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Tribuna:
Tribuna
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Una reforma necesaria

La verdad es que estoy tan acostumbrado a luchar a la contra en defensa de las Humanidades, las clásicas y las demás, desde mis campañas en EL PAÍS en los años 80, que hoy me resulta casi extraño salir en defensa de unos decretos sobre la ESO y el Bachillerato. Pero, lo primero, no lo hago por mí mismo, sino en nombre de la Sociedad Española de Estudios Clásicos y de tantos cultivadores y simpatizantes del Griego, el Latín y las Humanidades en general. Y, lo segundo, si se han aireado puntos de vista contrarios, es justo que se oiga a unos y otros. Antes de oír a las dos partes no debes juzgar, decía el antiguo político (y filósofo y poeta) Solón de Atenas.Comprendo que es una cuestión esta de la enseñanza secundaria en que es tan pequeño el pastel que ha quedado que es difícil darle gusto a todos (¿quién los contentaría a todos?, preguntaba el mismo Solón y perdonen la redundancia: sigue siendo actual). Pero existe un convencimiento general de que lo que quedó de Humanidades en la ESO y en el Bachillerato debe ser ampliado.

En la primavera del 97 nuestra Sociedad de Estudios Clásicos publicó un manifiesto en este sentido que firmaron casi todas las personas que tienen un significado en la cultura de este país. Y los mismos socialistas, en los últimos tiempos, habían hecho un esfuerzo por mejorar las cosas. Y hace bien poco, el 3 de noviembre pasado, la Generalidad de Cataluña publicó un decreto mejorando la situación de la Cultura Clásica en aquel territorio. Ahora mismo, los que se manifiestan contra esos decretos se abstienen de hacer crítica alguna a las Humanidades.

Porque, y me restrinjo ahora a las clásicas, ¿quién puede dudar de que, desaparecido el latín para todos, algo debe quedar que haga ver a la población escolar los lazos de España y Europa con el mundo antiguo grecolatino, que sigue vivo en nuestra lengua, nuestra literatura, nuestro pensamiento? Y tampoco puede ponerse en duda que, ya en el Bachillerato, un poco de latín debe ponerse al alcance de los que vayan a todas, digo todas, las Facultades universitarias de Humanidades. Y un poco de griego debe de ponerse al alcance de muchos de ellos.

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No podemos dejar las Humanidades clásicas sólo a unos pocos especialistas, son también para los cultivadores del derecho, la historia, la filosofía, la sociología, el periodismo, la literatura. Y, en la medida que sea, las Ciencias: su espíritu es griego y su vocabulario sigue siendo, en lo esencial, griego y latino.

Pues bien, esto es lo que esperamos de los referidos decretos, tras infinitos aplazamientos y recortes. Porque nadie hacía objeciones de fondo, pero se cruzaban miles de obstáculos: temas políticos diversos, en suma. No quiero entrar en ellos. Una vez y otra vez las propuestas de reforma chocaban con susceptibilidades diversas, a veces sin duda con legítimas discrepancias: y quedaban aparcadas. Se nombraba una comisión con representantes de todos, sus resultados eran discutidos, se nombraba otra comisión... La eterna historia, el eterno juego de la oca. Tres años.

Y sin embargo el clima general continúa siendo propicio. Y, después de todo, se propone una reforma modesta, que además sólo afecta directamente al territorio que aún depende (por poco tiempo) del Ministerio, los demás pueden desatenderla aunque nosotros esperamos que su espíritu al menos se acepte máximamente.

Esto empieza a ser ya poco serio, en realidad hace tiempo que no lo es. Se nos elogia, se nos mezcla con cuestiones que nos son ajenas y, en definitiva, se paraliza todo. Yo le dije en un momento a Esperanza Aguirre, que fue Ministra de Educación hasta hace días y que en el tema ponía mucho empeño, con pocos resultados: me parece bien lo que decís, pero la cuestión es que pase de una vez al Boletín Oficial.

Ésta es la cuestión, esto es lo que esperamos que lleve a cabo el nuevo ministro. Pero para ello hay que exorcizar muchos fantasmas. Lo que se pide es poco. No entendemos que Convergència se oponga, si se opone: el decreto de que hablé se ha hecho de acuerdo con el profesorado catalán de Clásicas. Ni los sindicatos: la reforma daría más horas al profesorado (si en algún caso no es así, que se retoque) y se evitarían penosos espectáculos desmoralizantes de amortizaciones de plazas, reciclajes, etcétera. Ni los socialistas: no se atenta a nada fundamental de la LOGSE, ni ellos se oponen a nuestras ideas.

Entonces, ¿por qué la eterna algarabía, el eterno pimpampún que no va, cierto, contra nosotros, pero que al final nos deja destrozados? ¿Por qué no arreglan sus cuentas pendientes en otros terrenos?

Si a alguien le parece esto un poco fuera de tono, me gustaría que pensara en el profesorado: ahora hablo ya de todo el profesorado de enseñanza media, desmoralizado por tantas cosas. Entre otras, este penoso espectáculo.

Nos gustaría que, finalmente, se llegara a una conclusión. Y no ya porque el Partido Popular desde el principio haya querido sacar la reforma adelante a través de infinitas consultas y comisiones. Sino porque es algo que es de interés general, nadie lo discute. Si hay obstáculos de detalle porque, como dije, el pastel es pequeño, éstos pueden salvarse.

El pasado 2 de julio los ministros de Educación de Francia e Italia firmaban un "comunicado conjunto" en que se comprometían a promover la enseñanza de las Humanidades clásicas a fin "de conservar las raíces profundas de la originalidad y la identidad europea y, al tiempo, de los elementos de diversidad que contienen". Han creado para ello un comité paritario que se reunirá dos veces por año.

Nos gustaría que nuestro país pudiera adherirse a esta línea y que en esto estuvieran todos de acuerdo. Esta pequeña reforma es un paso en esa dirección. Por favor, que nadie la torpedee.

Francisco Rodríguez Adrados es presidente de la Sociedad Española de Estudios Clásicos.

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