desemboca en el análisis del habla jaenesa actual. Sí, jaenesa y no giennense o jiennense, como acostumbran a decir estos habitantes, porque, como recuerda Ahumada, ese es el orden cronológico de los gentilicios de Jaén en el Diccionario de la Real Academia Española.

La nota que mejor define a los hablantes jaeneses es el grado de abertura de las vocales (mucho más duradera en la capital) como consecuencia de la aspiración y posterior caída de la s en posición final de la palabra: loh toro (los toros), ehtah casa (estas casas)...

Y esto desde Villarrodrigo a Alcalá la Real y desde Pozo Alcón hasta Marmolejo, a excepción de Torredonjimeno, donde las vocales no sufren alteración alguna, viniendo a coincidir con la solución que ofrece el mismo fenómeno en la baja Andalucía.

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En general, según el profesor Ahumada, las vocales tónicas en sílaba libre alargan su duración. La máxima expresión de ello se localiza en el municipio de Ibros: méesa (mesa), boníita (bonita) y cóome (come). Otro fenómeno extendido en la provincia consiste en las aspiración y posterior pérdida de las consonantes implosivas.

En el plano morfológico, la característica principal es la formación del plural. El español de Jaén ha dado valor de signo de plural a las vocales abiertas: mesa (mesas), rubíe (rubíes) y toro (toros).

Así hasta conformar un mosaico lingüístico poco uniforme en la geografía provincial, que es el resultado de los avatares históricos, en especial a raíz de la política repobladora iniciada cuando Jaén deja de ser frontera con el reino nazarí de Granada (1492).

"La aceptación de un cambio en la lengua es siempre algo social, es decir, que se acepte o no", manifiesta el autor de este libro. Ahumada pone como ejemplo en ese sentido la utilización del seseo y del ceceo en los pueblos de Jaén. El ceceo tiene escasa implantación, pues sólo se localiza en las poblaciones de Mengíbar, Pegalajar, Castillo de Locubín y alguna aldea de Alcalá la Real.

Sin embargo, resulta curioso que en pueblos vecinos predomine el seseo. "Cazalilla sesea y, Mengíbar, a seis kilómetros, cecea; eso sólo se explica por razones históricas, pues en un momento determinado llega un grupo de pobladores que son ceceosos y se acepta socialmente".

El profesor Ahumada establece una línea divisoria en torno al río Guadalquivir en la que, al menos, 40 pueblos de Jaén son áreas de seseo. Ese fenómeno, sin duda el más característico del habla andaluza, supone para el investigador de la Universidad de Jaén que haya que desterrar otro de los tópicos con los que ha tenido que vivir esta provincia: su supuesto menor sentimiento andaluz, "siempre se ha dicho que es la Galicia de Andalucía", apostilla Ahumada. "Todos los fenómenos que se dan como propios del habla andaluza se localizan en Jaén", subraya el autor del libro para zanjar cualquier debate al respecto.

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