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GUERRA EN YUGOSLAVIA El precio de la paz

La integración económica de los Balcanes costará a la UE 270.000 millones anuales

Xavier Vidal-Folch

La absorción económica -"aproximación", como se dice perifrásticamente- de los Balcanes costará a la Unión Europea (UE) 1.739 millones de dólares anuales, casi 270.000 millones de pesetas, hasta su plena integración. Así lo calcula el primer estudio independiente sobre la aplicación del Plan de Estabilidad para el Sureste de Europa que propugnan los Quince. Esta cifra no incluye las inversiones para la reconstrucción de las infraestructuras destruidas desde hace dos meses por la guerra, que duplicará, al menos, las necesidades financieras.

El estudio ha sido realizado por un instituto privado de prestigio, el Centro de Estudios Políticos Europeos (CEPS, según sus siglas inglesas), con sede en Bruselas. Parte de una optimista premisa política: la inminente pacificación y democratización en los cinco "pequeños Balcanes" (Croacia, Albania, Macedonia, Bosnia y Serbia-Yugoslavia), que agrupan a 25 millones de habitantes.A partir de ahí, el CEPS les propone un régimen especial de asociación a la UE desde el próximo enero, para desembocar después en el grupo de candidatos a la integración, que debería realizarse en el año 2003, pues se supone que la crisis de Kosovo acelerará el actual proceso de ampliación al Este. Aunque las fechas fueran más tardías, estas evaluaciones del estudio pueden servir para seguir estableciendo una referencia.

Este nuevo régimen -distinto al de la "asociación" que liga a Turquía con los Quince, o el de la "preadhesión", que vincula a la UE y los 11 actuales aspirantes a entrar en ella- crearía una categoría de "nuevos miembros asociados". Se trata de una suerte de "integración virtual" en la Unión, para "crear la percepción de inclusión en ella". Económicamente supone su integración en el mercado interior y, de hecho, en la unión monetaria. Institucionalmente, una vinculación estrecha con el Consejo de Ministros, mediante sesiones conjuntas, y la eventual participación, aunque limitada, en el Parlamento Europeo.

El esquema es ambicioso. Responde con creces al propósito político formalmente aprobado por los Quince de "aproximar" la región balcánica a la Unión. Y a los llamamientos, aún más contundentes, del ex canciller alemán Helmut Kohl y del próximo presidente de la Comisión, Romano Prodi, a integrarla en la Unión, porque, "de lo contrario, no habrá paz en Europa", como dijo Prodi en el acto de presentación del trabajo. Pero, al mismo tiempo, sus autores consideran que es digerible, porque con él la Unión no se arriesga a "diluir sus valores", tampoco "se compromete demasiado rápida ni fuertemente el equilibrio de poderes" actual y "no se congestiona" el proceso legislativo ni de toma de decisiones.

El primer gran pilar económico de esta absorción es el comercial. Se propone una unión aduanera cuyo primer paso sería una zona de libre comercio con arancel cero para el año próximo, en una especie de Big Bang que culminaría en la integración de los Cinco en las reglas del mercado interior europeo, debiendo aplicar sus más de 300 directivas. El estudio rechaza la opción de una gradual liberalización comercial, al considerar que ello desperdiciaría las posibilidades que abrirá la "explotación del choque" político que supone la crisis de Kosovo para purificar el sistema de "la corrupción estatal y el capitalismo de compinches", que encarece con mordidas las tarifas aduaneras. Y, además, porque los Quince "no perderán nada sustancial" abriendo sus fronteras comerciales, porque las exportaciones de los Cinco a los Quince apenas alcanzan el 1% de las compras comunitarias en el exterior.

Sin embargo, la renuncia al arancel exterior supondría para las arcas públicas de los "pequeños Balcanes" una pérdida anual de 1.470 millones de dólares anuales, entre el 1,5% y el 2,5% de su PIB. La factura, propone el CEPS, correría a cargo del presupuesto comunitario.

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El otro gran pilar es el monetario. La propuesta es la euroización, incorporarlos completamente al área del euro, de forma que usen ésta como moneda propia, al modo en que la "dolarización" se ha impuesto en Panamá. Este sistema evitaría a los afectados el coste de la independencia monetaria creciente, puesto que su debilidad general encarece su capacidad de endeudamiento, al aumentar la prima de riesgo en los mercados de capitales. El régimen se aplicaría en dos fases: inmediato anclaje de cada moneda nacional al euro (uno por uno) y adopción de la moneda única desde que ésta circule físicamente en el 2002. El coste de la operación -básicamente, las reservas de los bancos centrales- ascendería a 269 millones de dólares anuales.

En total, la factura para la Unión sería, pues, de 1.739 millones de dólares al año (la suma de 1.470 y 269), casi 270.000 millones de pesetas. Esa cifra -si se aprobase el esquema propuesto- resulta absorbible. Pero hay que añadirle el coste de la reconstrucción económica de las infraestructuras destruidas por la limpieza étnica de Slobodan Milosevic y los bombardeos aliados, así como la compensación macroeconómica a los déficit de las balanzas de pagos de los países afectados, que supondrá un mínimo adicional de otros 2.000 o 3.000 millones de dólares.

¿Quién paga la reconstrucción?

El CEPS sostiene que el coste de la "absorción" o "europeización" -270.000 millones de pesetas- puede cargarse fácilmente al presupuesto comunitario. ¿En qué concepto? Imputándolo al margen de recursos no comprometidos permitido por el techo teórico máximo de gastos del 1,27% del PIB comunitario que consagró el paquete Delors-II y que sólo fue mantenido por la cumbre de Berlín. Y que incluso se podría doblar esa cantidad sin superar el techo, para financiar directamente con el presupuesto parte de la factura de la reconstrucción (otra parte podrían ser créditos blandos del Banco Europeo de Inversiones).El problema es que el "acuerdo interinstitucional" entre Consejo y Parlamento, que aprobó definitivamente el paquete de Berlín el pasado día 6, no permite el uso automático de ese margen, como pretendía el ponente Joan Colom (EL PAÍS del 25 de abril). Exige para ello, previa votación por mayoría cualificada en el Consejo, hasta una cantidad de 424.000 millones de pesetas y la unanimidad a partir de esa cifra, lo que puede suscitar escaramuzas políticas.

Los gastos, sin embargo, vendrán condicionados por el nivel de ambición del programa. Un portavoz de la Comisión aseguró a este diario que el plan del Ejecutivo es "más prudente" que el elaborado por el CEPS, aunque se inspire parcialmente en él. Será discutido el próximo miércoles.

En todo caso, además del coste de la "absorción" habrá que financiar el de los costes de la guerra (refugiados y reconstrucción). La Comisión los ha estimado inicialmente en un mínimo de 2.000 millones de dólares anuales durante tres ejercicios, aunque esa cifra sólo incluye el coste de los refugiados y la ayuda a la balanza de pagos, pero no la reconstrucción.

Ocurre que este montante -el que sea al final- no correrá sólo a cargo de los europeos, sino que será compartido en una u otra medida por las instituciones financieras internacionales y otros socios, de EEUU a Japón, según se determine en la Conferencia del Donantes del próximo día 27.

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