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COPA RYDER

Ballesteros, 3; Estados Unidos, 3

Europa resite el embate americano en la primera jornada, acortada por la lluvia

Carlos Arribas

La decisión visceral frente a la mediocridad metódica; el genio imprevisible frente al frío respeto a la tradición, Y, por ahora, empate. O sea, muy bien. Un puñado de veteranos europeos -Faldo, Langer, Montgomerie, Olazábal...-, curtidos en mil batallas, cansados, exhaustos de cuerpo, pero frescos de mente, de intuitividad creativa, supieron hacer frente, plantar batalla -y no algo más por culpa de la lluvia: en el momento de la suspensión, solicitada por el capitán norteamericano, Westwood estaba a dos metros de dar un punto más a Europa y Parnevik y Garrido empataban con sus rivales- y frenar el inmoderado optimismo de que llegó rodeado el Dream Team del golf americano.Todo el espíritu y pasión mostrado por el equipo europeo tiene un único símbolo personal: Severiano Ballesteros, el apasionado capitán para quien derrotar a Estados Unidos en la Ryder es más que una religión. El cientifismo, apoyo en la estadística, regularidad y hasta tono grisáceo del equipo norteamericano, sin embargo, no necesitan referente. Su capitán, el educado y pulido Tom Kite, no es más que un compendio de todo ello. Así pues: Ballesteros, 3; Estados Unidos, 3. Y pudieron ser más, que dice el forofo.

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Todas las decisiones arriesgadas tienen valor doble cuando salen bien, y el valor de un abismo si resultan en tiro por la culata. Arriesgado era jugar los four-balls, que exigen, un mayor esfuerzo por parte de todos los jugadores, por la mañana para volver a exigir a prácticamente los mismos -sólo Ignacio Garrido entró de refresco por la tarde- una repetición de esfuerzos frente a un equipo que cambió de alineación al 50%. Y la cosa funcionó . Arriesgado también era mantener sin tocar a dos parejas que habían mostrado grandes lagunas en sus derrotas matutinas, es decir a Montgomerie-Langer y Faldo-Westwood. Y la cosa funcionó, vaya si funcionó. El escocés y el alemán se merendaron a la súperpareja americana Woods-O'Meara con mayor voracidad que la que mostraron los americanos a la viceversa por la mañana. Les hicieron sentir peor que a las carpas del estanque de la nutria, uno de los emblemas del campo. Los dos ingleses en las mismas estaban con Leonard -no lo olviden, ganador del Open Británico- y Maggert cuando la luz se acabó. Justamente, el triunfo y el más que probable triunfo vespértinos de las dos parejas masacradas por la mañana tienen el valor de ser un tributo a la valentía del capitán que lo hizo posible.

Las dos decisiones, y si vamos a eso, una tercera más discutible -la sustitución de un Johansson que sintonizó perfectamente con su compatriota Parnevik por el español Garrido- tuvieron éxito, a la fuerza ahorcan, probablemente porque allí donde los norteamericanos cuentan con 12 jugadores perfectamente intercambiables para elegir entre ellos -hasta Kite los podría sustituir mediado un partido sin que más que unos pocos se darían cuenta de si juegan Furyk o Faxon, Maggert u O'Meara-, Ballesteros debía recurrir a su vieja guardia, a los hombres a los que alumbró en la Ryder desde los años 80, a los hombres de mismo cuerpo y su misma alma. O sea, a unos cuantos de otra época que como el saben como nadie dar lo mejor de sí mismos en las situaciones más comprometidas.

Las dos mitades de la primera jornada fueron una repetición de lo mismo. Los momentos de la indefinición siempre sé correspondían con dominio norteamericano; pero, según se acercaban los partidos al momento decisivo, a los hoyos 16º y 17º las tornas cambiaban.

Los antaño seguros regulares de la estadística empezaban a fallar putts de dos metros, el mejor síntoma de una cosa llamada presión o miedo. De los tres partidos que llegaron igualados al último hoyo, dos se decantaron de lado europeo y sólo Faldo, lamentablemente, falló un putt de empate. Son los embates del genio, del golf puro y de corazón, arrollando los diques de la seguridad, una fortaleza en cuyos muros ha quedado, incluso, el mayor talento del golf mundial, Tiger Woods. El espíritu de equipo es otra cosa. Es el ánimo que se refleja en las espectaculares remontadas matinales de Olazábal-Rocca y los suecos. Ninguna pareja norteamericana fue capaz de remontar una desventaja de dos hoyos.

Severiano Ballesteros ha anunciado ya que iba a dormir mejor la noche siguiente a su debut como capitán. Sus muchachos no le han fallado. Él no les ha fallado a los suyos. También lo tendrá más fácil para hacer las parejas, aunque ningún equipo anunciará los equipos para hoy hasta poco antes de comenzar. Sabe que la química funciona. Y que ni la lluvia torrencial que obligó a retrasar la primera jornada un par de horas puede con ella.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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