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VUELTA 97

Una carrera imprevisible

Abraham Olano está dispuesto a convertirse en el campeón de la Vuelta a España

Carlos Arribas

No estarán ni Ullrich ni Virenque, tampoco Pantani. Así que si creemos que el Tour establece la verdadera jerarquía del ciclismo, será el cuarto de la carrera francesa, en la razón Abraham Olano, quien debe ganar la Vuelta. Segundo deberá terminar Escartín (quinto en el Tour) y tercero Jiménez (octavo). O, sea, podio completamente español. El ciclismo patrio en los altares y a otra cosa. Entonces, si está todo decidido, ¿para qué irse todos a Lisboa el sábado? ¿Para qué disputar las 22 etapas, llegar a los cinco finales en alto y correr 86 kilómetros contrarreloj? ¿Qué pintan 198 corredores dándose una paliza? Por varias razones.Todas las especulaciones basadas en resultados pasados suelen conducir, hablando de ciclismo, al fracaso. Hay que llegar al nivel de inevitable, ser un Merckx, un Anquetil, un Hinault, un Induráin o, incluso, hablando de la Vuelta, un Rominger, para poder colgarse el cartel de favorito y satisfacer las expectativas. Y Olano aún no es inevitable, aunque lleve camino de serlo. Todo lo contrario. Hasta ahora son inevitables los detalles -pinchazos, caídas, sorprendentes bajones de forma, falta de equipo- que le han asaltado en casi todas sus citas importantes.

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Tampoco es tan cierto que el Tour establezca una jerarquía intocable si exceptuamos lo tocante al ganador. Hay una intangible diferencia entre quien sale a ganar y quien sale a quedar lo mejor posible. Quien sale a ganar y gana es un campeón; quien sale a quedar segundo y queda segundo, un aspirante. Así que quedar segundo en el Tour no significa automáticamente ganarlo si o participa el primero.

Más argumentos.Hay corredores que se asfixian en el Tour por la dureza del recorrido, inabordable para sus condiciones, y que encuentran en la Vuelta su caldo de cultivo ideal para burbujear incansablemente, mientras los acostumbrados a Alpes, Pirineos y demás recorridos sobrehumanos su quedan sin terreno al que agarrarse. Por eso no hay que despreciar las posibilidades de que Jalabert pueda ganar esta Vuelta. O Zülle. Los dos son los únicos favoritos que saben, además, lo que es ganarla.

En la ronda española intervendrán, además, algunos actores principales ausentes en el Tour. Estará Pável Tonkov, el ruso que privó a Abraham Olano, precisamente, de la maglia rosa del Giro 96. También aparecerán otros protagonistas de la carrera italiana, ausentes en Francia, como Zaina, el viejoChiappucci, Gontchar y Noé.

Todo ello puede sonar a cháchara sin fundamento, pero hay un argumento irrebatible: la Vuelta es, y siempre ha sido, una carrera imprevisible. En el Tour la única ley la marca la dureza. El más fuerte siempre gana. El pelotón en conjunto anula la estrategia de los equipos. No hay noticias de emboscadas triunfantes los últimos años. En la Vuelta, en cambio, son habituales los golpes de efecto que dejan a los favoritos sin agarradero. Los abanicos los días de viento previsiblemente irrelevantes; las escapadas locas en zonas de media montaña. Casi nadie respira tranquilo ningún día.

Pero volvamos al principio. Olano es el máximo favorito -por Fin un favorito español- no sólo porque haya sido el mejor en el Tour de los participantes en la Vuelta. Tiene sus armas y la ronda española se pliega a ellas. Dado el trazado -subida a Sierra Nevada, contrarreloj en Córdoba, cuatro finales en alto seguidos y más contrarreloj, en Alcobendas- el ciclista guipuzcoano, el mejor contrarrelojista del pelotón, podría salir perfectamente de amarillo de Córdoba y disputar el resto de la Vuelta a la defensiva, ejercicio que tanto le gusta a él y en el que su equipo, el Banesto, es consumado maestro. La Vuelta deberá ser su confirmación. Por primera vez en su carrera no tiene excusas para no ganar. Y él, el amante de los desafíos imposibles, no puede dejar pasar de lado este reto.

Lógico también podría ser que Escartín terminara segundo. La montaña de la Vuelta no es la del Tour y el aragonés siempre se ha mostrado inferior al vasco en este terreno en España. Y más aún en las contrarreloj.

¿Y dónde dejamos a Jalabert y Zülle? ¿Y a Tonkov? El francés no podrá hacer jugar el factor sorpresa que tan bien le fue en 1995. Tampoco la debilidad de su rival, el Olano aislado, sin equipo, de aquel año. Su margen de maniobra quedará reducido al mínimo. No se le ve capacidad de enjugar en la montaña el déficit que acumulará en las contrarreloj frente a Olano. Zülle, el ganador del 96, sería una baza más segura si no jugaran en su contra los sucesos del verano: la caída, la precipitada participación en el Tour, la recaída, el abandono en Francia, el fichaje por el Festina para el próximo año, la recuperación en agosto. Todo le ha dejado convertido en incógnita con resultado probablememte negativo. Su director, Manolo Sáiz, admite, por lo menos, que llega a Lisboa "con cierto retraso en su preparación". Y el ruso... Tonkov ganó un Giro a la medida de sus condiciones, con una contrarreloj mínima y una montaña desmesurada. Y en la Vuelta habrá una Sierra Nevada, un Brañillín, un Morredero, un Naranco y unos Lagos, pero no un Mortirolo.

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Sobre la firma

Carlos Arribas
Periodista de EL PAÍS desde 1990. Cubre regularmente los Juegos Olímpicos, las principales competiciones de ciclismo y atletismo y las noticias de dopaje.

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