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EL ESPAÑOL DE AMÉRICA VUELVE A LA ACADEMIA.

Vargas Llosa reivindica a los clásicos

El escritor hispano-peruano ingresa en la Real Academia Española con un discurso sobre Azorín

Andrés Fernández Rubio

Apadrinado por los tres miembros de número más antiguos de la Real Academia Española -Camilo José Cela, Rafael Lapesa y Pedro Laín-, el escritor hispano-peruano Mario Vargas Llosa, de 59 años, ingresó ayer en esta institución leyendo un discurso dedicado a Azorín. "Con todo el impudor de que soy capaz les confieso que me siento verdaderamente feliz zambullido en esta levita", comenzó diciendo el nuevo académico, que ocupará la letra L y cuyo ingreso reunió ayer a destacados escritores e intelectuales en una ceremonia presidida por los Reyes. Vargas llosa mostró en su discurso de ingreso la ambigua y apasionada relación que todos los lectores mantienen con sus autores favoritos. Destacó al Azorín ensayista, divulgador de los clásicos castellanos, como a uno de los más "elegantes artesanos de nuestra lengua" pero deploró sus novelas como monumentos al bostezo y consideró lamentable su adscripción al franquismo.El ingreso de Vargas Llosa supone de alguna manera el retorno del español de Latinoamérica a la Academia, que contó en el siglo XIX con un representante colombiano y otro mexicano. Entonces no existía la norma de que los miembros de la institución deberían tener la nacionalidad española -Vargas Llosa la obtuvo en 1993- y muchos países hispanohablantes carecían de Academia de la Lengua.

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La antigüedad es un grado

En su discurso, Vargas Llosa lamentó la falta de ambición de Azorín; su capacidad para llegar al alma de los objetos pero no de las personas; su carácter ideológico acomodaticio y pasivo y su incapacidad para la novela. Pero, a pesar de tales inconvenientes, Azorín le sigue deslumbrando por diversas razones. "Desde que lo descubrí en 1952", dijo, "siempre he estado leyendo o releyendo a Azorín, con una admiración y un cariño que se renuevan como las estaciones. Sus libros me han acompañado en trenes, hoteles, aviones, ómnibus, hasta convertirse en amuletos sin los cuales no me atrevería a emprender un viaje. Creo entender las razones por las que vuelvo siempre sobre un puñado de autores, pero mi devoción por Azorín me descoloca, pues, en muchos sentidos -en su manera de ser y de ver el mundo, en lo que le gustaba y disgustaba, en sus modelos y en sus conjuros- creo estar bastante lejos de él y acaso, en sus antípodas".

Esa devoción por la obra de José Martínez Ruiz, Azorín, comenzó tras la lectura de La ruta de don Quijote (1905), "uno de los más hechiceros libros que he leído", dijo Vargas Llosa. "Aunque hubiera sido el único que escribió, él solo bastaría para hacer de Azorín uno de los más elegantes artesanos de nuestra lengua y el creador de un género en el que se alían la fantasía y la observación, la crónica de viaje y la crítica literaria, el diario íntimo y el reportaje periodístico, para producir, condensada como la luz en una piedra preciosa, una obra de consumada orfebrería artística".

En La ruta de don Quijote, Azorín estuvo cerca de la obra maestra que siempre rehuyó escribir, añadió. Vargas Llosa, "como si proponerse algo ambicioso hubiera sido incompatible con su moral de escritor que eligió, por idiosincrasia, pereza o ascetismo intelectual, vivir confinado en el arte menor".

Réplica de Cela

Esta referencia a la falta de vuelo de Azorín motivó una réplica de Cela en el discurso de contestación a Vargas Llosa. "Yerra [Vargas Llosa], a lo que pienso", dijo Cela, "al afirmar que Azorín, en su férrea estética literaria, se propuso no salir jamás fuera de las lindes y de la estrecha celda del arte menor". Y Cela le recordó al nuevo académico lo que éste acababa de decir sobre La ruta de don Quijote, la referencia a cada una de las 16 crónicas que componen el libro, tan perfectamente concebidas, tan coherentes en sí mismas y tan complementarias con las demás, según Vargas Llosa, "que el conjunto parece rebasar sus límites y emanciparse, a la manera de esas novelas insolentes que se le escapan de las manos a su autor".El nuevo académico también destacó de Azorín la obra Al margen de los clásicos, que tuvo para él el efecto de empujarle por segunda vez hacia El Quijote, "libro que, en el primer intento de lectura, por la oceánica abundancia de palabras y giros desconidos, me había derrotado -como diría Borges- en -los primeros capítulos". "Éste es un aspecto de la obra de Azorín que siempre deberemos agradecer: su labor de escritor puente entre el público profano y los grandes autores del pasado", continuó Vargas Llosa, que apreció de Azorín el que supiera relatar con soberbia amenidad las maravillas que encierran un poema de Góngora, de Quevedo o de Fray Luis, o una novela de Cervantes, y las recompensas intelectuales que recibe quien se atreve a enfrentarse a los laberintos retóricos de El criticón o a las picardías de El diablo cojuelo".

Elogios al nuevo compañero

Los académicos destacaron ayer la personalidad literaria de Vargas Llosa, "que cuenta con una de las obras más importantes en lengua castellana que hay hoy", dijo Emilio Lledó, "por su contenido, la manera de narrar y el fondo muy creativo y observador de la realidad social y sus contradicciones".Para Francisco Rico, la capacidad narrativa de Vargas Llosa la determina su dominio a la hora de crear acciones "con sentimientos, pasiones y hombres enteros". "Es un gran narrador y un intelectual muy articulado, se esté o no de acuerdo con él", añadió Rico, "con unas ideas claras y unas narraciones confusas, dicho esto último también como mérito, porque sabe comprender la ambigüedad y la problemática de las acciones que se cruzan".

Mientras Pedro Laín Entralgo destacó la "precisión, elegancia y justeza intelectual" de Vargas Llosa, Francisco Ayala alabó su variedad y citó la diversión que le produjo la novela Pantaleón y las visitadoras. José Luis Sampedro manifestó que le gustan "la inventiva y el sentido de la vida del nuevo académico, de cuya faceta ensayística y política dijo: "Yo no pienso lo mismo, pero me parece muy respetable".

El director de la Academia, Fernando Lázaro, afirmó: "Esperamos al conocedor de un trozo muy grande del español de América. Su testimonio va a ser constante y su sensibilidad resulta perfecta para estimar lo que queda y lo que pasa en el idioma. Si cumple su propósito de Afincarse en España mayor tiempo, creo que la elección ha valido la pena".

Luis García Berlanga, académico de Bellas Artes, se declaró admirador de Vargas Llosa y dijo coincidir con él en la panorámica de la sociedad. "Tiene todo mi afecto y mi respeto", señaló.

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