_
_
_
_
_
Reportaje:

Un puerto de mar junto al Manzanares

Un canal de ensayo y un simulador de maniobras de buques se esconden en una nave del distrito de Usera

Lauro Clariana, de 52 años, práctico del puerto de Tarragona, permanece de pie sobre el puente del barco cargado de automóviles. Con él intenta atracar en la dársena de la ciudad catalana. Muestra atención intensa y mira al frente, pendiente de todo. Flanqueado por un capitán de la marina mercante, le pide virajes sucesivos de timón: "Veinte a estribor", repite con energía. Necesita atravesar un estrechamiento de la dársena, de 70 metros de luz, con su buque, que tiene 20 de manga (anchura) y 130 de eslora (longitud). Desde lo alto del puente de mando -18 metros dice un indicador-, con un radar a la izquierda y un tablero cuajado de puntos iluminados de frente, el intento de Clariana parece una maniobra imposible. Por la proa cruza veloz un remolcador. Todo anuncia un choque inminente contra los dos pivotes del puente levadizo que tiene delante. Sopla un viento de levante a 37 nudos, que empuja por el costado al buque. La respiración se contiene. Se hace el silencio.El barco entra suavemente en puerto tras sortear el obstáculo. Con pericia, los dos navegantes lo han esquivado. La puerta de la cabina del buque se abre. El práctico y el capitán salen. Relajados, bajan unas escaleras metálicas y desde lo alto contemplan en toda su amplitud el puerto de Barcelona. Es enorme. A su izquierda se ve la masa discontinua y coloreada de los contenedores de mercancías, dispuestos en ordenadas hileras. El agua y las rocas del litoral brillan.

Hay un petrolero de madera fondeado. Con nitidez se ven los grandes diques y espigones, surcados por escolleras, montones de piedras cuadradas. Un oleaje bate el litoral barcelonés con cierta intensidad. Para intensidad grande, la del mar que el 1 de enero de 1998 hundió 10 barcos en la dársena del puerto asturiano de Vega. Ahí mismo se ve el castigado puerto asturiano, muy cerca del de la Ciudad Condal, azotado sin cesar por la marea. Se escucha otro rumor de olas, en un canal cercano. En este momento alcanzan una altura de metro y medio. Infunden respeto.

El temporal, el oleaje rampante y el trasiego de buques surgen, como el puerto de Barcelona, a unos veinte metros en línea recta del cauce del río Manzanares, en plena calle madrileña de Antonio López, en el barrio de Usera. Habitan dentro de una enorme nave, en este caso industrial, que alberga un canal de ensayo de pruebas marítimas, de 90 metros de longitud por 6 de profundidad y 3,5 de anchura; un tanque de oleaje multidireccional, con decenas de paletas independientes unas de otras, que reproducen fielmente el caos del movimiento de las ondas marinas en su arbitrariedad caprichosa; un simulador de maniobras de buques, de ahí el atraque en la dársena tarraconense, y la reproducción a escala de varios puertos españoles: Barcelona, los asturiano de Llanes y Vega, Escombreras, entre otros. Todo ello compone el simulacro mejor logrado de cuantos tienen a Madrid por escenario. Se trata de la sede del Centro de Estudios de Puertos y Costas, que dirige el ingeniero navarro José María Grassas, de 42 años, regido por el Centro de Estudios y Experimentación de Obras Públicas, que encabeza el director general del Cedex, Felipe Martínez. Las instalaciones se alojan en un edificio de techo verdoso y muros color ocre, que pasa inadvertido junto a la autovía de circunvalación M-30. Dentro se reproducen desde hace décadas, de manera discreta y laboriosa, miles de ensayos sobre clima marítimo, propagación y agitación de oleaje de todas clases, maniobras con barcos, de cargas y tonelajes diferentes, bajo innúmeras condiciones meteorológicas. Los simulacros se realizan físicamente en playas artificiales, allí reproducidas a escala y provistas de sus sedimentos y componentes, con la ayuda de potentes ordenadores y programas versátiles.

Todo acontecimiento de cuantos suceden en los 3.904 kilómetros de costas que España tiene -en su mayor parte desabrigadas por la naturaleza y sometidas a una intensa erosión- halla en esta nave oportunidad de ser simulado. "Nuestras dos grandes preocupaciones son la seguridad de las personas y la calidad ambiental", explica José María Grassa, ingeniero de Caminos, Canales y Puertos. "En los litorales entran en interacción el mar, la tierra y la atmósfera. Si a ello unimos la influencia del estado de las playas para la principal fuente de recursos del país, el turismo, más la importancia del tráfico marítimo, resulta crucial contar en Madrid con un lugar como éste, donde se puede experimentar cuanto puede ser de interés para supervisar el comportamiento del mar, los buques y los puertos".

El origen del Cedex, que data de 1957, es herencia de los laboratorios de la Cátedra de Puertos de la Escuela de Ingenieros de Caminos de Madrid. Un centenar de ingenieros, biólogos, geólogos y marinos mercantes guardan allí celosamente su secreto.

Lo que más afecta es lo que sucede más cerca. Para no perderte nada, suscríbete.
Suscríbete

Regístrate gratis para seguir leyendo

Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
_

Archivado En

Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
Recomendaciones EL PAÍS
_
_