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Criminología

Fue casi todo menos una vista más o menos ordinaria de un recurso de casación. El profesor Antonio García-Pablos es un experto penalista. También es criminólogo. Ayer aplicó más sus conocimientos en el campo criminal que su experiencia en la casación. El plan consistió en atacar al tribunal juzgador por la vía salvaje ("ha sido una sentencia puesta por ventura", en referencia más que subliminal al magistrado ponente Ventura Pérez Mariño) y por la vía del absurdo.¡Cómo Mario Conde, presidente de Banesto en 1990, va a simular una factura o simplemente dar ordenes para simularla! ¡Cómo un presidente de banco va engañar con una factura simulada a los directores generales y consejeros! ¡Cómo va a querer engañar o causar un perjuicio y comenta el tema con su consejero delegado o su director general! ¡Cómo se puede comparar, según hace la sentencia, al presidente de Banesto con un empleado que se apodera de 600 millones de la caja de un banco y se los lleva a su bolsillo! ¡Cómo se puede hablar de añagaza!

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García-Pablos insistió en que Conde informó de forma discreta ("como se suelen hacer estas cosas en todos los bancos", dijo) a los órganos sociales sobre el pago de los 600 millones. Sin embargo, cuando se, trata de una colocación de acciones basta ver qué pasó en el propio Banesto de Conde. A primeros de junio de 1990, el consejo de administración autorizó una colocación de acciones. En el acta de 29 de junio de 1990 consta: "Tal como ya se había acordado en una reunión anterior, se ha suscrito el correspondiente contrato de aseguramiento con Unión de Bancos Suizos Philip Drew de colocación de acciones de la Corporación Banesto".

De lo que no consta nada, es de la colocación secreta por la que Conde dice haber pagado los 600 millones. Ayer García-Pablos insistió en que Navalón y Selva declararon en el juicio de forma coincidente, "en lo esencial", con Conde. Y, sin embargo, éste último les acusa ante el juez José Emilio Coronado, a través de su esposa, de falso testimonio.

García-Pablos y Villanueva, pues, protagonizaron una escena de disección criminológica. Quizá por ello, Villanueva, sin venir a cuento, cerró su discurso con un homenaje al décano de los crimininólogos norteamericanos, el profesor de la Universidad de Indiana Edwin Sutherland, quien escribió en 1937 El ladrón profesional.

Sutherland escribió: "Aunque la sociedad anónima se diferencia del ladrón profesional en que está dirigida por un grupo que invoca para sí el máximo de racionalidad, se asemeja a éste en que selecciona los delitos que presentan menor peligro de ser descubiertos e identificados y aquellos contra los cuales es menos probable que luche la víctima. Selecciona los delitos que son difíciles de probar".

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