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La Europa de la cultura

La realidad cultural de Europa ha precedido en muchos siglos al proyecto de comunidad económica. Esa precedencia, que confiere a la cultura un valor fundacional, explica su centralidad en el proceso de integración europea que ha sido con demasiada frecuencia olvidada onegada. Hasta que el artículo 128 de Tratado de Maastricht le otrogase el derecho a existir, la cultura en laEuropa comunitaria se hacía de tapadillo, a trasmano.Y así le iba. Ahora, apoyada en esa nueva legitimidad, la Unión Europea intenta dotarse de un marco institucional que le permita contribuir a la afirmación conjunta y plurar de sus culturas. Que no son sólo las de sus quince Estados miembros sino las de los 500 millones de habitantes de los 29 países que comparten, algunos de forma discontinua, esa anterioridad cultural europea y se identifican con su modelo de sociedad. El Foro de la Cultura que, presidido por el comisario Marcelino Oreja, acabade tener lugar en Bruselas, ha reunido a más de 300 personas -ministros, europarlamentarios, artistas, escritores, cineastas, intelectuales, etcétera- que han debatido sobre el contenido de la acción cultural de la Unión Europea en los próximos años.Su propósito es transformar los tres programas sectoriales actualmente existentes -Caleidoscopio, Ariana y Rafael- en un gran programa marco que los retome desde una perspectiva global; les agregue los nuevos territorios de la cultura -la cultura cotidiana, la cultura de la paz, la cultura de la naturaleza, la cultura y la ciencia, etcétera- y sitúe la problemática cultural donde ya está, a las puertas del siglo XXI. Porque como se ha dicho en el Foro, no se trata sólo de que se haya ensanchado el campo de la cultura y de cada uno de sus sectores y de que, por ejemplo, el concepto actual de patrimonio abarque tanto al patrimonio físico como al inmaterial, sino del papel capital que hoy desempeña el patrimonio en relación con la memoria y con la identidad, de su rol decisivo en relación con el turismo cultural, etcétera.Y lo mismo podría decirse de tantas otras trasformaciones a las que se han referido los intervinientes en el Foro: la importancia de las iniciativas culturales de la base, que debe llevarnos a salir, del economicismo de la oferta masiva y a privilegiar una política de la demanda más próxima; a prestar tanta atención a los procesos y a las prácticas como a los productos y a las obras; y, sobre todo, a considerar que si los problemas son económicos y sociales las respuestas tienen todas un fuerte componente cultural. El presidente de la República Federal de Alemania acaba de afirmar que la política de la cultura es hoy tan importante para la paz ciudadana como la política del desarme para la paz entre las naciones. Y cada vez se está más convencido de que la lucha contra la exclusión y la pobreza tiene en la cultura su mejor aliado si se quiere restablecer el vínculo social entre los incluidos y los excluidos.

El Foro ha abordado esta vasta temática en cuatro seminarios y dos sesiones plenarias. Las propuestas finales insisten en otorgar el protagonismo a los creadores; en defender la multiculturalidad, pues Europa no será nunca un melting pot con vocación de cultura única; en la necesidad de promover conjuntamente, desde las instancias comunitarias, lo que las diversas culturas europeas tienen en común. Pues esa promoción común es justamente la mejor defensa de cada una de ellas frente a la presión homogeneizadora de las multinacionales de la cultura y su marketing mundial y de masa. Para esos cometidos, Marcelino Oreja quiere que el presupuesto cultural de la Unión Europea sea el uno por mil de su presupuesto global.

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