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Reportaje:

El embargo convierte a Irak en una nación sin futuro

Varias generaciones de iraquíes han perdido la esperanza ante la miseria y la opresión que condicionan sus vidas

Ángeles Espinosa

Aun si las sanciones se levantaran mañana, Irak ya ha perdido a varias generaciones como consecuencia del embargo internacional y su utilización política. Cortes de luz de varias horas, sólo para quien no puede pagarse un generador; malnutrición infantil y restaurantes que tiran la comida; gente que vende los enseres de su casa para sobrevivir y una élite enriquecida por el contrabando que asiste cada viernes a las subastas de objetos de arte. . . Pero las contradicciones no merman la evidencia: ocho años después de años después de que el régimen iraquí invadiera Kuwait, las condiciones de vida que ha generado el castigo internacional han dejado sin esperanza a la mayoría de sus súbditos.

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"Es por el embargo", repiten una y otra vez los iraquíes entrevistados. "Si desea saber lo que de verdad piensan, mire sus ojos", aconseja un diplomático árabe. "No hay un embargo, hay dos, el exterior y el interior", explica más locuaz un ex miliciano palestino refugiado en Irak, a falta de otro país que le acepte. "En realidad no hay embargo, lo que hay es inflación", asegura, más cínico, un iraquí consciente de que la carestía de las provincias y las barriadas periféricas como Sadam City o Bagdad al Yadida no se vive en los lujosos barrios capitalinos de Al Yadriya o Al Mansur. "Hay un gran disgusto social", añade un árabe con ocho años de residencia en Bagdad, quien reconoce que en la actualidad se tolera "cierto nivel de queja, siempre que no toque al señor". El señor es el presidente Sadam Husein.

Miedo a opinar

"La miseria ha venido a sumarse a la opresión", resume un diplomático europeo. Es casi imposible saber lo que piensan los iraquíes de a pie. Su recelo a expresar opiniones políticas, tanto en público como en privado, no ha cambiado en ocho años de sanciones. Al contrario, el embargo al que se hallan sometidos ha reforzado aún más la sensación de que todos sus males proceden del exterior, de una comunidad internacional que les quiere mal y que permite que sus niños mueran por falta de alimentos y medicinas (1,5 millones de personas han fallecido desde 1990 por esa causa, según la ONU). Algunos observadores aseguran incluso que el embargo ha reforzado al régimen.

Eduardo Vetere, director de la oficina del enviado especial de la ONU para Irak, habla de "los efectos perversos del embargo". "No sólo ha desaparecido toda una generación de niños porque el porcentaje de muertes infantiles se ha disparado, es que incluso los que viven arrastran enfermedades y consecuencias que mutilan a la persona para toda la vida", dice. Vetere defiende que se busquen alternativas a las sanciones, de forma que se gradúen sus efectos. "No se puede sancionar a un Gobierno cuando después las consecuencias negativas recaen sobre una población inocente", manifiesta en su pequeño despacho del hotel Canal.

La clave para que se levante el embargo es el cumplimiento por parte de Irak de los términos de la rendición en lo tocante a su desarme (resolución 987). Y a ese respecto, la situación se encuentra estancada, tal como reconoce el general sueco Nils Carlström, director del centro de verificación y vigilancia en Bagdad. "Desde que el pasado 5 de agosto los iraquíes suspendieron las visitas de los inspectores de desarme, nos hemos limitado a las tareas de vigilancia de los lugares ya inspeccionados y aun así con algunas restricciones", explica, sin entrar a valorar la situación. "Esperarnos que se reanude la cooperación total", añade.

Irak, por su parte, pide un gesto de la ONU antes de volver a permitir el trabajo de los inspectores. "Realmente creemos que UNSCOM [organismo de la ONU que vigila el desarme] nunca va a darnos el visto bueno", confiesa el ministro de Cultura y portavoz del Gobierno, Humam Abdelhaliq Abdelghafur. Los iraquíes piden que se evalúe lo que se ha logrado hasta ahora y se les levanten las sanciones en la misma medida, porque, en opinión de Abdelghafur, "lograr un cumplimiento del cien por cien de las exigencias de desarme es imposible". "Tenemos que ver la luz al final del túnel", insiste, haciendo suya la ya famosa frase del viceprimer ministro, Tarek Aziz. También se quejan de que el programa humanitario conocido como "petróleo por alimentos" no está paliando la grave situación del país.

"Lo peor es la dislocación social", asegura Yasmín Yauad, una socióloga iraquí residente en Holanda y que se encuentra de visita en su país. "Los que pueden se van y quienes se quedan están perdiendo poco a poco sus valores. ¿Cómo se explica si no que haya niños pidiendo en la calle en lugar de estar en la escuela, o el aumento de la prostitución?", se pregunta esta mujer que lucha por su cuenta contra las sanciones. Aunque no hay cifras oficiales, diversas fuentes estiman en 3,5 millones el número de iraquíes que ha abandonado su país en los últimos años, casi los mismos en que ha aumentado la población desde 1990, hasta alcanzar los 23 millones del censo de 1997.

"No hay trabajo, no hay futuro, no hay perspectivas. Aunque se levante el embargo, harán falta muchos años para que el país se recupere", advierte el nuncio apostólico, Giuseppe Lazzarotto. "No sólo faltan cosas materiales, falta esperanza para el futuro. Es imposible hacer planes, sobre todo para los jóvenes", explica con preocupación. "¿qué van a estudiar?" se pregunta, especialmente inquieto por "las muchachas". "En nuestra comunidad hay en la actualidad ocho chicas jóvenes por cada chico, ya que éstos se van en busca de trabajo", afirma.

Problemas de los jóvenes

Pero los problemas de los jóvenes para formar una familia no se circunscriben a las minorías cristianas. Alaa es un joven musulmán que desde hace cuatro meses trabaja como intérprete de inglés para el Ministerio de Cultura. A sus 25 años, con la carrera terminada y exento del servicio militar (para lo cual pagó el equivalente a 60.000 pesetas), debiera estar preparando la boda con su prometida, Yumana. "Hemos decidido esperar para completar nuestros estudios con un master, y a ver si mientras tanto mejora la situación", admite con sinceridad.

"No hay justificación para este castigo", insiste la socióloga Yauad, "no es de recibo que, por que a Estados Unidos no le guste nuestro presidente, el pueblo iraquí, que no tuvo palabra alguna en lo de Kuwait, sufra las con secuencias

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Sobre la firma

Ángeles Espinosa
Analista sobre asuntos del mundo árabe e islámico. Ex corresponsal en Dubái, Teherán, Bagdad, El Cairo y Beirut. Ha escrito 'El tiempo de las mujeres', 'El Reino del Desierto' y 'Días de Guerra'. Licenciada en Periodismo por la Universidad Complutense (Madrid) y Máster en Relaciones Internacionales por SAIS (Washington DC).

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