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Cada uno, en su casa

Juan José Millás

Felipe II, aquel rey tan equilibrado, nombró a la Virgen de la Herrería "alcalde" mayor de El Escorial. Más tarde, Carlos III la destituyó en el cargo, ignoramos por qué. El caso es que Juan Carlos I le ha devuelto esta semana el título. No dejan en paz a las Vírgenes: en pleno agosto, que no está uno para nada, Álvarez del Manzano le puso una condecoración a la de la Paloma. Queda para la historia una fotografía del acto que reúne todos los ingredientes para transfórmarse con el tiempo en un cuadro de Goya.Lo curioso del nuevo atentado contra la Virgen de la Herrería es que le han mantenido el masculino, cuando lo políticamente correcto habría sido renombrarla "alcaldesa". Precisamente dentro de nada va a salir una traducción de la Biblia al inglés donde se arregla esta clase de desperfectos. Así, por ejemplo, los hijos no estarán obligados a "obedecer" a sus padres, bastará con que les "presten atención". Y los justos ya no se colocarán a la diestra de Dios el día de la resurrección de los cuerpos, para no ofender a los zurdos (¿ni a los rejos?).La noticia no dice dónde se sentarán ahora: a lo mejor la resurrección se lleva a cabo en el salón de actos del Ayuntamiento de Madrid y los muertos se van poniendo según llegan. Los incinerados, como necesitan más tiempo para reconstruirse, se quedarán de pie.La corte celestial tiene que estar hasta el gorro de todas estas majaderías, sobre todo si pensamos que la última ha coincidido con la Conferencia Mundial so bre la Mujer en Pekín. O sea, que es una provocación nombrar "alcalde" a una Virgen en un momento así. Quizá por eso, el mismo día del nombramiento, el te niente de alcalde de la localidad fue agredido con una dulzaina y un botijo, lo que sin duda constituye una llamada de atención por parte de los poderes divinos. Los que no creen en los milagros dirán que eso fue casualidad, y yo digo que no. Una casualidad es que te aticen con una dulzaina, vale, o que te tiren un botijo a la cabeza, de acuerdo. Pero que el mismo día, y con un intervalo de segundos, te pasen las dos cosas no puede ser más que un milagro. Y si no, repase los periódicos de las últimas décadas, a ver si encuentran muchas agresiones con dulzaina y botijo: no hay ninguna. Lo normal es que te peguen un tiro o que te coloquen una jeringuilla en el cuello. Pero que de repente, en medio de una romería, aparezca una carreta de la que salen unos sujetos armados de dulzainas y botijos para atacar al vicealcalde, eso no puede ser más que un toque de atención de "arriba" para que dejen de molestar a las Vírgenes. Y yo respeto mucho a los que no creen en los milagros, que para eso esto es una democracia, o lo que sea, pero no comparto su actitud, qué le vamos a hacer.

Y otra cosa: me parece que han metido a Dios en un psiquiátrico. Esto no ha sucedido en El Escorial, sino en Getafe. Hace unos días apareció en las calles de esa localidad un sujeto desnudo que intentaba re dimir de sus pecados a los viandantes. Llevaba sobre el hombro una cruz de Caravaca y afirmaba que era Dios. Pues a la Policía Municipal no se le ocurrió otra cosa que detenerlo e ingresarlo en la unidad psi quiátrica del hospital de Getafe.

Digo yo que si la Monarquía y los municipios se empeñan en llenar de honores mundanos a las Vírgenes, tampoco sería raro que bajara el mismo Dios a redimirnos de esas locuras. 0 sea, que lo primero que hay. que hacer es preguntar. Es cierto que hay gente que se cree cosas que no son, pero Napoleón, por ejemplo, se creía que era Napoleón y resultó que era verdad. Si lo, hubieran metido en un psiquiátrico, no le habría dado tiempo a ser Bonaparte. De manera que desde que los poderes políticos y religiosos han comenzado a confundirse, aquí no hay más que des gracias. Por eso, lo recomendable sería que cada uno se quedara en su casa y Dios en la de todos. Pero con estos alcaldes no hay manera.

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Sobre la firma

Juan José Millás
Escritor y periodista (1946). Su obra, traducida a 25 idiomas, ha obtenido, entre otros, el Premio Nadal, el Planeta y el Nacional de Narrativa, además del Miguel Delibes de periodismo. Destacan sus novelas El desorden de tu nombre, El mundo o Que nadie duerma. Colaborador de diversos medios escritos y del programa A vivir, de la Cadena SER.

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