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Tribuna:COMER, BEBER, VIVIR
Tribuna
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Algo así como una guarradita, y gente pulcra

Dirá alguien que queda un tanto exagerado eso de la guarradita ligada a la España donde tanto tenderete casero prueba un sentido de la limpieza. Pero el hecho es rotundamente hispánico, es maloliente y sucio, y sería impropio rebuscar eufemismos (que se sepa: ni en un solo país occidental se practica la guarradita). Pretendí hablar de España como vertedero, como contenedor o basurero. Pero una chispa de lucidez me dice que lo más idóneo y decente, desde el punto de vista de la historia patria, es lo de la guarradita. ¡Requetebién!Claro, lo más primero que se me hizo letra impresa fue el lema, "España es una papelera", porque de papeles se trata. Pero un papel es cosa demasiado seria para equivocarla. Y una papelera es una papelera. Y España no es una papelera: ¡qué más quisiera!

Cualquier diccionario dice, y dice sobre la alcurnia del papel: "Es una hoja seca y delgada fabricada con toda clase de sustancias vegetales molidas y que sirve para escribir, imprimir, envolver, y más y más". Y lo antedicho, en papel de hilo, de arroz, pintado... Y para más alcurnia hay papel autográfico, papel biblia, papel de barba, papel de culebrilla o de seda, papel de estaño o de plata, papel de estraza o de añafea, papel de fumar, papel de Estado, papel de tinta, papel de tornasol, puntos suspensivos hasta llegar, por citarlo más que nada por la nobleza de sus entrañas, al papel moneda, que cualquiera sabe que es el que crean los Gobiernos para no agobiar los bolsillos de los pantalones del prójimo con el peso de las monedas metálicas.

Ninguno de los papeles referidos es causante de la guarradita nacional. Pero todos, o casi todos, esos papeles, manipulados por españoles, hacen de esta geografía una guarradita, una merde, un asco. Veamos: ¿sería exagerado decir que en España hay, por lo menos, unos 500.000 bares o similares?

Pues bien, a pesar de la Unión Europea, de la hidalguía de Abel Matutes y de la chulería reformadora de Felipe González, millones de españoles chatean, tapean, se descojonan de risa y, a diario, varias veces al día, en un bar o tasca o taberna o chigre, o similares, beben lo que beben, comen lo que comen y, a renglón seguido, echan mano de la servilleta de papel que les ofrece el servilletero y restriegan el morro con la inocente servilleta de papel y la arrebujan con la mano pecadora y la tiran al suelo, sin miramiento que valga...

Un bar, después del chateo, es un espectáculo de risa mala. Y de tristeza. Todas las servilletas, arrojadas con impudicia al suelo, simulan una muralla entre la educación y la canalla, son el retrato dudoso de una sociedad que cuando dice "buenos días" es como si marrulleara con lo más puñetero de su lengua: "¡Anda, que te den morcilla!". El otro día tomaba una copa con dos jóvenes que, acaloradamente, desencadenaron la batalla de las servilletas de papel contra el suelo, y algo les dije... Y en un entreacto provocado por una cuarta persona que llegó hasta nosotros, uno de los muchachos se explayó: "España es España y somos así". Y le gritó al camarero: "Cándido, venga, sírvenos otros chatos, cojones". En estos trances, la mejor terapia consiste en ir a Tordesillas (Valladolid), a casa de Jeremías (983 77 0123), donde todo es sabiduría y limpieza contagiosa; ¡y qué carnes y qué vinos! También es muy posible y barato comprar una botella Pago de Carraovejas del año grande de 1995 (como el 96 y como el 94); es de Ribera del Duero, y una botella así, tan transportable, por joven, y tan sabroso y tan coloreado. Y a degustar sin guarrerías papélicas. Otro vino liberador: el Jean León, catalán del Penedés, inenarrable, como el Chivite navarro.

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