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CICLISMO | TOUR 95

El líder dirige el tráfico

Victoria emotiva de Armstrong, compañero del fallecido Casartelli

Luis Gómez

Lance Armstrong puso también su sello personal en el recuerdo del fallecido Fabio Casartelli. Le dedicó la victoria, pero una victoria de verdad, sin montaje alguno, sin acuerdo previo, arrancada a fuerza de riñones de entre un grupo de una docena de escapados. Lanzó varios besos hacia el cielo antes de cruzar la línea de meta en solitario. Armstrong tenía motivos sobrados para mostrarse decidido en una jornada con muchas licencias por parte del pelotón. Tantas que Induráin tuvo que ejercer de guardia de tráfico por unos momentos.Al kilómetro 30, Radio Tour daba cuenta de una actividad muy nerviosa en la cabeza del pelotón. El ritmo era vivo aunque la jornada parecía invitar al sosiego: etapa corta y relajamiento general entre directores y corredores a la salida. Todos habían logrado dormir algo más de lo acostumbrado (la etapa comenzaba a las 13.00 horas) y buena parte del pelotón daba la carrera por cerrada. Era una evidencia en la zona de invitados: corredores leyendo periódicos con parsimonia, animados debates en torno a un café colombiano y entrevistas de fin de carrera. Muchas sonrisas y mucho calor. Varios directores españoles tertuliaban alegremente: hablaban de culos... pero no de mujeres. !Hablaban de sus propios culos! El más criticado era el de Alvaro Pino, director en estos días del equipo Kleme y corredor hasta hace tres años, que negaba a rajatabla cualquier argumento sobre sus kilos de más. Un ambiente cálido. Es la señal más clara de que esto se ha acabado.

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Pero la carrera fue por otro camino. No es que hubiera un ataque en toda regla, pero sí una serie de operaciones de nivel medio en las que siempre aparecía un corredor de la ONCE. La presencia de Mauri, como la de Jalabert en algunos intentos de escapada, provocó la reacción de Induráin. El jefe estaba dispuesto a permitirlo casi todo en un día como el de ayer, pero nunca una aventura de ambos. Induráin se puso personalmente a dirigir el tráfico y les mostró un semáforo en rojo.

Los intentos de aventura no cesaron, pero hubo que pedirle permiso al jefe. Desde Bugno hasta Sierra, desde Sciandri hasta Bernard, pasando por el inevitable Thierry Marie, casi una treintena de corredores lo intentaron. La situación no se consolidó hasta el kilómetro 80 cuando se formó un grupo al gusto de Induráin. Naturalmente, había un ONCE entre medias, el belga Bruyneel, pero no estaba en la lista negra del líder.

Doce corredores se lanzaron a por el triunfo y entre ellos estaba Armstrong. Saltó decidido a falta de 30 kilómetros, desafiando algunas leyes de la prudencia. Sin embargo, encontró un resquicio en la propia desunión del grupo de escapados. Su fortaleza mental le llevó hasta la línea de meta porque tenía un motivo por el que luchar, la memoria de su compañero Fabio Casartelli.

El Tour se ha acabado hace ya unos días. Se extinguió sin remedio en los Pirineos. La competencia es mínima y los corredores preparan las maletas. Sólo Induráin tiene un trabajo extra: administrar su tiempo libre para cumplir con todos los compromisos del líder. Él es el único que no tiene tiempo ni espacio para tomarse un café o charlar amigablemente con sus colegas. Cada palabra suya, y no son muchas las que prodiga, es carne de entrevista; cada movimiento alerta a los fogosos cazadores de autógrafos. El desfile hasta París tiene estas exigencias.

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