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El laberinto de González

Los socialistas diseñan una oposición sin dramatismos, convencidos de que el tiempo es su mejor aliado

Un conjunto de factores impiden al PSOE practicar una oposición contundente, pero, paradójicamente, ese perfil es considerado por los socialistas el más eficaz para desgastar al Gobierno.Los, socialistas se adecuan a la oposicion con las tribulaciones propias de quienes han interiorizado el uso del poder. Esta circunstancia se agrava por la decisión de situar a los antiguos ministros en la vanguardia de la crítica al nuevo Ejecutivo. Cinco meses después de desalojar sus despachos, los antiguos altos cargos conservan el tono ministerial en sus intervenciones. En el caso de González esta tendencia parece irreversible.

Además, los socialistas carecen de palancas que actúen como contrapoder de un PP que monopoliza prácticamente todos los niveles de gestión. El PSOE sólo controla cuatro capitales de provincia y tres Gobiernos autonómicos.

La convivencia interna presenta también numerosas aristas. Las heridas son profundas en una organización sumida desde hace años en una batalla campal, pese a que la confección de las listas y el resultado del 3-M redujeron drásticamente los. apoyos de Alfonso Guerra en la estructura del partido.

Hacia afuera los socialistas tienen un largo camino por recorrer. Han comenzado una lenta reconstrucción de sus relaciones con los movimientos sociales. (sindicatos, feministas, pequeños empresarios, etcétera), con quienes sostuvieron numerosos enfrentamientos en la década pasada. La imponente fuerza parlamentaria del PSOE es un elemento a su favor frente a la competencia de IU. El primer tropezón se ha producido ya, al firmar los sindicatos un acuerdo con el gobierno sobre pensiones.

La táctica de los hombres de Aznar de legitimar sus actos de gobierno por contraste con los del anterior ejecutivo es otro factor qué dificulta una oposición más contundente.

Finalmente, el alejamiento de González durante estos meses de la política activa, la descompresión, ha desorientado a las huestes socialistas. La dependencia del PSOE respecto de su líder es tan completa que ha, traspasado las barreras de la política para adentrarse en el campo de la mística.

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La figura de Felipe González define en gran medida la estrategia de oposición socialista. Los tres últimos años han deteriorado gravemente la imagen del ex presidente, hasta el punto de que debe cuidar su andadura fuera del poder, apartándose en estos compases de la legislatura de las reglas clásicas del juego Gobierno-oposición.

El primer objetivo de González consiste en suavizar el clima de crispación de la pasada legislatura porque tarde o temprano termina por salpicarle. Su tono moderado pretende contribuir a devolver la normalidad al debate político" sin agresividad ni dramatismo, que es el escenario, imprescindible para una futura remontada política.

Segundo elemento: las fuerzas que apostaron por el relevo de los socialistas en el poder tienen como argamasa común el antifelipismo. La discreta presencia de González ha posibilitado que afloren contradicciones en este bloque. Una aparición tronante del líder socialista los cohesiona de inmediato.

Finalmente, está el factor tiempo. Salvo implicaciones personales en la oleada de escándalos, el tiempo corre a favor de González. El impacto del os escándalos se ha ido amortiguando en la opinión pública, y lo previsible, según los socialistas, es que al final de los cuatro años teóricos de esta legislatura se rebaje todavía más. Por el contrario, los días de vino y rosas de Aznar pertenecen al pasado, por las propias implicaciones del acto de gobernar. Los compromisos que está adquiriendo el nuevo Gabinete empiezan a tejer una madeja que pondrá a prueba la habilidad del presidente para no dejarse atrapar por ella. Llegado ese momento comenzará realmente el duelo Aznar-González.

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