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Absténganse novias

Una sala de fiestas prohibe la entrada a las recien casadas 'vestidas de ceremonia'

Antonio Jiménez Barca

Después del banquete, y tras una veintena de invitados, entró la novia el viernes por la noche a la sala de fiestas La Riviera y cuando llevaba unos minutos en el interior se le acercó un empleado: "Oiga, así, vestida de ceremonia, no se puede estar aquí". Cara de pasmo de la recién casada, que se hizo la remolona un rato. A los cinco minutos el mismo empleado volvió a la carga: "Acompáñeme". "Y me llevó a un despacho", cuenta la novia, Aurora Alcocer, de 40 años. "El día de mi boda y yo encerrada en un despacho con un tipo que me decía que si quería seguir en el local tenía que cambiarme", prosigue. "Me entraron ganas de llorar", añade.Al momento acudieron en su auxilio una amiga invitada y el novio, vestido, por cierto, con un chaqué, una camisa plisada y pajarita. Intentaron convencer al empleado, que se mantuvo en sus trece: vestida de novia, ahí no entraba ni Lady Di.

La amiga, Reyes Hernández, recurrió primeramente a un argumento estético: "El traje no es el de la típica novia. Es discreto y elegante". No sirvió. A pesar de la elegancia y de la discreción, el vestido delataba a la recién casada. Entonces apeló a un argumento feminista: "Pues no sé por qué la novia se tiene que cambiar y el novio no, porque también canta lo suyo vestido como está y también se nota que va de boda". Tampoco funcionó.

Al final, tras un rato más de discusión, con los invitados desperdigados por la sala y por no liar más el asunto, la novia se fue a casa, se cambió, y volvió. "Aunque maldita la gana que tenía de volver, pero, claro, no era plan de ponerse a buscar uno por uno a los invitados y decirles que nos íbamos a otro sitio a las tres de la mañana", añade Aurora.

Un portavoz de la sala, Alejandro Suárez, explicó ayer el motivo de esta fobia a los vestidos de novia: "Es para que el local no pierda su estilo; no queremos que se convierta en un lugar típico de bodas. Los clientes habituales pueden sentirse incómodos", cuenta Suárez. "Cuando se hacen reservas para bodas, especificamos siempre lo siguiente: no pueden entrar ni menores de 15 años ni novias vestidas de novias", añade.

En el caso de Aurora Alcocer no se hizo reserva. Pero ésta afirma que no vio en ningún sitio que no pudiera entrar tal y como iba vestida.

Suárez cuenta que junio, julio y septiembre son los meses elegidos por las parejas para casarse y celebrarlo. "Recibimos unas 12 ofertas por semana, y sólo aceptamos tres o cuatro y por la misma razón anterior: no queremos que la sala pierda su ambiente".

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El "ambiente" de la sala, para la novia, está claro: "El viernes se celebraron allí tres bodas, y se notaba mucho que eran bodas: la gente vestida en plan fiesta y comportándose como en las bodas: el estilo de la sala era el del típico bodorrio".

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Sobre la firma

Antonio Jiménez Barca
Es reportero de EL PAÍS y escritor. Fue corresponsal en París, Lisboa y São Paulo. También subdirector de Fin de semana. Ha escrito dos novelas, 'Deudas pendientes' (Premio Novela Negra de Gijón), y 'La botella del náufrago', y un libro de no ficción ('Así fue la dictadura'), firmado junto a su compañero y amigo Pablo Ordaz.

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