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Crítica:"JACINTO DURANTE, REPRESENTANTE" / TVE-1
Crítica
Género de opinión que describe, elogia o censura, en todo o en parte, una obra cultural o de entretenimiento. Siempre debe escribirla un experto en la materia

Broadway Danny Rose

Tras un retraso considerable sobre la fecha prevista, las aventuras de Jacinto Durante, un caótico agente artístico que representa a lo peor de cada casa, han llegado a La Primera de TVE. Javier Manrique ha heredado el papel que, en un principio, debía interpretar Gabino Diego, y es el centro de una serie que, por lo visto la noche del estreno, no aporta grandes novedades al mundo de la telecomedia española. Puede que el referente sea aquel Broadway Danny Rose al que daba vida Woody Allen en la película del mismo nombre, pero ahí se acaban las similitudes. Desde su título ripioso, este producto está más cerca de los peores tebeos de la extinta editorial Bruguera que de las agridulces comedias del famoso clarinetista judío de Manhattan.Dejando aparte el ya endémico problema de la duración excesiva, el principal problema de Jacinto Durante, representante está en el tono elegido para narrar las, en principio, divertidas aventuras de su protagonista, más cercano al sainete amable que a la cruda ironía que tan bien le caería a alguien que vive a salto de mata como representante de una patética pandilla de fracasados. Es evidente que el pobre Jacinto es tan cutre como sus pupilos, pero uno y otros nos son presentados bajo el prisma de un humor amable que resulta tan poco convincente como escasamente divertido.

De esta manera, lo que habría podido ser una reencarnación española del penoso Danny Rose no es más que una telecomedia rutinaria, cien veces vista, en la que el humor no tiene gracia y los momentos de ternura degeneran rápidamente en cursilería. Si el objetivo era proporcionar al espectador más de lo mismo, se ha cumplido plenamente, pues no faltan aquí ni el inevitable niño saleroso, ni la esposa abnegada, ni el suegro atorrante. También hay un cura, que contribuye a incrementar el tono rancio de un producto que, aunque esté ambientado en el Madrid de ahora mismo, podría desarrollarse tranquilamente en el de los años cuarenta o cincuenta (y no en el de Berlanga, Azcona o Ferreri, sino más bien en el de Alfonso Paso o Álvaro de la Iglesia).

Como ya viene siendo costumbre, también aquí los actores intentan convertir en seres de carne y hueso a los monigotes que les han caído encima, pero eso sólo sirve para demostrar una vez más que en este país tenemos excelentes comediantes necesitados de mejores textos. Ver a dos actores tan solventes como Juan Luis Galiardo, haciendo de curita cañón, o Pere Ponce, interpretando a un atrabiliario y beodo artista alternativo, bregar con unas líneas imposibles no resulta especialmente agradable. Pero no se les puede culpar. Como ustedes y como yo, esa gente tiene facturas que pagar. Aquí el culpable es el que ha dado luz verde a un producto tan viejo y aburrido como éste.

[Jacinto Durante obtuvo 3.440.000 espectadores, con un 20,1% de cuota de pantalla.]

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