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¿Aguantará China?

Andrés Ortega

El histórico viaje que Clinton inicia el jueves a China viene subrayado por su larga duración -nueve días- y, más que por su simbólica visita a la plaza de Tiananmen, por la crisis económica en tantos Estados de Asia oriental, en la que ese país de 1.200 millones de habitantes está resistiendo con «extraordinaria firmeza». Gana puntos políticos día a día con la no devaluación de su moneda, el yuan, además de un dólar de Hong Kong en cuya estabilidad se juega su credibilidad financiera. Una devaluación descontrolada del yuan podría generar una nueva ola de inestabilidad financiera, social y política en una región sacudida, e incluso más acá, cuando se percibe que las crisis asiáticas empiezan a afectar a las economías de países como EE UU o el Reino Unido.China ha ganado credibilidad y peso con esa política de mantenimiento del yuan en nombre de la estabilidad regional. Le augura futuras buenas alianzas y relaciones de vecindad, aunque haya en algunas sociedades, como la indonesia, un profundo sentimiento antichino. Mientras el Fondo Monetario Internacional (FMI), y de rebote Occidente, quedan como los malos, China está moviendo sus peones con gran habilidad. La ayuda económica que China ha prestado con rapidez a algunos países de la zona -Indonesia y Tailandia- es un ejemplo de diplomacia inteligente y responsable.

Clinton puede descubrir esta semana que Asia, como ha indicado en Madrid John Naisbitt, el autor de Megatendencias, está pasando de ser «dominada por Japón a ser conducida por China». Junto a las razones exteriores para mantener el yuan fuerte, hay otras internas, pues una devaluación repentina podría traducirse en una derrota de los reformistas hoy en el poder, en un país en el que, junto a un ímpetu empresarial extraordinario, hay también una gran resistencia a un cambio que implica, por ejemplo, que más de tres millones de funcionarios y empleados del sector público van a perder su puesto de trabajo este año. La moneda fuerte es, hoy por hoy, la fuerza de los reformistas. Aunque, a medida que avancen las reformas, y crezca el mercado sobre la economía regulada en China, la moneda se verá probablemente abocada a una devaluación, si bien de forma controlada y gradual.

Dicho esto, la cuestión es si China aguantará. El ministro de Finanzas, Xiang Huaichengm, contempló públicamente por vez primera la semana pasada la posibilidad de una devaluación de no mantenerse las exportaciones, que el año pasado supusieron dos puntos de crecimiento de PIB. Tal manifestación, posteriormente vuelta al revés, podía reflejar una preocupación genuina ante los problemas del yen y de Japón, y un mensaje al exterior que quedó claro en la reunión del G-7 y los países de la zona en Tokio: ayuden a Japón, pues de otro modo China se puede ver obligada a devaluar, no porque compita directamente con los productos japoneses, sino porque la caída del yen puede llevar a nuevas devaluaciones de monedas de países de la zona que sí compiten con China. Lee Kwan Yew, de Singapur, ha declarado que China «no tendrá estabilidad política de no tener crecimiento económico». Y, desde luego, para la reforma interna de la economía china es vital el impulso del comercio exterior.

China, de todas formas, es un país ahorrador, con las segundas reservas mayores del mundo. Hay una factor del que a menudo se habla poco, pero que cuenta enormemente en el mantenimiento de un flujo inversor en China que quiere sacar beneficios en moneda fuerte: la red de chinos en el extranjero, que, agregada, representa, según Naisbitt, la tercera economía del mundo. Si China resiste, y se convierte en anclaje de otras economías, exigirá algo a cambio. ¿El ingreso en la Organización Mundial del Comercio que persigue desde hace cinco años? ¿La participación en la reforma del FMI? Si lo consigue, China se habrá convertido ya no sólo en la gran potencia regional, sino en una de las mundiales. Pero si no aguanta...

aortega@elpais.es.

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