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Tribuna
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Farsa

La obra lleva ya largos meses en cartel. El guión ha sufrido algunas variaciones sobre la marcha, aunque sin alterar apenas el argumento de fondo. Como consecuencia, también el reparto ha cambiado, de manera que ahora algunos actores aparecen menos, al haber cambiado sus papeles -otros simplemente han desaparecido del elenco- mientras otros nuevos han entrado en escena. Prácticamente, lo único que no ha variado es el nombre del director y principal productor de la obra. Los espectadores asiduos conocen perfectamente todos los avatares, pero aquellos que no han seguido con regularidad el desarrollo de la obra ya se han perdido, de manera que muchos han desistido de seguirla: empiezan a sobrar localidades. Lo peor es que, como quiera que lo más probable es que la obra permanezca en cartel al menos hasta el verano y que, por lo tanto, aún se producirán novedades, cambios de guión y relevos de actores, la deserción irá en aumento, al final habrá muy poquitos espectadores y sobrarán localidades por un tubo. Me refiero, ya lo habrán adivinado, a la obra -que se puede encuadrar casi en cualquier género, desde el drama hasta el sainete, pasando por la tragedia, el melodrama, el cuento y la comedia- que desde hace ya casi un año representan los socialistas autóctonos en el teatro de la política valenciana. Es uno de los culebrones -junto con el de los trazados del AVE- con los que los protagonistas de la cosa pública intentan de un tiempo a esta parte entretener a la ciudadanía.El último episodio, el de las votaciones promovidas por la gestora socialista para escoger a los cabezas de lista para las ya cercanas elecciones generales, ha puesto de manifiesto el cansancio del personal: la militancia ha pasado olímpicamente de ir a votar, consciente de que no sirve para nada porque luego la dirección hace de su capa un sayo y pone a quien quiere, aunque a alguno no le haya votado nadie. Luego dicen que la derecha utiliza el dedo. Pero el supuesto proceso democrático de elección de candidatos del PSPV es peor: se parece más a unas elecciones en un país del África subsahariana. Y es que la obra en cuestión se ha convertido ya en una auténtica farsa.

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