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La estaca de Drácula

El combate por el sufragio universal, es decir, por la extensión del voto a toda la población adulta sin distinción de sexo, recursos económicos y nivel educativo, alimenta un heroico capítulo de la épica de la democracia. La historia muestra los lentos y difíciles, avances conseguidos durante los últimos doscientos años por el principio "una persona, un voto", fundamento último de los sistemas democráticos. Aunque las barreras erigidas por el sufragio censitario de los propietarios y por las demás restricciones al voto de las clases populares empezaron a ser derribadas en la segunda mitad del siglo XIX, las dictaduras del siglo XX (fascistas, comunistas, militares o fundamentalistas) obligaron a reanudar la lucha. La movilización de las sufragistas en pro del voto femenino consiguió sus objetivos en Gran Bretaña después de la gran guerra, y en Francia e Italia, tras la Segunda Guerra Mundial. Mientras la discriminación electoral de los negros sobrevivió en Estados Unidos a la Guerra de Secesión, Suráfrica mantuvo el régimen de apartheid hasta hace pocos años.Aunque la Constitución consagra el principio del sufragio universal y garantiza la igualdad de los españoles ante la ley, las pasiones sectarias movilizadas por las elecciones han. disparado alarmantes agresiones simbólicas contra esa irrenunciable conquista democrática: las despectivas condenas del voto cautivo de los jornaleros, desempleados y pensionistas dictadas por algunos formadores de opinión, desconcertados e irritados ante la resistencia ofrecida por nueve millones largos de electores a sus deseos y pronósticos sobre la desaparición de los socialistas de la vida pública, traen al recuerdo las restricciones al sufragio de los ciudadanos de bajos ingresos o deficiente educación defendidas hace siglo y medio por el liberalismo doctrinario.

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El desprecio hacia los votantes socialistas salpicó también algunos comentarios radiofónicos en la noche electoral del 3-M a partir del momento en que las desmesuradas expectativas sobre una aplastante victoria del PP y un hundimiento catastrófico del PSOE empezaron a derrumbarse. Un escritor que suele alardear de sus sentimientos cristianos rindió homenaje a las virtudes teologales de la fe, la esperanza y la caridad al exteriorizar el deseo de que la siguiente convocatoria electoral sea precedida por la muerte de los votantes del PSOE a fin de que el PP pueda alcanzar finalmente la mayoría absoluta; el director del diario El Mundo explicó a los oyentes que los electores socialistas de la España profunda son fieles a una escala de valores que ya no está vigente en la Europa civilizada.El equipo de sociólogos que preparó la encuesta publicada por el diario Abc el 25 de febrero, según la cual el PP obtendría entre 176 y 184 escaños y el 44,1% de los votos mientras el PSOE conseguiría entre 117 y 125 diputados y el 32,5% de los sufragios descarga sobre los votantes socialistas las culpas de sus propios errores. Así, los nueve millones largos de sufragios obtenidos por el PSOE serían una agregación de voto subvencionado (depositado por los jubilados y los perceptores del PER en Andalucía y Extremadura), voto vergonzante (deslizado por quienes apoyan a los socialistas a sabiendas de que son corruptos), voto del olvido o del perdón (emitido por gentes de "escasa elegancia moral"), voto del miedo (extorsionando a "personas impresionables con escaso nivel formativo e informativo") y voto manipulado (arrancado mediante el lavado de cerebro de RTVE). Esas "aberraciones" llevan "a la sospecha de que la democracia se halla menos asentada (en España) de lo que creíamos". Visto ese pesimista panorama, no sería extraño que algún exaltado líder de opinión propusiera en el futuro, como vía para acabar con los deletéreos efectos causados en la vida pública por los socialistas, recurrir al procedimiento aplicado ya con notable éxito contra el conde Drácula: clavar una estaca en el corazón de todos los dirigentes, cuadros, militantes y votantes del PSOE.

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