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Tribuna
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Hoy no sólo hoy

Javier Marías

Hoy no es solamente hoy. Es también, por ejemplo, el 18 de mayo de 1960. Tengo ocho años y mi madre ha preguntado a los vecinos, que ya tienen televisión, si mi hermano Fernando y yo podemos pasar a ver el partido del Madrid, la final de la V Copa de Europa, contra el Eintracht de Francfort. Los benditos Quesada -quizá ese era el nombre- han dicho que sí. El Madrid encaja un gol y además se va la retransmisión; pero mi hermano y yo sabemos, más por fe que por experiencia, que va a volver a ganar. Puskas cuatro tantos y Di Stéfano tres, en total 7-3. Cuando hace unas temporadas una emisora recuperó las imágenes y las ofreció comentadas por la Saeta Rubia, el locutor le preguntó qué podía estarle diciendo a Puskas mientras los dos regresaban a su campo juntos tras marcar éste el 3-1. "Seguramente que ya teníamos la prima", contestó el viejo Di Stéfano. Contaba ya treinta y cuatro años en el 60 y aún era el mejor jugador del mundo. Pero no desdeñaba las primas, ni la diversión. "Había partidos", contó, "en que Gento y yo decidíamos hacernos sólo pases de tacón, por juego y por broma". "¿Partidos oficiales?", preguntó el estupefacto locutor. "Sí, claro, y el público...". "Se enfadaba", apostilló el periodista joven. "No, qué va, disfrutaba, lo único es que perdíamos muchos balones. Pero bueno, los recuperábamos después". Un equipo así tenía siempre que ganar, porque estaba hecho para los niños, un equipo de prestidigitación, aunque jugara con los pies.Hoy es también otro día de mayo o junio, creo que del 62, en que el Madrid disputó su sexta final y perdió una por primera vez. 5-3 del Benfica de Eusebio, Torres y Simões. Pero hasta el último minuto mi hermano Fernando y yo, como casi todos nuestros compañeros, seguimos sabiendo que el Madrid iba a ganar, como lo supimos igualmente otro día que también es hoy, quizá del 63, en que el equipo volvió a perder la final, contra el Inter de Facchetti y Mazzola, 3-1, y lo que fue más grave, se culpó de la derrota a Di Stéfano y se lo hizo abandonar el club, para indignación y vergüenza de todos los niños que acaso éramos más del Di Stéfano Club que del propio Real Madrid. Pero aún quedaban Puskas y Gento y no sé si Del Sol, y los equipos se salvan de ser otros de los que eran gracias a los supervivientes, a quienes no se puede traicionar. Hoy es también un día de 1966, en que Gento vuelve a ganar esa Copa capitaneando a otra generación, 2-1 al Partizán. E incluso es una noche de 1981 con futbolistas menos memorables, 1-0 del Liverpool, fue la última final.

Las cosas más remotas se hacen cercanas si estuvieron arraigadas y de pronto regresan, aunque sea como fantasmagoría o parodia o burla o imitación. Uno sabe de golpe qué autobús debe tomar en una ciudad que no ha pisado en 25 años, al pisarla por fin otra vez. El día anterior ni siquiera habría sido capaz de balbucear el nombre de la calle en que se alojó todo un año. El tiempo se comprime y hoy es hoy y es ayer y anteayer, no hay distancia, como bien mostró en la novela el señor Marcel Proust. Así que el Madrid de 1998 está hecho una pena y un flan tras su papelón en esta Liga; no cuenta con ningún jugador que contagie a los demás para bien, como San Di Stéfano, o el beato Pirri, o hasta Míchel el serafín... Nuestro Gento de ahora es Sanchis, un doble eslabón, luego el Madrid es aún el Madrid. La Juventus parece imbatible, una maquinaria. Pero sé que el Madrid le va a ganar, como lo supe siempre en las finales vividas de "nuestra" Copa, incluso cuando las perdió. Créanme, va a ganar: se lo dice un adulto cuarentón que lleva toda la temporada, una eliminatoria tras otra, echándose faroles que le han salido bien. Pero también se lo dice un niño de ocho años que ha nacido en Chamberí, y a esas edades y en ese barrio se sabe mejor que nunca -y que en casi cualquier lugar- que los faroles hay que aguantarlos hasta el final. Perder hasta la camisa no importa, una camisa no es nada al lado de la zozobra y certeza, y más zozobra y emoción.

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