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POLÉMICA SOBRE LA UNIÓN MONETARIA.

La ofensiva contra la entrada de los países del Sur en el euro desata una tormenta política

Xavier Vidal-Folch

, La tormenta política en tomo a la unión monetaria descargó ayer chuzos de punta. A las declaraciones de varios banqueros, sobre todo alemanes, lanzadas en el foro de Davos contra el ingreso de la lira en el grupo de cabeza del euro, se unió la revelación de un polémico plan en ciernes que situaría a Italia, España y Portugal, en un grupo con estatuto intermedio entre las monedas in y las out.La mecha contra los países del llamado Club Mediterráneo prendió en Davos. Luego, el canciller alemán, Helmut Kohl, recordó su tradicional lema según el cual es más importante el cumplimiento de los criterios de Maastricht que el calendario del euro. Y ayer, el Financial Times desveló un "estatuto intermedio" para los mediterráneos, en proceso de elaboración por altos funcionarios de los bancos centrales de la Unión Europea, justo en vigilias de que los ministros de Finanzas del G-7 se reúnan, el sábado, en Berlín.

El estatuto perseguiría a un tiempo calmar a la opinión pública alemana, temerosa de que la lira contamine la fortaleza del euro, y hacer digerible a italianos -pero también a españoles y portugueses- un retraso hasta el año 2000 en su acceso a la moneda única, salvando la cara de sus Gobiernos. ¿Cómo? Con un mecanismo transitorio por el cual el Consejo Europeo se comprometería a acogerlos una vez alcanzasen los criterios de convergencia -expresado en bandas de fluctuación más estrechas que las del SME/bis entre sus divisas y el euro, entre otras medidas- y se les reservaría uno o dos puestos en la Ejecutiva del Banco Central Europeo.

Prodi protestó enseguida por la "constante repetición de historias falsas" (véase información adjunta), así como los otros afectados. Pero la reacción más interesante fue la del luxemburgués Juncker. Es pequeño, pero matón, en el sentido noble de la palabra: influyente. El fue el gran muñidor del acuerdo en la cumbre de Dublín sobre el Pacto de Estabilidad, se le escucha en Bonn y en Francfort y tiene ascendiente en el sur, por su europeísmo militante.

El mandatario minimizó el proyecto, al señalar que su contenido "no es una sorpresa", pero que no hay nada oficial. Y, sobre todo, desdeñó la "manera nórdica" de establecer barreras geográficas entre el norte y el sur de cara a la unión monetaria. "Hay diferencias entre cada uno de los países del sur", proclamó, en lo que se interpretaba como un capote indirecto a España.

En lo demás se atuvo a la doctrina oficial: la selección será decidida por los jefes de Estado o de Gobierno en la primavera de 1998. Le apoyó el presidente de la Comisión, Jacques Santer, al rechazar las "especulaciones" y propugnar que "un número sustancial de países" entren en el euro. El portavoz del comisario de Asuntos, Monetarios, Yves-Thibault de Silguy, auguró que entrará un "número significativo de países", y recordó que los excluidos serán reexaminados cada dos años, o a iniciativa propia.

En el Parlamento Europeo, el ministro holandés de Finanzas, Gerrit Zalm -a principios de enero clamó contra la "histeria" de los del sur por acceder al euro y propugnó una unión monetaria reducida- se atuvo también a la doctrina canónica, recordando que "los Estados miembros que cumplan los cinco criterios deben ser autorizados a unirse".

Lo que parece evidente es que este episodio tormentoso se repetirá a lo largo del largo año decisivo previo a la criba. Los Gobiernos serán oficialmente prudentes, pero nadie impide a banqueros u otros líderes lanzar sus quinielas y desatar mini o maxitormentas que pueden perjudicar a una u otra divisa, rompiendo el encantamiento de los mercados. Contra este virus, la Comisión no dispone de antibióticos, como reconoció ayer el portavoz de De Silguy. Sólo enarbola la socorrida frase: "El Tratado, todo el Tratado, pero sólo el Tratado?".

El ministro de finanzas, Theo Waigel, desmintió que Alemania pretenda retrasar el ingreso de Italia. Waigel asegura que no tiene conocimiento de semejantes planes, ni de presiones. Kohl insiste en que los países "tienen que hacer los deberes" y en su día se verá quién pasa el examen, "nosotros incluidos". Claro que una cosa es lo que dicen los políticos y otra los mensajes de banca y economistas, informa José Comas.

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