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Editorial:
Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Un problema europeo

ALBANIA CONSTITUYE un problema para toda Europa, no una crisis en un pequeño y paupérrimo país. La pérdida de control de la situación podría devenir en una bomba que hiciera a su vez estallar el polvorín sobre el que se asienta este Estado. Por ello, la Unión Europea (UE) y Estados Unidos deben tomar cartas en el asunto. Hay mucho en juego.El origen concreto de la crisis está en la quiebra de unos fraudulentos sistemas piramidales de enriquecimiento rápido en los que una de cada cuatro familias. albanesas había depositado, y por tanto perdido todos su ahorros. Pero llovía sobre mojado. Las elecciones parlamentarias de mayo pasado estuvieron plagadas de irregularidades que provocaron protestas populares. Ante la crisis financiera, el Gobierno no ha sabido cómo reaccionar ante las crecientes movilizaciones, salvo para establecer tras un voto parlamentario un estado de emergencia de una dureza excepcional.

La UE y Estados Unidos pueden y deben presionar sobre el recién reelegido presidente Safl Beshira, a fin de convencerle de que pacte con la oposición socialista una salida a la crisis. No será fácil, una vez que Beshira ha hecho ya uso de una dura represión y ha resucitado los fantasmas rojos del comunismo pasado como agitadores de una nueva revolución. Pero elemento central de toda solución debe ser la convocatoria de elecciones generales anticipadas y con supervisión internacional.

En un país desarticulado y sin ley, en el que las instituciones no cuentan, las mafias son poderosas, y hay numerosas armas en circulación, se corre el riesgo de que los violentos acontecimientos de los últimos días -que se han cobrado ya varias vidas- degeneren en una guerra civil. Tal conflicto no quedaría limitado a Albania sino que correría como la pólvora hacia la vecina Kosovo, la provincia serbia de población mayoritariamente albanesa, e incluso a la vecina Macedonia. Y de ahí a una nueva guerra de los Balcanes, con efectos sobre la propia Bosnia, donde hay soldados españoles y de otras nacionalidades, hay pocos pasos.

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Grecia e Italia, como países más afectados por posíbles nuevos éxodos masivos de Albania, son los primeros interesados en que la situación quede bajo control. Pero no bajo el control del estado de emergencia, los disparos de la policía, el toque de queda y la censura, que resultan intolerables en la Europa de hoy. Las medidas excepcionales deben levantarse de inmediato. La dimisión del Gobierno del primer ministro, Aleksander Meksi, presenta una oportunidad para constituir un Ejecutivo de transición, ya sea de concentración nacional o de gestión, hasta las nuevas elecciones. El Gobierno y los socialistas deben pactar para lograr que los albaneses regresen a sus casas y dejen la calle. Estos sólo lo harán de forma voluntaria si ven ante ellos un porvenir mejor que el pasado que tanta frustración les ha generado. Su primer contacto con una experiencia de economía de mercado -en este caso, la faz más perversa del capitalismo salvaje- no podría haber sido peor. Por ello es aun mayor la necesidad europea de ayudar a Albania a salir de su atolladero.

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