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Las 50 nuevas salas abiertas en la periferia marginan las películas en versión original

Los empresarios de los grandes complejos atribuyen esta carencia al desinterés del público

Con el cine en versión original ocurre como con los programas culturales en televisión: todos los reclaman y casi nadie los ve. La audiencia es así. La mayor parte de los exhibidores coincide en el diagnóstico: "Hoy por hoy, es un mal negocio". El auge de los grandes complejos cinematográficos en las afueras no ha hecho sino confirmar esta tendencia. En el último año han abierto más de 50 salas fuera de Madrid, pero ninguna consagrada a los amantes del cine con subtítulos. Sólo Kinépolis (Ciudad de la Imagen) ofrece, de tarde en tarde, alguna versión original. Y de momento, con poco éxito.

Los últimos en sumarse a la cartelera del extrarradio han sido los cines Bulevar, en Getafe. Sus siete salas (modelo megaplex: cine, palomitas, aparcamiento gratis, butacones y demás comodidades acordes con los tiempos) elevan a 260 las oportunidades de disfrutar de una película lejos de Madrid, pero, nuevamente, olvidan a esa rara avis que prefiere las voces originales de los actores. Ricardo Gil, director de mercadotecnia de Cinesa, la firma que ha promovido este complejo, lo tiene claro. "Ahora mismo no hay público suficiente para abrir más salas de versión original", corrobora. Y agrega: "Esa demanda está bien cubierta con el circuito especializado de la capital. En cambio, en el capítulo del cine comercial, aún hay hueco para ofertar más salas". La afición por las voces primigenias, pronostica Ricardo Gil, llegará en una segunda fase de este proceso, cuando el veneno del cine convencional haya acabado de extenderse por toda la región. Tomás Naranjo, director gerente de Warner Lusomundo, apela al "yo también lo he intentado". Y analiza: "No sólo es que el mercado de la versión original sea muy limitado. Además, su consumo se identifica con unos hábitos que nada tienen que ver con ir a una gran superficie comercial". Es una conclusión a la que se suma Enrique González Macho, el exhibidor que, con sus 16 salas en versión original en el corazón de la capital (cines Renoir y Princesa), menos razones debería tener para el escepticismo. Pero él ya se ha visto ante el amargo trago de tener que cerrar un par de salas en San Sebastián de los Reyes por falta de parroquia.

"Se puede decir que la afición al cine se mueve por círculos concéntricos. Los que quieren ver cine subtitulado se van al centro de la ciudad. Fuera de este reducido espacio, no hay público. Cuando se ha intentado sacar la versión original de su espacio natural , la gente no ha respondido", explica González Macho.

¿No se ha probado bastante? "Montar un cine no es instalar una zapatería. Exige mucho dinero y es lógico que se vaya a lo seguro", contesta.

Pese a todo, ni González Macho ni Naranjo quieren caer en el desánimo. El primero cree ver ciertos avances. "Por ejemplo, en Majadahonda, junto a dos complejos de productos comerciales, se proyecta cine de más calidad. Doblado, pero de calidad, una demostración de que películas como Mi nombre es Joe también pueden tener éxito", apunta. En la misma onda, el portavoz de Warner Lusomundo -37 salas en todo el país- se muestra convencido de que todo es una cuestión de tiempo. "Hoy, la gente no se mezcla. Los más cinéfilos no van a las salas donde se comen palomitas. Pero en filmes como Estación central de Brasil o El milagro de P. Tinto se ve a los dos tipos de público juntos".

Jan Vos, el director del complejo Kinépolis (25 salas, 9.200 butacas), también confía en una evolución parecida, pero sus tanteos con las versiones originales no son aún muy prometedores. "Acabamos de pasar El príncipe de Egipto en versión original, pero no funciona. En casos como Hormigaz, ni siquiera conseguimos copia original del distribuidor: tenían dos para toda España", relata. A su juicio, el público español está muy imbuido en la cultura del doblaje porque las televisiones generalistas tampoco dejan el menor resquicio a los subtítulos. "La gente está tan acostumbrada a los dobladores que sale de las proyecciones originales exclamando: "¡Es que ése no es Bruce Willis!". Y hay que admitir que los doblajes en España están muy bien hechos".

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