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El teléfono en el IPC

El autor sale al paso de la polémica levantada por la incidencia de la subida de la tarifa telefónica en el índice de precios al consumo (IPC).

Casi seis millones de usuarios reciben en su casa, bimestralmente, la factura detallada del gasto de su teléfono. La digitalización de líneas y centrales ha hecho posible que el usuario del servicio telefónico sepa a quién llama, la duración de la llamada y su importe, tanto para las llamadas provinciales y nacionales como para las internacionales. Con ello, se produce un doble efecto: por una parte, una responsabilización del gasto telefónico y, por otra, un mejor conocimiento y control del mismo.Ya hace tiempo que el operador de la telefonía básica, viene realizando un análisis exhaustivo de la evolución del consumo y facturación telefónica. A través de un panel representativo de 120.000 abonados, se obtienen los datos pormenorizados, los cuales, extrapolados a la totalidad de usuarios del servicio telefónico, permiten conocer que el abonado residencial medio -domicilios particulares-, utiliza el 77% de su tiempo telefónico en llamadas de tipo metropolitano y el 23% restante en llamadas de larga distancia; sin embargo, el abonado comercial medio -empresas y comercios-, reparte su tiempo en un 61% y un 39% respectivamente.

¿Cómo se traslada esto a factura o, si prefieren, a pesetas? El abonado residencial medio pagaba, hasta la modificación de tarifas producida en agosto, una factura mensual de 3.214 pesetas, de las que 521 pesetas correspondían a las llamadas realizadas en el ámbito de su ciudad, 387 pesetas a las llamadas provinciales, 799 pesetas a las nacionales,y 224 pesetas a las internacionales (además de las 1.200 pesetas que pagaba por el abono mensual de la línea y 83 pesetas por otros conceptos). Éstos son valores medios y, por tanto, no quiere significar, por ejemplo, que todos los abonados residenciales realicen, habitualmente, llamadas internacionales.

¿Qué ha pasado con las nuevas tarifas de agosto? ¿Cómo se refleja en la factura el 30%. de aumento del precio de la llamada metropolitana y el 34% de disminución de la llamada provincial? Utilizando el teléfono de la misma manera, el abonado residencial medio pagará una factura mensual de 3.275 pesetas (que representa únicamente un aumento del 1,9%) con el siguiente desglose: 681 pesetas por llamadas metropolitanas, 283 pesetas por llamadas provinciales, 799 pesetas por las nacionales, 210 pesetas por las internacionales, 1.242 pesetas por la cuota mensual de abono y 60 pesetas por otros conceptos).

Por supuesto, que se trata de un abonado tipo que representa la media del conjunto nacional residencial, sin incluir los abonados de tipo comercial. Y, por supuesto, también existirán claras diferencias entre los abonados de los núcleos urbanos de poblaciones relativamente importantes, que efectúan más llamadas metropolitanas, y los abonados de núcleos rurales, cuyas llamadas se dirigen esencialmente hacia la cabecera de la comarca o hacia la capital de su provincia. Los primeros verán aumentando su recibo en mayor cuantía, mientras que a los segundos les disminuirá el recibo telefónico.

Si nos introducimos ahora en el complejo. y, en parte, secreto mundo del IPC (complejo por su gran amplitud y con elementos de su actividad protegidos por el secreto estadístico para garantizar su independencia) y analizamos los efectos de la modificación tarifaria del servicio telefónico, y lo primero que llama la atención es que, con una revisión tarifaria neutra, en cuanto a ingresos del operador y con un incremento del 1,9% en la factura del abonado residencial medio, el reflejo producido en la rúbrica de comunicaciones haya sido del 14,5%.

Esto indica que el modelo utilizado para obtener la repercusión de las variaciones de precios del teléfono en la inflación, no es acorde con el modelo del panel de clientes que recoge el consumo y facturación telefónica de las familias españolas, ni tampoco con el conjunto de los ya cinco millones y medio de abonados que reciben la facturación telefónica detallada y que, por tanto, conocen la parte de su factura telefónica que se debe a la cuota de abono mensual, a las llamadas metropolitanas, a las provinciales, a las nacionales y a las internacionales.

¿Por qué esta divergencia? Tal vez porque la base de cálculo que se usa para el IPC, se apoya en la encuesta de presupuestos familiares -realizada entre el 1 de abril de 1990 y el 31 de marzo de 1991 - y, en aquellos momentos, las familias españolas no conocían el desglose de su factura telefónica y difícilmente podrían estimarlo. Sin embargo, actualmente es fácil de analizar el gasto, gracias a la facturación detallada que cada día se implanta a mayor número de usuarios.

Pero lo que en ningún caso se debe hacer para calcular el impacto en el recibo telefónico del abonado medio residencial, y por ende en el IPC, de la reciente modificación de tarifas, es ponderar el peso de las llamadas por el tiempo de utilización del teléfono que cada usuario dedica a cada tipo de llamada (llamadas metropolitanas, provinciales, nacionales e internacionales).

Es decir, no puede ponderarse por unidades físicas (minutos) ya que son, desde el punto de vista del precio, que es lo que a efectos de su facturación e Indice de Precios al Consumo nos interesa, unidades heterogéneas, es como sumar peras con manzanas, ya que el minuto de llamada urbana cuesta menos de 10 pesetas y el de llamada nacional más de 50 pesetas.

Desde luego, si el cálculo lo hacemos diciendo: como el 77% del tiempo de utilización del teléfono el usuario residencial lo dedica a llamadas urbanas y éstas han incrementado su precio en el 30% y el 9% del tiempo lo dedica a llamadas provinciales y éstas han reducido su precio el 34%, el incremento medio es 77% x 30% menos 9% x 34% (además tenemos en cuenta el incremento del 3,5% del abono mensual), desde luego, nunca obtendremos el impacto de la revisión tarifaria en la factura de este abonado residencial medio. Hay que tener en cuenta que el 77% correspondiente a las llamadas urbanas en su recibo sólo le costaban 521 pesetas (el 16% del recibo), mientras que el 9% de las llamadas provinciales le suponían 387 pesetas en su recibo (el 12%).

Es como si alguien va al mercado, compra un kilo de carne (1.200 pesetas) y un kilo de arroz (120 pesetas); al día siguiente, baja la carne un 10% y el arroz sube un 10%, y estima que el conjunto de las dos modificaciones de precios no le afectan a su cesta de la compra -ya que pondera por kilos en vez de por el coste- cuando en realidad, la carne ha bajado 120 pesetas y el arroz le ha subido sólo 12 pesetas.

Ya disponemos de dos métodos para medir el consumo de cada modalidad de servicio de telefonía, asociada a su correspondiente tarifa: el primero, a través del panel del operador que técnicamente es más fiable aunque podría originar suspicacias de falta de independencia; y el segundo, a través de encuestas directas a los ciudadanos que reciben la factura detallada; pero, en ningún caso, ponderando con unidades físicas, sino con los importes en pesetas correspondientes, en cada recibo, a cada tipo de llamada.

Haciéndolo así, no habría discrepancias entre los valores obtenidos, desde distintas fuentes y todos, para el caso del IPC de comunicaciones del pasado agosto, coincidirán en el entorno del 1,9%.

Esto es lo que hay que aclarar, sin dejar lugar a ninguna duda sobre si la factura telefónica media del abonado residencial ha subido el 14,4% o el 1,9%. Es perfectamente posible medirlo, porque conocemos, o conocerentos, la facturación te lefónica que ha pagado cada abonado. Entonces las estimaciones deberán dejar paso al conocimiento preciso de la realidad y habrá que extraer, de ello, las correspondientes consecuencias sobre las tarifas telefónicas y los métodos de estimación es tadística utilizados para medir su efecto.

Gonzalo Cedrún Rábago es director general del Instituto del Transporte y las Comunicaciones (MOPTMA).

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