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La justicia británica rectifica y libera a tres condenados tras más de 18 años en prisión

La pena se basó en una falsa confesión tras el asesinato de un niño de 13 años

Tres hombres condenados por un asesinato que no cometieron fueron puestos ayer en libertad por el Tribunal Supremo de Londres, que consideró errónea la sentencia que les ha mantenido en prisión más de 18 años. Vincent, y Michael Hickey y James Robinson, convictos del caso Bridgewater, conocido así por el nombre de la víctima, un niño de 13 años, fueron recibidos con gritos de alegría a la salida del tribunal. Durante 18 años, un puñado de activistas, y familiares de los liberados promovieron una campaña de denuncia contra un juicio en el que la única prueba concluyente fue la confesión arrancada mediante engaños y malos tratos a un cuarto condenado, muerto en la cárcel en 1981.

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La revisión del caso Bridgewater cierra un capítulo negro para la justicia británica, que en los años setenta amañó juicios tan escandalosos como los de los cuatro de Guilford y los seis de Birmingham.Michael Hickey, el más joven de los liberados, besó el suelo de Londres al salir del Supremo. Quería probar el sabor de la libertad tras casi 19 años de una reclusión a la que ni los detenidos ni sus familiares llegó a resignarse. En ese tiempo, el caso ha sido objeto de seis investigaciones policiales y ha llegado dos veces al Supremo.

El panel de jueces del Supremo se limitó ayer a conceder la libertad provisional a los tres hombres por considerar "erróneo que permanezcan en prisión". Sin embargo, es tal el número de pruebas que han de ser reexaminadas que la revisión no se iniciará hasta el 10 de abril.

Los jueces analizarán algunos de los flagrantes y deliberadas maniobras policiales en la investigación del asesinato, en septiembre de 1978, de Carl Bridgewater, un repartidor de periódicos de 13 años que recibió un tiro en la cabeza al sorprender a unos ladrones en una granja cerca de Birmingham. Por ejemplo, nunca llegó a mencionarse en el juicio celebrado un año después, el hallazgo en la bicicleta del niño de unas huellas dactilares que no correspondían a los detenidos.

Pero la cuestión clave que decidió al ministro del Interior, Michael Howard, a enviar de nuevo el caso a los tribunales, es la confesión arrancada mediante engaños y coacciones al cuarto acusado, el fallecido Patrick Molloy.

Nuevas técnicas de análisis forense de documentos permitieron comprobar en 1990 la presencia de marcas de una escritura anterior en el papel usado en la declaración del detenido. Se trataba de la supuesta confesión de Vincent Hickey, una pieza de prueba que la policía había presentado a Molloy para convencerle de que no valía la pena negar su culpabilidad. Hickey siempre negó haber redactado confesión alguna, y los expertos comprobaron que ni la escritura ni la firma correspondían a la del verdadero Hickey, sino al ya fallecido detective John Perkins.

La sección de la policía de West Midlands a la que pertenecía Perkins, fue disuelta en 1989 debido a la práctica sistemática de fabricación de pruebas en decenas de casos. El primer ministro, John Major, mencionó ayer la posibilidad de que se abra una, investigación sobre la actuación policial en este caso.

Así se hizo cuando se demostraron erróneas en 1989 y en 1991, respectivamente, las condenas contra los cuatro de Guilford, que pasaron14 años en la cárcel por la supuesta colocación de una bomba en un pub en esa barriada de Londres que mató a cinco personas, o las de los seis de Birmingham, presos durante 17 años sin ser culpables del atentado terrorista que se les imputaba. En ambos casos la actuación policial recibió críticas muy duras, pero ningún agente implicado fue procesado o sancionado.

Los tres liberados insistieron ayer en que desde un principio la policía supo que eran inocentes e hicieron un llamamiento a la familia de Carl Bridgewater para que les acompañe en la nueva vista. "A ellos más que a nadie les ha fallado la justicia", declaró Víncent Hickey, de 44 años en la conferencia de prensa convocada tras la liberación. "Estoy feliz, pero nada en el mundo me compensa de 18 años en prisión", declaró el mayor de los primos Hickey.

"Estoy encantado, pero me indigna que hayan tenido que pasar 18 años y medio en la cárcel", comentó Jim Nichol, abogado de los tres hombres y uno de los pilares de la campaña por la liberación de los tres de Bridgewater, junto al periodista Paul Foot y Ann Whelan, madre de Michael Hickney.

"Nunca me di por vencida. Me dediqué, a recuperar pruebas, a grabar nuevas declaraciones a los testigos que habían mentido en el juicio. Peleé y peleé hasta conseguir su libertad", dijo ayer Ann Whelan.

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