Los ataques a la librería Lagun
Apenas habían pasado seis horas, y a escasos metros de los templos de Santa María y San Vicente, donde se recordaba públicamente el texto de san Juan "al principio fue la palabra", texto que también el día de Navidad pudieron oír los encerrados en el Buen Pastor; fue entonces cuando un grupo, presumiblemente de jóvenes euskaldunes, arremetía con saña y a brotxazos de pintura contra las palabras todas, en euskera y en erdera, recogidas en los muchos libros que la librería Lagun difunde desde los soportales de la plaza donostiarra de la Constitución. De las dos grandes tradiciones culturales, la bíblica, que otorga primacía a la palabra, y la corriente prometeica, representada por Lucrecio (De rerum natural) y Vitruvio (Los 10 libros de la arquitectura), cuya primacía está en el fuego; es bastante probable que los agresores ignoren tanto la una como la otra. Por ello, han arremetido, quizá sin darse cuenta, también contra el euskera. Si aceptamos que la lengua está en la base de nuestra identidad, y es un hecho cultural tan multiforme como indivisible, es probable que en vez de enzarzarnos en polémicas complejas acerca de la posibilidad de un pueblo vasco sin el euskera nos ocupemos de problemas algo más primarios y de pura intendencia. Quizá debamos preguntarnos hoy y operar en consecuencia: ¿sobrevivirá la idea de Euskal Herria ante tanta barbarie y sinrazón como la que se vierte en su nombre? Mientras tanto, vaya mi solidaridad hacia María Teresa Castells y el diputado Latierro y hacia las víctimas todas del odio y la tortura.-
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