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Entrevista:

"Hubo dinero del narcotráfico en la campaña de Samper"

Cuentan que cuando a Charles de Gaulle le preguntaron por que no nombraba un vicepresidente, el general contestó: "No me gustaría ver todas las mañanas a mi viuda rondando por mi despacho". El presidente colombiano, Ernesto Samper, dio con otra respuesta y nombró al vicepresidente embajador en Madrid.Sin embargo, puede que este destino diplomático esté mucho más cerca de la Casa de Nariño (sede de la presidencia de Colombia) de lo que parece. Humberto de la Calle, que vivió en su juventud la bohemia del movimiento literario conocido, como nadaísmo y llegó a la política de la mano del anterior presidente, César Gaviria -fue ministro del Interior en 1993-, es hoy el candidato liberal mejor colocado, según las encuestas, para las presidenciales de 1998. Eso si antes no tiene que suceder a Samper como ha pedido ya el líder del Partido Conservador, Andrés Pastrana, que exige que Samper dimita por la supuesta financiación por el cartel de Cali de su campaña electoral.

Pregunta. ¿Qué hace un vicepresidente de Gobierno a miles de kilómetros de su país?

Respuesta. Comprendo que esta figura constitucional colombiana pueda ser curiosa para algunos extranjeros. La Constitución colombiana no le señala funciones propias al vicepresidente, sino exclusivamente aquellas misiones o encargos especiales que le confíe el presidente de la república. Lo que convine con el presidente es que el primer año de trabajo lo destinaríamos a la modernización del Estado y que después, aprovechando la coyuntura de la presidencia española de la Unión Europea, se haría un despliegue diplomático hacia Europa, particularmente con mi presencia en España.

P. ¿Madrid es la puerta de Colombia a Europa o un trampolín para su candidatura presidencial como fue el caso de Belisario Betancur o el propio Samper?

R. Tres presidentes han sido embajadores en España. Además de los que usted menciona, Guillermo León Valencia. En mi caso, yo no estoy utilizando la embajada como una especie de trampolín. Pero naturalmente que estoy en la vida pública, y pienso que éste no será mi destino final.

P. ¿Eliminó Samper a un rival político con su venida a Madrid?

R. No lo creo porque, entre otras cosas, la Constitución colombiana prohíbe de manera absoluta y tajante la reelección a partir de 1991. Pero evidentemente hay quienes han interpretado mi venida a Madrid como un tipo de jugada estratégica. Yo sigo pensando que básicamente es un compromiso de tipo diplomático, pero al mismo tiempo he reiterado que no dejaré de opinar sobre la vida pública colombiana y que tengo compromisos con las personas que me acompañaron en el pasado formando una especie de matiz diferente al hoy presidente Samper.

P. ¿Puede permitirse Colombia un presidente bajo sospecha?

R. El presidente Samper ha pedido él mismo ser investigado. Creo que es un hecho positivo que no ha sido suficientemente valorado. Lo que está arguyendo Samper es que tiene derecho a ser considerado inoente hasta tanto haya decisiones judiciales, si es que las hay. Yo confío en la palabra del presiente. Me parece que lo que está ocurriendo en Colombia, pese a todo, es positivo. Se está demostrando que hay una fiscalía independiente, que actúa con el apoyo de los colombianos y del propio Gobierno, que hay un Estado de derecho funcionando, que las personas que han tenido, se supone, contactos con la mafia están hoy privadas de libertad y que la política colombiana va a ser más limpia en el futuro.

P. ¿Pondría la mano en el fuego por la honorabilidad de Samper?

R. Me pone usted en un predicamento imposible de resolver, porque un hombre público no puede poner la mano en el fuego por nadie. Lo que quiero significar es que, por mi conocimiento personal del presidente Samper y por su conducta, yo confío en su palabra y anhelo que salga triunfante de esta circunstancia en la que se ha visto envuelto.

P. ¿Puede dar su palabra de honor de que el Partido Liberal no recibió dinero del narcotráfico para la campaña electoral de 1994?

R. No, no, todo lo contrario. Hasta ahora las pruebas y los indicios más bien señalarían que sí hubo presencia del dinero del narcotráfico en la campaña.

P. ¿Usted no tuvo conocimiento de esa financiación ilegal?

R. No, en absoluto. Yo competí en una campaña separada con el presidente Samper, e ingresé posteriormente en la campaña sin responsabilidad alguna de tipo administrativo o financiero.

P. ¿Los conservadores también recibieron ayudas ilegales?

R. Creo que podría haber congresistas conservadores que han recibido financiación ilegal. No soy capaz de decir lo mismo de la campaña de Andrés Pastrana.

P. ¿Y en otras campañas electorales del pasado?

R. No se puede afirmar rotundamente que no. Es posible.

P. La ex embajadora en Londres y ex ministra de Exteriores, Noemí Sanín, acaba de renunciar a su puesto por su deseo de recuperar Ia libertad de crítica". ¿Siente usted la misma tentación?

R. No, en absoluto. Por dos razones. Primero, ahora me parece más necesario la presencia de colombianos en el exterior luchando por la reputación de Colombia. Además, en mi condición de vicepresidente, mi única conducta posible es continuar creyendo en la palabra del presidente, y no tengo tentaciones relacionadas con una hipotética renuncia.

P. ¿Qué opina de la propuesta del líder conservador, Andrés Pastrana, de que Samper dimita y usted le sustituya?

R. Es una posición del ex candidato. Dada mi condición de vicepresidente, la circunstancia de ser llamado a una hipotética sucesión me impide emitir opiniones personales sobre este tema. Pero agregaría que no tengo ningún interés en desestabilizar a Samper y acceder por esta vía a la presidencia.

P. Las encuestas le dan como el candidato favorito del partido liberal. ¿Será candidato en 1998?

R. Sí, es un hecho cierto que naturalmente me satisface. No estoy en campaña, pero serán los hechos del futuro los que determinen cuál debe ser la conducta del liberalismo.

P. Algunos contados han dicho que todo el proceso es "una conspiración neoliberal con origen en EE UU".

R. Desde el pasado ha habido colaboración con EE UU, pero yo no creo en ninguna teoría de la conspiración. Me parece que a veces se desata una sensibilidad nacionalista sobre estos temas que me parece perjudicial.

P. En poco más de un mes después de instaurarse el estado de conmoción interior, en sólo una región, la de Urabá, han sido asesinadas casi 100 personas. No parece que haya servido para mucho, ¿no?

R. Primero quiero aclarar que en Colombia no está imperando la ley marcial. Al contrario, incluso el propio decreto de conmoción interior está siendo materia de revisión constitucional, la prensa sigue funcionando, etcétera. Como usted señala, las medidas no han sido aún eficaces. A raíz de la última matanza se expidieron nuevas medidas bastantes drásticas. Lo que está ocurriendo en Urabá no es un caso de violación típica de derechos humanos imputables a un Estado, sino el enfrentamiento de grupos paramilitares, algunos de ellos cercanos al narcotráfico, y grupos de la Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC), y las víctimas han sido los guerrilleros desmovilizados del Ejército Popular de Liberación (EPL).

P. Colombia debe ser de los pocos países del mundo que sabe cuántas personas serán asesinadas en 1995. Según los cálculos de su Gobierno, de seguir así las cosas, al final de año habrán muerto 31.399 personas. Una exactitud que aterra. ¿Es la violencia el destino de Colombia?

R. Me llaman la atención estos juegos estadísticos. No me parece adecuado este tratamiento metodológico de un problema como éste. Pero el propio presidente Samper señaló, en una alocución en televisión, que Colombia era el país más violento del mundo. Tenemos que revertir esa tendencia. La guerrilla actúa con excesiva crueldad, dispara el paramilitarismo y crea una situación de violencia circular que se repite día a día. La labor del Estado es romper ese círculo vicioso.

P. ¿Se atrevería a decir en qué porcentaje ha penetrado el narcotráfico en la vida política colombiana?

R. Es difícil usar un porcentaje. En el terreno económico es evidente que el narcotráfico produce un efecto, pero no es un efecto determinante como piensan algunos. La buenaventura de la economía colombiana no depende del narcotráfico. Al contrario, hay analistas que piensan que más bien el narcotráfico a sido un lastre, por lo que ha significado en gastos de seguridad, en pérdidas de vidas humanas, etcétera, y además porque un ingreso de divisas por vía clandestina ha llevado a una revaluación del peso que nos ha resultado costoso en términos de competitividad.

La mayor parte de la economía colombiana es bastante sana, las exportaciones como el petróleo o el café no han sido afectadas por el narcotráfico. En la vida política hay contaminación, ha habido intentos de influir en el Congreso; sin embargo, todo esto ha sido derrotado una y mil veces. No somos se diga lo que se diga una narcodemocracia.

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