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Reportaje:

El muro de Vallecas

Una "cumbre" internacional une a una veintena de grafiteros para pintar en los 200 metros de una pared "virgen"

Una pared en Vallecas para unir, no para separar. Era el blanco de una cumbre internacional de grafiteros. Una decena de artistas de la pintura con aerosol llegados de Alemania, uno australiano y nueve madrileños compartieron una pared virgen de 200 metros de largo. Formaban parte de un programa de intercambio cultural que está financiado por la comunidad europea y que se denomina Juventud con Europa. La iniciativa partió de una asociación cultural alemana que contactó con otra vallecana para establecer un intercambio: los alemanes pintan en España y los madrileños en Alemania.La zona elegida era la calle Baltasar Santos, dentro del distrito de Vallecas Pueblo, donde ayer pegaba un sol de justicia. Till Pulpanek, un estudiante de arte de 21 años venido de la ciudad de Dusseldorf, se untaba la espalda con crema protectora, incluso por encima del tatuaje de arlequín que llevaba en el hombro. Se preparaba así para afrontar la parcela de muro que le corresponde pintar. Como modelo, sujetaba una foto de sí mismo con una extraña expresión facial. Lanzó al aire un chorrito de pintura pulverizada con su aerosol para comprobar la elección del color. Luego se acercó a la pared y, con un pulso digno de un cirujano, trazó el contorno de las gafas de la enorme cara. "Lo bonito de este tipo de pintura es que la gente corriente, que va de camino al supermercado o al trabajo, puede disfrutar de ella. Ahora el arte se exhibe sólo en determinadas galerías para unos pocos privilegiados. Esto supone lo contrario, acercar la pintura a la gente", explicó.

Cada pintor se enfrentaba al mismo reto: un espacio en blanco de 10 metros de largo por dos de alto del murete. Markos Wiese, de 25 años y pintor profesional, se arreglaba la coleta sin mancharse el pelo de pintura. Pintaba con una mascarilla por la toxicidad de los aerosoles. En Alemania le contratan para decorar con grafitos las paredes de edificios de oficinas o factorías. Ayer dejaba una firma de cuatro metros de largo con su nombre de pila en Vallecas. Para definir al máximo los trazos, pegaba cinta aislante sobre la pintura. "Eso no es del todo legal", le criticó Meth, nombre artístico de un grafitero de Coslada que se negó a dar el que figura en su documento de identidad. Meth tiene 21 años, estudia filosofía en la Universidad Autónoma y lleva perilla y el pelo rapado. Ayer vestía pantalones cortos y muy anchos y se declaró un fanático de la música hip-hop. "El mérito está en controlar el spray sólo con la mano, pero como ese grafitero debe ser muy alemán lo quiere hacer todo perfecto", explicó su compañero de facultad y afición, Deno. Este grafitero prescindió de la indumentaria típica de estos artistas urbanos y utilizó la vestimenta de andar por casa. Llevaba zapatillas de tela y un chandal viejo. "Es que tengo que estar cómodo para pintar", comentó.

A estos dos artistas madrileños les acompañaba su amigo Buny, el grafitero conocido como el Rey de los Trenes, que estudia electricidad. Si es verdad lo que contó, el apodo se lo ha ganado a pulso: "Yo me meto en las cocheras mientras los vigilantes duermen. Ni se imaginan que estás dentro del recinto. Así he pintado cientos de vagones y es mucho mejor cuando sabes que hay guardias que te pueden pillar. El otro día casi me cojen. Mira lo que me hice cuando escapaba", dijo y se levantó la camiseta para mostrar dos rajas de unos quince centímetros en el vientre. Se las causó saltando una valla al huir de un agente de seguridad.

Dash, el único grafitero australiano del muro de Vallecas, parecía inmerso en un trance artístico cuando pintaba con su aerosol a la vez que escuchaba música en sus auriculares. "Así es mucho más fácil. La mano se desliza mucho más certera, empujada por el hip-hop", dijo. Dash hablaba en un jerga del inglés callejero repleta de términos coloquiales. Explicó que "los políticos odian a los grafiteros porque ensucian la ciudad con pintadas que gustan a la gente. Los dirigentes ordenan tapar las pintadas más vistosas, las más artísticas y, sin embargo, dejan las pequeñas firmas, que tienen menos valor artístico".

El cerebro al que se le ha ocurrido y ha logrado reunir esta mezcolanza de personajes urbanos, ha sido el alemán Dirk Schubert, de una agrupación alemana que se llama Asociación de Relaciones con el Extranjero, y está afincada en Dortmund. "La idea de este programa es la de hacer que los jóvenes de distintos países de Europa trabajen y se diviertan juntos. Con ello se logra que intercambien sus diferentes métodos artísticos, sus sueños, sus ideas políticas...", explicó Schubert. Precisamente para fomentar ese gazpacho intercultural, algunos de los grafiteros madrileños les mostraron la noche madrileña a sus colegas alemanes. "Uno no se portó muy bien. Se emborrachó y se empezó a meter con la gente. Tuvimos que pararle los pies", comentó Deno.

Arturo García, de la Asociación Cultural José María de Llanos, ha sido el responsable de localizar a los grafiteros madrileños. "El Ayuntamiento nos ha dejado este muro porque está apartado. Habíamos pedido el de la Avenida de la Albufera pero nos lo negaron", señaló. "Aún así estamos contentos porque la iniciativa ha logrado el objetivo de conectar culturas", concluyó.

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