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El adanismo

Joaquín Estefanía

Habitualmente, durante las vacaciones no se toman medidas de trascendencia económica. La relación de los ciudadanos con el mundo de la economía se refleja en los datos que aparecen, como en cualquier otra época del año, y por las declaraciones de las autoridades. Aznar convocó el viernes una conferencia de prensa al acabar el Consejo de Ministros en la que la economía fue determinante; sus palabras pueden interpretarse como las del inicio de un nuevo curso o como las últimas del anterior.Por su tono, más bien parecieron del grupo de las segundas. En los últimos tiempos -y más desaforadamente en el mes de agosto-, nuestros gobernantes parecen ensoñados por un adanismo agudo. Adanismo: "Hábito de comenzar una actividad cualquiera como si nadie la hubiera ejercitado anteriormente (Diccionario de la Lengua Española). Sería injusto afirmar que esta percepción adanista de la historia pertenece en exclusiva a los dirigentes del PP; casi todos los hombres públicos tienen la tentación de considerar que con cada generación de políticos, economistas, sindicalistas, etcétera, que llegan a mandar comienza la verdadera etapa, la definitiva, en relación con el objetivo al que está abocado el país.

Las autoridades del PP -y algunos presidentes, muy significativos, de antiguas empresas públicas, hoy privatizadas- han llevado el adanismo durante este verano al extremo: la liberalización, la modernización del aparato productivo o de las finanzas, la apertura exterior, la lucha contra el desempleo, el proceso hacia Maastricht, se enderezaron cuando entraron ellos en La Moncloa. Este espejismo bordeó el ridículo hace un ano, cuando algunos calificaron de "segunda amortización" (comparándola con la de Mendizábal) el paquete de medidas liberalizadoras de junio de 1996, muchas de ellas meramente enunciativas. Ello en un país que ha pasado en sólo veinte años de ser una sociedad autárquica a gozar y sufrir en primera línea los efectos de la globalización.Estos días he tenido ocasión de leer el manuscrito de un libro -que será publicado en pocas semanas- que explica metodológicamente que la política económica no es flor de un día; que en España no ha habido grandes bandazos en esa política desde el primer Gobierno de Adolfo Suárez: La economía española ante la moneda única, del economista Jordi Sevilla. En este texto se demuestra qué la política económica de la democracia ha sido una labor de Penélope; un continuo tejer, y a veces destejer, en la misma dirección; la economía de la democracia ha acometido el proceso de liberalización y apertura exterior más importante de la historia, a la vez que se ponía en pie un Estado moderno y descentralizado con un potente sector público, compatible con la privatización de importantes enclaves económicos.

La firma de los Pactos de la Moncloa en octubre de 1977; el programa económico a medio plazo 1983-1986 que aplicó el PSOE nada más ganar sus primeras elecciones generales en 1982; las medidas preparatorias para la entrada de España en la Comunidad Económica Europea en 1986; los programas de convergencia consecuencia de la firma del Tratado de la Unión, en Maastricht, todos ellos son hitos de la misma clase de política económica, y tuvieron, en general, su continuidad con la aplicada por el Gabinete de Aznar. En cada uno de estos actos variaron los énfasis, la graduación distributiva, a veces las prioridades, pero tienen la coherencia de preparar a nuestro país para la Unión Europea y, más allá, para la competitividad internacional.

Pretender, como se insinúa ahora con frecuencia, que hay un punto y aparte con el cambio de Administración de marzo de 1996, es revisar la historia desde un punto de vista muy interesado.

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