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Petróleo en la ruta de la seda

10.000 camiones turcos hacen cola en la frontera para burlar el embargo

Juan Carlos Sanz

La legendaria ruta de la seda tiene manchas de petróleo. El camino de caravanas se ha convertido hoy en un parador de camioneros, y una serpiente de 10.000 vehículos pesados surca 50 kilómetros de arcenes en la carretera de Nusaybin al puesto fronterizo de Habur. Al otro lado está la tierra de nadie del norte de Irak. La calzada discurre a escasos metros de la línea divisoria entre Turquía y Siria, sembrada de minas y torres de vigía militares y principal punto de infiltración de la guerrilla del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK). Estancados entre decenas de controles de seguridad, los conductores pasan hasta dos semanas en la cuneta para lograr el negocio de su vida: llenar el depósito de combustible suplementario al otro lado de la frontera y revenderlo 10 veces más caro en Turquía. El régimen de Sadam Husein burla así el embargo impuesto por la ONU tras la invasión de Kuwait, y ha llegado a poner en circulación 100.000 barriles de gasóleo diarios con el contrabando fronterizo.Es el negocio más boyante del arruinado Kurdistán turco. Con 500 litros de más en la panza, hasta cinco centenares de camiones son autorizados cada día a mejorar su fortuna. El litro de gasóleo puede conseguirse en Irak por unas 3.000 liras turcas (unas 10 pesetas), cuando su precio en Turquía ronda las 35.000 liras. Sin embargo, los transportistas tienen que pagar entre 7.000 y 3.000 pesetas a ambos lados de la frontera: a las autoridades turcas y a los aduaneros del Partido Democrático del Kurdistán (PDK), de Masud Barzani, que controlan Ibrahim al Jalil, vertiente iraquí de Habur. Por estos ingresos (hasta 13 millones de pesetas diarios), los únicos tangibles con los que contaba el Gobierno nacional de unidad kurdo elegido en 1992, los milicianos de Barzani se enfrentan a los peshmergas de la Unión Patriótica del Kurdístán (UPK), de Jalal Talabani.

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Aunque oficialmente acata el embargo contra Irak, Ankara comenzó a participar el año pasado en el envío de alimentos y medicinas para los 3,5 millones de kurdos y árabes del norte del país vecino. Y los camioneros sacan tajada del viaje de vuelta. Informes occidentales cifraban en diciembre en 65 millones de pesetas diarios el volumen de productos petrolíferos que circula por Habur. Es una inesperada contrapartida para Turquía por tolerar un Estado kurdo, protegido por la prohibición internacional que impide a las tropas de Bagdad traspasar el paralelo 36 desde el final de la guerra del Golfo.

Un portavoz del Ministerio de Exteriores turco insiste en que "no hay sitio para un Estado kurdo en la región" y en que "las fronteras son intocables". Turquía también teme la presencia del PKK en el Kurdístán iraquí: "El petróleo sirve para cubrir nuestras necesidades, pero también para crear riqueza en el sureste; el PKK prefiere que la pobreza y el malestar aumenten sus simpatizantes".

Tras sortear dos docenas de controles militares aparece una isla civil en las instalaciones aduaneras de Habur. La policía de tráfico intenta frenar la desbandada de los camioneros que negocian el último permiso. "Una propina siempre ayuda", admite un conductor de Diyarbaquir. "¿Peligro en el norte de Irak? No se ve ninguna guerra", agrega.

El experimento de la autonomía kurda nació muerto. Ninguno de los países vecinos lo deseaba, y los milicianos de Barzani y Talabani han acabado a tiros. Al menos se han registrado 500 muertos en la lucha entre peshmergas.

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Safeen Dizayee, representante del PDK, sostiene que la culpa la tienen los milicianos del UPK: "Ellos empezaron cuando quisieron apoderarse de: la capital, Arbil; es ridículo acusarnos de pelear por dinero, cuando los ataques comenzaron antes de la reapertura de la frontera". En la tierra de nadie del norte de Irak se refugian también 24.000 kurdos iraníes y otros 15.000 turcos. Para protegerlos, sólo hay unas decenas de soldados norteamericanos, británicos y franceses.

Para el representante de Talaban¡ en Ankara, Shazad Saib, el conflicto surgió cuando el 1 de mayo del año pasado las milicias del PDK dejaron de entregar las tasas de la aduana de Habur al Gobierno de unidad. "Los partidos mantuvieron sus armas y no han sabido encontrar una salida política, sino militar", se lamenta.

En el bar americano del hotel Gran Kervansaray, de Diyarbakir -antigua etapa de camelleros en la ruta de la seda-, Ahmed, más conocido como Charlie,- atiende por igual a cooperantes internacionales y a cascos azules de paso hacia el norte de Irak, a soldados norteamericanos de una base de la OTAN, a buscavidas locales ávidos de dólares y a aburridos agentes de información turcos.

Dos doctores franceses de Médicos del Mundo y un cooperante británico de Save the Children apuran su última cerveza antes de viajar a un campamento cercano a Zajo. "Los combates entre kurdos están estabilizados y cada grupo trata más de conservar sus conquistas que de pelear. Los choques son esporádicos y apenas tenemos constancia de bajas", explican.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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