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Turquía llama a la puerta de la Unión Europea

El Gobierno de Ankara desoye los llamamientos de Bruselas respeto de los derechos humanos

Juan Carlos Sanz

ENVIADO ESPECIAL Los diputados de Herri Batasuna están en la cárcel o en el exilio. Egin ha vuelto a ser clausurado. A Juan Goytisolo le han procesado por escribir un artículo en Der Spiegel defendiendo la autonomía para Euskadi, una región ocupada de día por la mitad de los soldados y policías del Estado -también hay somatenes españolistas armados- y donde los comandos de ETA asesinan por la noche a maestros que enseñan en castellano y a aldeanos obligados a proporcionar alimentos a las tropas, o que huyen de sus caseríos incendiados. Ésta podría ser la traducción española -basta con leer Partido Laborista Democrático (DEP), diario Ozgur Ulke, Yasar Kemal o Kurdistán- de la situación de los derechos humanos en Turquía, un país que llama con fuerza a la puerta de Europa desde hace más de treinta años.

Turquía es un Estado que se precia de tener un ministro de los Derechos Humanos. El socialdemócrata Azimet Koyluoglu reconoce que en algunas comisarías se practica la tortura. Pero, como casi todos los políticos de Ankara, critica el "doble rasero" que el Parlamento Europeo y Amnistía Internacional aplican a su país. "Hemos pedido al Ministerio del Interior que investigue los casos de desaparición de detenidos", zanja la cuestión, con un rosario musulmán en la mano, el ministro, uno de los más populares en el Gobierno de Tansu Ciller.

El informe de Amnistía Internacional publicado a comienzos de este mes destaca que en 1994 se denunciaron 50 desapariciones en Turquía. "Solo hay sospechas, no pruebas", insiste Koyluoglu, que se cierra en banda ante un posible indulto de los ocho diputados prokurdos -otros seis se exiliaron en países europeos- condenados por supuestas conexiones con el terrorismo: "No podemos interferir en las decisiones de los jueces".

El subdirector general de la Seguridad del Estado, Kamil Tercirlioglu, afirma "sin ninguna duda" que las fuerzas policiales respetan los derechos humanos en Turquía, "un Estado democrático y de derecho". Tiene registrados 340 procesos judiciales contra agentes, de los que sólo 11 fueron condenados. La prensa turca se ha hecho eco recientemente del juicio a siete policías de la ciudad noroccidental de Eskisheir, acusados de torturar a un detenido, al que causaron graves daños en un riñón.

El informe de enero de la Asociación de Derechos Humanos de Turquía recoge 23 denuncias de torturas, 28 detenidos desaparecidos, 12 muertes por ejecuciones extrajudiciales y torturas. Pero también da cuenta de 242 muertes en choques entre la guerrilla del Partido de los Trabajadores del Kurdistán (PKK) y las fuerzas de seguridad, así como de la evacuación forzosa de 16 pueblos en el sureste de Anatolia.

En medio de la cadena de denuncias, Turquía, que firmó un acuerdo de asociación con las Comunidades Europeas en 1963, espera como agua de mayo que la UE dé luz verde al tratado de unión aduanera, cuyo visto bueno propondrán los Quince el próximo 6 de marzo si Grecia levanta finalmente su veto. Pero el jarro de agua fría que supuso para Ankara la última amonestación del Parlamento Europeo -"no se puede hacer negocios si no se respetan los derechos hurnanos", vinieron a decir la mayoría de los eurodiputados- deja en el aire el sueño de prosperidad turco.

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-Mientras tanto, el Banco Central de Turquía acaba de poner en circulación billetes de un millón de liras (unas 3.300 pesetas). La confederación de sindicatos del pujante sector textil considera un éxito haber arrancado a los empresarios un sueldo mínimo mensual de siete. millones, de liras. Esto sucede mientras la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económico (OCDE) excluye de sus estadísticas a Turquía para que su más de 150% de inflación en 1994 no distorsione la media de los otros 24 Estados miembros (un 2,4%).

Desde la oposición, el diputado del conservador Partido de la Madre Patria (ANAP) Kamran Inan, uno de los principales expertos turcos en política exterior, se suma a las críticas contra el doble rasero de la UE: "Impasible ante las atrocidades de Bosnia y Chechenia y puntillosa con la situación de los derechos humanos en Turquía".

"La Unión Europea se ha convertido en un club de naciones cristianas. Turquía ha cumplido todos sus compromisos, pero ahora se prefiere ceder el paso a Bulgaria o Rumania. ¿Es que tienen mejores derechos humanos que nosotros o es que somos demasiado musulmanes?". El único país islámico miembro de la OTAN, y uno de los pocos que se proclaman laicos, cubrió la defensa de centenares de kilómetros de frontera con el Pacto de Varsovia durante la guerra fría. Turquía se siente ahora relegada a jugar en la segunda división europea.

"El Gobierno de Tansu Ciller [Partido de la Recta Vía (DYP)] está en coma, es un vegetal, con unos socios socialdemócratas acomodados a la sombra del poder, mientras Turquía sigue bajo un sistema de feudalismo político de líderes irreconciliables a izquierda y derecha". El ex diplomático Inan, en la misma línea que otros veteranos dirigentes políticos turcos, propugna la creación de un Gobierno con amplia base parlamentaria para sanear la economía y culminar la integración con Europa antes de las elecciones generales, previstas para el otoño de 1996.

Cuando acabe el Ramadán, a comienzos de marzo, tendrán que despejarse muchas incógnitas en la vida política de los 60 millones de turcos, incluido el previsible reajuste de Gobierno tras la fusión de dos partidos socialdemócratas, uno en el poder, con el ministro de Exteriores, Murat Karayalcin; el otro, hasta ahora, en la oposición, con el nuevo líder Hikmet Cetin.

En medio de este panorama ha surgido un nuevo líder, el multimillonario Cem Boyner, que con su Movimiento para la Nueva Democracia apuesta por una solución política para el problema kurdo. Aunque hay mucha gente en la cárcel en Turquía por decir eso mismo, Boyner ha despertado la esperanza de las clases medias urbanas. Abanderado de la lucha contra la corrupción y liberal a ultranza, pretende desmontar la pesada maquinaria económica y burocrática estatal, pero no cuenta con las clientelas que garantizan un pedazo de pastel electoral a los grandes partidos tradicionales. Los observadores occidentales en Ankara le dan pocas probabilidades políticas al magnate de Estambul.

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Sobre la firma

Juan Carlos Sanz
Es el corresponsal para el Magreb. Antes lo fue en Jerusalén durante siete años y, previamente, ejerció como jefe de Internacional. En 20 años como enviado de EL PAÍS ha cubierto conflictos en los Balcanes, Irak y Turquía, entre otros destinos. Es licenciado en Derecho por la Universidad de Zaragoza y máster en Periodismo por la Autónoma de Madrid.

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