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Aguadulce quiere otro mapa

Arrecia el espíritu segregacionista en el vecindario por el abandono del Ayuntamiento de Roquetas de Mar

Tereixa Constenla

Por una de esas paradojas del destino, la anécdota que hizo aflorar el sentimiento separatista saltó en el último mercadillo de bellezas que es la gala de Miss España. La primera incursión al sur de Despeñaperros del certamen fue generosa en efectos colaterales: abrió un sesudo debate sobre las narices de la ganadora, la murciana María José Besora, y, de propina, agrandó el sentimiento de agravio de los vecinos de Aguadulce por la cara del Ayuntamiento de Roquetas de Mar (Almería) a la hora de promocionar el municipio. Ni una sóla mención a la barriada de Aguadulce donde se celebró el concurso, retransmitido por Tele 5 a bombo y platillo. Junto a la exhibición de carnes, huesos y narices, el festival es un marco idóneo para la divulgación de las bondades autóctonas que no desaprovechó Roquetas, el único municipio de Almería cuyo modelo turístico se asemeja al de la masificada costa malagueña. Aguadulce es propiamente una barriada roquetera, una barriada atípica que absorbe al 57% de la población real de la localidad, estimada en más de 70.000 habitantes, y buen número de negocios hoteleros. Tiene nombre propio, que tal vez oscurezca al del ayuntamiento matriz en el mundillo turístico. Dejadez inmensa Aunque su población está formada por gentes llegadas de cualquier parte, algo parecido a las raíces despunta en el movimiento segregacionista que se ha creado a raíz de la elección de Miss España. "Éste no es un pueblo a la usanza, donde se conoce a aquél como nieto de Fulano o de Mengano, pero una dejadez inmensa y el abandono nos han llevado a esta situación", aduce Jesús Echevarría, un bilbaíno de 50 años que se estableció hace 13 en Aguadulce. Echevarría ironiza sobre la fulminante reacción del gobierno municipal a raíz de las últimas movilizaciones en pro de la emancipación: "No he visto un guardia en todo el año y ahora tenemos a una parejita paseando siempre. Incluso el alcalde estuvo el otro día dándose una vueltecita". A Gabriel Amat, el alcalde roquetero del Partido Popular, le preocupan notablemente las ansias separatistas que afloran en Aguadulce y El Parador, otra barriada nacida en torno a la N-340 que también pugna por salirse de madre. El temor del alcalde Amat se manifiesta en hechos -las actuaciones y obras realizadas en las últimas semanas-, porque el alcalde se cuida mucho de guardar un sepulcral silencio político sobre el asunto. Pero lo cierto es que ni pizca de gracia puede hacerle al Ayuntamiento de Roquetas que dos barriadas de peso, que representan la quinta parte del censo municipal (42.268 habitantes), aboguen por unirse al cercano municipio de Enix en un intento de burlar la complejidad administrativa que exigiría la reclamación de una independencia absoluta. En Aguadulce también hay quien rechaza el cambio, pero el sentir mayoritario parece inclinar la balanza hacia la separación. Carmen, una peluquera nacida hace más de 50 años en la barriada, explica así su toma de posición a favor de la liberación total: "La verdad es que, para estar con Enix, prefiero seguir con Roquetas". Las veleidades segregacionistas de la costa almeriense se han materializado en un movimiento colectivo, una especie de Fuenteovejuna, que se difunde por sistemas propagandísticos de la era pretecnológica: octavillas, apartados de correos y el boca a boca. No quieren politizar el asunto, aunque los mapas sólo son el reflejo de una convención política, que recoge la última hora del duelo que enfrenta a dos fuerzas, una centrífuga y otra centrípeta.

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Sobre la firma

Tereixa Constenla
Corresponsal de EL PAÍS en Portugal desde julio de 2021. En los últimos años ha sido jefa de sección en Cultura, redactora en Babelia y reportera de temas sociales en Andalucía en EL PAÍS y en el diario IDEAL. Es autora de 'Cuaderno de urgencias', un libro de amor y duelo, y 'Abril es un país', sobre la Revolución de los Claveles.

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