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John Major descarta la convocatoria de elecciones generales anticipadas

El primer ministro británico, John Major, se enfrentará el martes a un único adversario en la batalla por el liderazgo tory: John Redwood, hasta hace cuatro días el más desconocido miembro de su Gobierno. A mediodía de ayer concluyó el plazo para incluir otros nombres en la lista, sin que ningún nuevo aspirante aceptara el desafío. En medio de las sospechas de que parte de su Gabinete está conspirando contra él, Major cerró el paso a las especulaciones descartando la posibilidad de elecciones anticipadas y asegurando una vez más que ganará en la primera vuelta "por una clara mayoría".

Major descartó, eso sí, cortésmente la oferta de John Redwood de participar en un debate abierto sobre el espinoso tema de la moneda única europea, un tema obsesivo para los euroescépticos del Partido Conservador. El primer ministro se mostró triunfal, aunque un poco más realista que en ocasiones anteriores, al declarar en el programa Today de la BBC Radio 4 que los resultados de esa consulta no están "asegurados".Mientras algunos prestigiosos tories, como el antiguo tesorero del partido lord McAlpine, tomaban partido por su adversario, Redwood, y calificaban de error garrafal la osada dimisión de Major que ha destapado todos los demonios en el partido, una encuesta publicada en el diario The Time, reflejaba un diferente estado de ánimo entre el electorado británico. El gesto de Major de acabar con las especulaciones que sobre su frágil liderazgo, según sus propias palabras, "han infectado la vida política británica" durante los últimos meses ha servido para aumentar su prestigio. Una encuesta revela que el grado de aceptación del primer ministro ha subido de un 21% al 28%, y otro tanto ha ocurrido con la imagen de los conservadores.

Lo malo es que esta vez la suerte de Major no está en el ciudadano de a pie sino en el sofisticado entramado de intereses que constituye el Partido Conservador. Un partido fratricida y especialmente difícil de gobernar ante la pujante ascensión del Partido Laborista.

Redwood volvió de nuevo ayer a la carga sobre su proyecto de enfriar los lazos del Reino Unido con la Unión Europa, una de sus principales bazas populistas para atraer el voto de los diputados conservadores. Su tesis esencial es que el establecimiento de una moneda única en la UE puede llevar aparejada una cesión excesiva de poder a Bruselas.

Entre tanto, y por enésima vez, uno de los más expresivos defensores de la candidatura de John Major, su ministro de Trabajo, Michael Portillo, se vio obligado a desmentir que se esté preparando para la segunda vuelta electoral. El día anterior, otro de los más carismáticos miembros del partido tory y del Gobierno, el ministro de Industria, Michael Heseltine, había hecho lo propio sin conseguir disipar todas las dudas.

Por más que la moral de Major esté alta -ayer incluso bromeó sobre las razones que han llevado a John Redwood a dimitir- los sectores centristas del partido temen que el número de votos en contra más las abstenciones resulte una suma explosiva que dé al traste con las aspiraciones del actual primer ministro. Esa hipótesis justifica todas las suspicacias y los temores de que Heseltine y Portillo estén preparando sus respectivas campañas en privado, aunque en público mantengan la lealtad a su jefe.

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Los dos hombres que se enfrentarán el martes en primera votación por el vacante liderazgo tory abanderan corrientes claramente diferenciadas en el seno del partido. Pero, aun así, muchas otras camarillas tendrán la oportunidad de inclinar la balanza en uno u otro sentido. Major, que representa el lado centrista y moderado, cuenta, en principio, con el apoyó de la izquierda. Redwood ha demostrado con su osado desafío que puede liderar a la derecha y disputarle el sitio al ministro de Trabajo y principal abanderado, de los ultras, Michael Portillo. Todas las combinaciones son posibles. Ahora, la suerte está echada.

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