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Tribuna
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Qué hace falta

Javier Marías

Por razones que no vienen al caso, hasta hace unos días tenía sin leer un montón de periódicos recientes atrasados, y antes de tirarlos con el Año Nuevo les he echado un vistazo, no fuera a haberme perdido algún artículo atractivo o alguna noticia importante, como el fichaje por el Real Madrid de un gran astro. El repaso ha resultado tan interesante como descorazonador, pero en conjunto creo que me aficionaré a tan absurda práctica por dos motivos principales: se tarda muy poco en leer el diario de hace semanas o meses; todo, al ser ya pasado, parece mucho menos grave que cuando sucede. Supongo que es por eso por lo que, cuando no voy con retraso, suelo leerlos de todas formas por la noche, concluida la jornada.Lo cierto es que un vistazo como el mencionado permite ver con claridad qué requisitos son necesarios para ser hoy en día un político español, y lo más preocupante es que casi podría uno prescindir de la habitual expresión en estos casos, "con las excepciones de rigor", tal es la uniformidad de nuestros representantes públicos independientemente de sus naciones y filiaciones y aun obsesiones. He aquí las cosas que por lo visto hacen falta a nuestros políticos para ser admitidos y aceptados en tan influyente gremio:

1. Estar mucho más pendientes de los colegas y rivales que de los ciudadanos, a los que se supone que se está sirviendo, pero que son sólo una molestia y no permiten lucirse.

2. Dedicar el tiempo y tos esfuerzos verbales a minar al adversario, como si ésa fuera la principal tarea y aquello por lo que cobran del erario. No lo es, y por lo tanto los políticos cometen un cotidiano fraude.

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3. No luchar tanto contra el terrorismo como contra los otros partidos. Al fin y al cabo aquél no va a disputarles los votos ni a quitarles los escaños; puede matarlos, sí, pero no privarlos del sustento, y por tanto es menor su amenaza. De ahí que importe más a la postre desprestigiar al adversario que ponerse con él de acuerdo para acabar con los asesinos.

4. Soltar irresponsabilidades

y azuzar a unas regiones contra

otras, casi nunca conciliarlas.

5. Opinar sobre todo, se tenga o no opinión formada sobre el asunto de que se trate y sea o no la opinión interesante. No suele serlo, pero además sólo opina de todo y procura dejar constancia quien tiene un espíritu totalitario.

6. Entrometerse en todo e intentar controlarlo y manipularlo todo, desde la justicia hasta la cámara de comercio, lo cual es asimismo propio de totalitarios. Llama la atención que participen de esto con igual entusiasmo los miembros del Partido Popular, que preconizan un escaso intervencionismo del Estado y un salvífico protagonismo de la llamada sociedad civil.

7. Carecer de personalidad, o haber renunciado a ella en aras del partido sacrosanto, sea el que sea y en cada caso el suyo.

8. Estar al servicio de ese partido hasta la abyección: trabajar para él, obrar por él, vivir por él y su beneficio, traicionarsey traicionar por él, nunca llegar a tanto ni por el país ni por sus ciudadanos.

9. Carecer de pudor, modestia y vergüenza, y no tener el menor reparo en incurrir en el perpetuo autobombo, algo que curiosamente no se permite ningún otro colectivo, ni siquiera el de los futbolistas, que hoy en día, en lugar de soltar bravuconadas y vanagloriarse, resta mérito a sus logros.

10. Tener grandes dosis de cinismo, las suficientes en todo caso para sostener una postura y al día siguiente la contraria, establecer alianzas con los enemigos de ayer y criticar en los otros lo que ellos han hecho siempre o bien siguen haciendo.

11. No sonrojarse nunca.

12. Ser incapaces de asumir una responsabilidad o una culpa: si algo va o sale mal, achacárselo a. la "herencia recibida", al antiguo régimen o al anterior Gobierno, a los estrafalarios ciudadanos o a san Juan Crisóstomo, pero nunca reconocer un fallo, un error o una negligencia, aún menos un delito. Vivir, por tanto, en un territorio ficticio de permanentes eficacia y triunfo.

13. No pedir jamás disculpas.

14. Saber tergiversar cualesquiera declaraciones de otros, por claras e inequívocas que sean.

15. Carecer de escrúpulos para la calumnia.

16. No tener empacho en soltar falsedades, menos todavía en que se les note: tratar a los ciudadanos como a imbéciles o siervos.

17. Ser ambiguos, lo cual se traduce la mayoría de las veces en ser vacuos, y algunas en ser cobardes.

18. Creer que se es alguien por más motivos que por los que en efecto se es alguien, provisionalmente, esto es, por el cargo.Creer en consecuencia que se es insustituible, cuando justamente la existencia de un cargo que los precede y ha de ocuparse señala cuán sustituibles son todos, desde el presidente del Gobierno hasta el director de la Biblioteca Nacional o el último concejal de un ayuntamiento.

19. No interesarse por lo que llaman "cultura" más que si puede exhibirse como condecoración o medalla o rendirles una página en la prensa.

20. Manipular la historia y tergiversar el pasado según sus deseos y su provecho.

21. No ocuparse en absoluto de la región o comunidad a la que deben su elección (en el caso de los diputados), demostrando con ello que las listas electorales son, también por este concepto, mero simulacro y chalaneo y farsa.

22. Ocuparse solamente, con visibles avaricia y egoísmo, de la región o comunidad a la que deben su elección (en el caso de los parlamentarios de gobiernos autonómicos), demostrando con ello su patriotismo de aldea y su absoluta falta de solidaridad con el conjunto del reino.

23. Hacer el idiota -lo que antiguamente se llamaba "hacer el indio"- a la menor ocasión relajada o festiva, para así enseñar su "lado humano". Calarse gorros y ponerse chándales entre los números más frecuentados.

24. Perder toda dignidad por aparecer en las fotos y estar presentes en los acontecimientos sociales de mayor boato, nadie como ellos para representar al clásico parvenu o advenedizo, a quien despreciaban todos los espectadores en las antiguas comedias. Perder hasta la compostura cuando se trata de aparecer junto al Rey en esas fotos.

25. Con el Rey y su familia ser cobistas; al parecer, más que políticos, cortesanos.

26. Hablar muy mal castellano e imagino que defectuoso vascuence los que hablen el actual euskera o batua. Quiero creer que el catalán y el gallego estén menos atropellados.

27. Ser pomposos en su muy mala habla, emplear sustantivos irreales como "posicionamiento" y adverbios infrarreales como poblacionalmente".

28. Ser en los discursos y en el Parlamento muy aburridos.

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29. Ser abusivos.

30. Decir sandeces y soltar naderías, contando con que la obnubilada prensa (incluido este periódico) va a molestarse en recogerlas todas en muy grandes titulares, sus columnistas en glosarlas o rebatirlas en sus columnas clónicas. He aquí un buen ejemplo reciente de diálogo entre políticos por periódicos interpuestos: tras la aprobación de la ley del catalán por el Parlamento catalán, el vicepresidente Cascos declara que esa ley le parece contraria al espíritu de convivencia. El presidente de la Generalitat, Pujol, contesta que Cascos ha sido temerario al afirmar que esa ley es contraria al espíritu de convivencia. Cascos a su vez responde que Pujol se ha precipitado al calificarlo de temerario por haber dicho que la ley en cuestión era contraria al es píritu de convivencia. Me ha faltado paciencia para seguir tan estimulante intercambio que a todos nos tuvo en vilo, pero supongo que Pujol habrá dicho a continuación que Cascos es un temerario por decir que él (Pujol) ha sido precipita do al decir que el otro (Cascos) había sido temerario. Y que a su vez Cascos habrá respondido que Pujol se ha precipitado al calificarlo de temerario por haber dicho él que Pujol se ha bía precipitado al calificarlo a él de temerario por haber manifestado que la ley del catalán era contraria al espíritu de con vivencia. A esto, asimismo antiguamente, se lo llamaba "diálogo de besugos". Así se pasan los días y los periódicos están llenos.

31. En premio a todas estas virtudes, hace falta que los políticos españoles reclamen para sí prebendas y aumentos de sueldo, o, ahora, la "devolución" de sus bienes incautados por el dictador Franco, en vez de pedir que se compense a tantos ciudadanos o a sus herederos, privados de sus bienes de no menor importancia, de su libertad o de su derecho al trabajo.

Podría continuar, pero creo que si lo hiciera podría ser acusado no sólo de temerario sino también de precipitado, o correría el riesgo de que Pujol y Cascos me tildasen de ambas cosas al unísono.

No es obligado que los políticos sean así, aunque lo parezca. Es más, los políticos y sus partidos son tan necesarios (en contra de lo que siempre sostuvo Franco y hoy sostienen no pocos coluirmistas que a la vez aseguran luchar por la democracia) que sería algo prudente que se les cambiaran las exigencias para pertenecer al gremio. Lo que hoy hace falta para ser político en España está simplemente equivocado. 0 quizá está pervertido.

Javier Marías es escritor.

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