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Del "golpe de Estado blando" a la prohibición del islamismo

Juan Carlos Sanz

Suleimán Demirel era primer ministro de Turquía en 1971 y en 1980, cuando el Ejército protagonizó sus dos últimos golpes de Estado. La primera vez, los generales le enviaron una carta para forzarle a abandonar el Gobierno. La segunda permaneció tres años bajo detención domiciliaria y fue condenado al ostracismo político: tardó más de una década en regresar al poder. Hoy, los militares le aprecian como garante del Estado laico y los diplomáticos europeos en Ankara le consideran el artífice de la solución democrática que evitó que los carros de combate volvieran a tomar las calles la pasada primavera, esta vez contra su antiguo compañero de estudios en la Universidad Técnica de Estambul, el primer ministro islamista Necmettin Erbakan.

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"La prohibición del Partido del Bienestar no ha sido un problema político, sino judicial", sostiene el presidente turco. "Este país tiene una Constitución que todos deben acatar, y nueve jueces del Tribunal Constitucional tomaron la decisión: disolver el partido e inhabilitar a seis de sus dirigentes. Pero el resto de los parlamentarios del Refah han podido crear un nuevo partido, porque en Turquía no hace falta pedir permiso para fundar un grupo político". Bajo el manto del legalismo otomano que aún rige en la moderna Turquía, Demirel muestra el abismo que media entre la ilegalización del Frente Islámico de Salvación, en 1992, que desencadenó la tragedia en Argelia, y la disolución del Refah de Erbakan, consumada hace una semana, que no ha Impedido la resurrección de la fuerza política más votada en las últimas legislativas (20% de los sufragios) con la denominación de Partido de la Virtud. "En Turquía ya no hay ejecuciones políticas extrajudiciales", apostilla el mandatario turco.

Acabar con la tensión

"Soy un presidente constitucional y protejo la Constitución. El Gobierno no fue derribado, pero el primer ministro Erbakan se dio cuenta de la tensión que existía cuando el fiscal general presentó su acusación (de ilegalización por violar los principios laicos de Turquía) y dimitió. Facilité la constitución de un nuevo Gobierno para acabar con la tensión. Todo se hizo de acuerdo con las reglas democráticas". Ésta es la explicación de Demirel al acoso y derribo desencadenado durante meses por el Ejército contra el primer jefe de Gobierno islamista de la Turquía contemporánea. El presidente turco sólo se permite la licencia de sugerir que en la política de Ankara "a veces se produce un exceso de presión y hay una sobrecarga".

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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