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GUERRA EN YUGOSLAVIA Política y diplomacia

Chernomirdin dice haber obtenido "buenos avances" en las negociaciones con Milosevic

Si algo podía deducirse anoche de la misión mediadora emprendida por el Kremlin para acabar con la nueva guerra en los Balcanes, es que los desesperados esfuerzos rusos para persuadir al Gobierno de Slobodan Milosevic de aceptar los términos de una posible tregua en su enfrentamiento con la OTAN comienzan a perfilarse como un rotundo fracaso. Después de seis horas y media de conversaciones con Milosevic, el ex primer ministro ruso Víktor Chernomirdin se aprestaba a partir hacia Moscú sin más promesa que la "continuación" de contactos y su declaración de que hay "buenos avances".

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Esa ambigüedad en las declaraciones dio razón a quienes, y en Yugoslavia son muchos, piensan que ya es muy tarde para una solución negociada y que el objetivo es destruir a toda costa el poder de Milosevic e imponer un nuevo Gobierno en Belgrado. "Hay buenos avances", declaró el enviado del Kremlin en el aeropuerto de la capital. "Hemos elaborado varios enfoques para un arreglo pacífico a la crisis".Chernomirdin -que aterrizó en Belgrado el jueves por la noche- apareció brevemente ante las cámaras de televisión junto con Slobodan Milosevic en el escenario habitual para estas ocasiones: un salón elegante, con poltronas antiguas y el inevitable ramo de flores en el centro de una mesita. Sonrieron, hablaron, cruzaron las piernas para demostrar que estaban cómodos. Luego despacharon a los fotógrafos.

Lo que pasó durante esa larga reunión a puerta cerrada nadie lo sabe. Pero el curso de esa jornada crucial debe definirse en hechos concretos, mas allá de aquellas variadas interpretaciones que los afanosos analistas le daban a un encuentro que Occidente descartó olímpicamente como futil ejercicio de diplomacia.

Por eso, lo más seguro en Belgrado era ceñirse a la cronología de lo que, bombas aparte, pasó ayer: el enviado del Kremlin llega por avión -los aliados le habían asegurado un corredor aéreo seguro, al igual que a Jesse Jackson, el predicador norteamericano nuevamente embarcado en una misión para sacar a los tres prisioneros de guerra estadounidenses de la cárcel de un país atacado por la aviación y misiles de Washington- a las 12:45 de la mañana. En una caravana de negros coches blindados, Chernomirdin se traslada al misterioso lugar donde Milosevic se siente seguro -al fin y al cabo la aviación de la OTAN le ha destruido la casa en un ataque que hace una semana devastó su dormitorio en la residencia oficial de Dedinje.

Aproximadamente una hora más tarde, sobre Belgrado se impone la alerta con el chillido de las sirenas. Tras el peor ataque lanzado por la Alianza Atlántica entre la noche del jueves y la mañana del viernes, lo que hay en la capital yugoslava es la sensación de que el intento por destruir el poder serbio va totalmente en serio.

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Un complicado plan

A media tarde se siembra la confusión. Nebojsa Vujovic, el viceministro de Exteriores serbios y portavoz del destruido palacio de la diplomacia yugoslava, dice que ya que China y Rusia, en su capacidad de miembros del Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas, tienen ideas nuevas, Belgrado las iba a aceptar.

Se refería indirectamente al complicado plan, propuesto por Vuk Draskovic, de aceptar fuerzas internacionales de paz para Kosovo; era lógico aceptarlas como un inicio de entendimiento. El resultado concreto de la conferencia de prensa de Nebojsa Vujovic fue la imposición del caos. Vujovic habló en inglés. Aun así, los periodistas extranjeros (que hablan serbio y muchos han pasado años en la región) sudaban ansiosos en sus vanos intentos por descifrar sus palabras. Demandaban a sus intérpretes algo, una explicación al mensaje que emitía la cancillería de Yugoslavia. Fue un ejercicio vano. Incluso los periodistas serbios llevaban en el rostro la expresión de quien se encuentra ante un acertijo complejo.

Casi 12 horas después de la llegada de Chernomirdin a Belgrado lo único claro era que las palabras de la OTAN de intensificar su campaña aérea van en serio: se oyó otra vez el inquietante ulular de las sirenas de alarma. Lo único claro era que el llamado "plan de siete puntos" -la iniciativa que propone excluir a soldados de la OTAN en Kosovo a cambio de un cese de los bombardeos- es, para el gobierno de Milosevic, la invitación a una paz condenada al fracaso.

Y la intensificación de los ataques contra Yugoslavia parecía anoche la expresión clara del propósito de los aliados: ignorar los llamamientos indirectos de Milosevic para un cese de las hostilidades y concluir con éxito la misión de apartarlo para siempre de la escena balcánica.

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