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"Si ha de hacerlo todo, el Estado morirá"

Una rara conjunción de astros ocurrida en 1997 hace que hoy Francia tenga un jefe de Gobierno, socialista y mayor, que quiere ser moderno, y un líder del PS, de 43 años, que en 1996 había pedido el ingreso en el Colegio de Abogados porque, marginal y escorado a la izquierda, veía que los caminos de la política se cerraban ante él en su partido. La decisión del presidente Chirac de convocar elecciones en junio pasado causó la débâcle electoral de los dos grandes partidos de la derecha, el gaullista del propio Chirac y la UDF. Y el rebote de todo ello se llama Lionel Jospin, jefe de Gobierno, y François Hollande, primer secretario del PS, partido que obtuvo el poder en junio.

Hollande, familia de notables de provincia, Rouen 1954, tiene el rubor fácil, la palabra cautelosa y un aparente caudal de afecto por toda la humanidad que hace de él la rara avis del hombre político francés al que todo el mundo promete un porvenir. Ya lo hizo el presidente Mitterrand, con su coquetería de cenáculo, cuando le deslizó al oído: "Su turno vendrá, Hollande".

Pero ¿por qué le eligió Jospin en noviembre pasado y, siendo un relativo desconocido, obtuvo la investidura de su partido, famoso por sus pasillos, con el 91% de los sufragios? Hollande, alta escuela en el currículum, que afecta más anorak que abrigo y busca el restaurante funcional y familiar para el encuentro, no juega a hacerse demasiadas ilusiones.

"Jospin no podía nombrar a ningún líder de las grandes corrientes. Todos son de su edad y, aparte de crearse un rival, habría dividido al partido si hubiera preferido a un rocardiano o a cualquier otro. Yo estaba solo, y por la edad no le inquieto".

Se apresura entonces a negar, como en una posdata, lo que algunos apuntan: que fue de muy joven del PC y lo que todos saben: que estaba a la izquierda del partido hasta anteayer. "Yo soy centro-centro. Es el PS el que ha cambiado, no yo, al dejar atrás los dogmas de los ochenta". Y, con ellos, las nacionalizaciones.

"Es verdad que la izquierda tiene dificultades en elaborar un discurso político tras la muerte de la URSS. Pero hay un discurso socialdemócrata que oponer al del social-liberalismo". ¿Social-blairismo? En una ocasión, Hollande dijo que jamás aceptaría un socialismo como el del británico Tony Blair.

Se ratifica ante un plato de foie. "El enemigo es el liberalismo, nosotros somos antiliberales. Pero vemos en Francia una necesidad de modernización. Aquí no hay tradición de diálogo social, y hay que dar una voz a la sociedad para que no tenga q'ue hacerlo todo el Estado, porque entonces morirá. Éste es un país muy dinámico y a la vez muy anquilosado, en el que hay que escapar del reglamento y de la sola acción legislativa para resolver las cosas".

Eso suena mucho a Blair y a bastante menos Estado de lo que Francia suele. Pero precisemos. "El Estado ha de seguir siendo básicamente jacobino y nacional. Un jacobinismo, sin embargo, de la solidaridad, de la garantía de lo social, que sea capaz de delegar responsabilidades". En otros países eso se llama descentralización o incluso Estado de las autonomías.

Pero no en la Francia del PS. "La integración en Europa es una prioridad para nosotros. Hay que crear estructuras unidas para la defensa, la política exterior, la legislación social. Pero preservando el Estado-Nación". Antonioni daba en el clavo cuando hacía películas sobre la incomunicación.

Hollande se extiende sin extenderse sobre las 35 horas de trabajo semanal, que parecen como el talismán al que se abraza Jospin a la busca de ese discurso antiliberal de la izquierda liberal y democrática. "Otros países prefieren, como Holanda y Austria, combatir el paro con el part-time bien pagado. En Francia optamos por las 35 horas". Y lo dice como quien habla de una cartera repleta de billetes hallada en plena calle.

El líder del PS regatea al interlocutor cuando se le habla de Jospin y de sus. descubrimientos. No en vano el jefe de Gobierno lo ha calificado del "mejor, el más brillante y el más político de todos". Y eso que nunca fueron amigos.

Más en el terreno que ha elegido de amable cirujano social que el de político, de profesión, Hollande describe el contemporáneo mal francés. "Hay una fuerte crítica del Estado, de las élites, de la tecnocracia, junto a una gran demanda de solidaridad. Se pide otro Estado, pero no menos Estado. Y eso es porque nos hemos quedado sin grandes actores de la política [¿el fallecido Mitterrand?], faltan cuerpos intermedios también, los sindicatos son débiles, y todo eso es terrible cuando se da una sobrepolitización de la opinión pública como en Francia. Los camioneros se sublevan, los parados claman porque no hay canales de integración social para sus demandas".

¿Y eso qué quiere decir?

"Las clases medias ya no quieren pagar por los demás; hasta los ochenta estaban protegidas contra la crisis. En los noventa todo ha cambiado; los jóvenes no tienen el mismo horizonte de movilidad social; las parejas no pueden comprarse un piso, el salario precario es el peaje de la globalizacion de la economía"

Bueno. Pero ¿hay o no discurso de la izquierda?

"La respuesta es descentralizar sin desjacobinizar lo social. La respuesta está también en la educación. Hacer comprender a las clases medias que han de pagar por su propio interés, para evitar el estallido de la violencia urbana, y darles motivo para creer en un Estado que hay que renovar para salvar. Es toda una revolución cultural lo que hay que hacer".

De los seis líderes del PS que, desde 1971, precedieron a Hollande, uno, el propio Mitterrand, ha sido presidente de la República, y todos los demás, Mauroy, Fabius, Rocard y Jospin, salvo Emmanuelli, jefes de Gobierno. Frangois Hollande, querido de todos, aunque no sin un átomo de condescendencia, se considera un corredor de fondo. "Ser amable es una virtud, no una debilidad. Ya nos hemos matado bastante entre nosotros mismos".

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