"Los tejados de la Gran Vía están llenos de ángeles y diablos"
No puede ocultar que es dueña de un mundo secreto, un universo del que sólo ella conoce la frontera entre la realidad y la fábula. La pintora y escritora Irene Gracia (1956) acaba de publicar en Planeta su segunda novela, Hijas de la noche en llamas, un título emparentado con la poesía, su iniciación en la escritura. Fiebre para siempre, su ópera prima, obtuvo el Premio Ojo Crítico. Ambas novelas, que Gracia califica de aprendizaje, han sido escritas en Madrid. Por ellas ha abandonado la autora la pintura. "Volveré a pintar cuando me sienta más segura como escritora", afirma. Un aplazamiento lógico en quien más que pintora o escritora se siente artista. Arte para siempre parece ser el compromiso de esta autora que se reconoce en "los ya tópicos pero maravillosos atardeceres de Madrid. Me gusta esa luz azul previa al anochecher, de un color que yo llamo de azul infierno, como el del cuadro de Patinir El paso de la laguna Estigia, que puede verse en el Prado".Pregunta. ¿Cómo ha logrado la intensidad y el delirio que respiran sus personajes en un escenario tan realista y duro como Madrid?
Respuesta. Busco el aislamiento, escucho mi voz interior e intento ser receptiva. Pero también aprovecho los paisajes de Madrid y de Aranjuez, recorridos por mis personajes, aunque sea en su aspecto más brumoso.
P. Leer su novela obliga a bucear por debajo de la realidad. ¿Busca quizá un lector exigente o ha sido usted quien se ha obligado a ir más allá de las historias al uso?
R. No busco un tipo de lector, aunque supongo que eso va unido a lo que escribes. Cada novela plantea unos retos y, si eres honesto, hay que huir de lo fácil. Me gustan autores realistas como Carver, pero prefiero moverme en la cuerda floja, en esa vuelta de tuerca de James...
P. Al presentar su novela y hablar de sus personajes dijo que la venganza es la justicia de los dioses...
R. Todos los personajes tienen dos caras y he querido que los míos sean seres angélicos, aunque sus actos sean terribles, por eso tienen nombres bíblicos. Cuando la hija mata al padre acosador, busca una forma de redención. Su muerte es también un sacrificio, una forma de justicia. Hay personajes, como El idiota de Dostoievski o el de Rocco y sus hermanos, totalmente bondadosos, aunque desencadenen a su alrededor grandes tragedias.
P. Suena un poco apocalíptico y milenarista.
R. Sí, es una fábula moderna con cierto aire apocalíptico. Mientras la escribía se suicidaron dos adolescentes enamorados y eso me influyó; imaginé un efecto dominó, como si fuera una plaga. Lo pasé mal.
P. No cree entonces en la dicha de escribir...
R. Escribir es un acto placentero, pero en todos sus registros: se sufre y se goza. P. ¿Y cómo desconecta?
R. Salgo mucho, me reúno con los amigos y paseo por la Gran Vía, cuyos tejados están llenos de ángeles y diablos.
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