Oliver Stone busca el 'guinness' de salvajismo en 'Natural born killers'
Peter Jackson completa una nueva jornada de cine-bestia
Los 52 asesinados a sangre fría con que Oliver Stone busca su guinness de salvajismo en Natural born killers se cuecen, en esta histérica y feroz parodia de los reality shows, en un montaje con ritmo sicodélico y de viaje de peyote y ácido lisérgico, en la mejor ortodoxia de la resaca de Vietnam. Nuevo no va más de la moda, que amenaza convertirse en epidemia, del cine tarantoide (oligofrenia visual que horas antes, y ante el gozo de Quentin Tarantino, que se hizo notar por sus carcajadas entre el público) tuvo su aperitivo en Criaturas celestiales, del especialista en gore neozelandés Peter Jackson.
Lo que provocó las expresiones de disfrute del líder y esteta de esta plástica con buscadas connotaciones prefascistas, de la atrocidad por la atrocidad misma, fue la siguiente lindeza: una adolesdente neozelandesa, a la que su madre impide embarcarse en un viaje a Suramérica con su amiguita del alma , decide deshacerse del obstáculo, para lo cual lleva a su mamá con engaños a un bosquecillo cercano a la casa y, una vez allí, saca del bolso un calcetín con un adoquín dentro y emprende una edificante operación de picadillo contra los sesos de la dama.La celestial criatura del señor Jackson tritura la nuca de su madre en una escena de crescendo emocional que no hace la pantalla con abundancia rítmica de sonidos de fractura de cráneo, planes de detalle de despojos de cuero cabelludo y surtidores de salsa de tomate salteados con erupciones de blanca masa encefálica, o sesos a la neozelandesa del ruidoso orgasmo estético del tarantoide en jefe Quentin, cuyas risotadas de aprobación llegaron a la suite del Excelsior que ocupa el presidente del jurado, y profeta de esta plaga de lírica, David Lynch, que tomó nota.
Menos gracia debió hacerle a estos humoristas del sórdido futuro que se nos viene encima, la tremenda y tremendistas parodia de los reality shows televisivos organizada por Oliver Stone en Natural born killers. La cosa de Stone tiene su revés y su derecho. Dejemos que él mismo se explique, que lo hace muy bien: "Natural born killers es un viaje esquizo-paranoico, con un chute de peyote, al interior de la mente de dos serial killers, Michey y Mallory, interpretados por Woody Harrelson y Juliette Lewis, protagonista! de una escalada homicida que deja un rastro de 52 víctimas en el arco de tres semanas on the roads".
Escándalo
Interludio: el tal Harrelson debe también meterse dentro peyote y más que peyote en horas libres, pues ayer noche se corrió la voz de que emprendió un vuelo sin alas desde la ventana de la habitación del Excelsior al asfalto del puente del canal que flanqueaba el hotel. Por suerte o por cálculo, la habitación de la criatura está en el primer piso y las telecámaras de los reality shows no se conforman con esguinces de tobillo". Y prosigue Stone: "La televisión, que sigue los pasos de la pareja exterminadora, convierte instantáneamente a Mickey y Mallory en celebridades, superestrellas de la era de los basureros de los telediarios de escándalos extraídos en directo de la vida. América grita: ¡Amamos a M & M!""Me repugna la esquizofrenia americana sobre la violencia", añade Stone. "Me da asco y la condeno. Es una turbia consecuencia del capitalismo sin frenos. Los new magazines han cambiado en los últimos años y se han convertido en reality shows cuyo único objetivo es buscar y poner en bandeja violencia, espectáculos de muerte, terror, crimen y todos los horrores de la vida, que han sido convertidos en mercancías rentables. ¡Qué delicia es hacer con el sufrimiento de los otros un espectáculo, de entretenimiento! Un sólo paso nos espera de lo innombrable, pero la hipocresía que todo esto encubre tiene nombre".
Se explica bien Stone, pero no lo cuenta todo. No dice, por ejemplo, que sus portentosas facultades de montador y de organizador de secuencias vertiginosas, no están en N B K (como ya se la conoce, sombra oscura de la limpia J F K) juega -voluntaria o involuntariamente- a ese juego anunciador de una pasión invasora de la violencia por la violencia, es decir: el poder por el poder, umbral de algo innombrable a que se refería Stone, y cuya única referencia visual está perfectamente bautizada como nazismo, el territorio físico y moral de la imagen del exterminio del hombre por el hombre.En este sentido N B K halaga el gusto de los consumidores de los reality shows que dice combatir, que en Estados Unidos están acudiendo en tropel a verla, con el consiguiente cabreo de los Tarantino y los Lynch, a los que les ha salido un peligroso rival que alardea de ideología progresista, de humanismo y de espíritu crítico cuando lo cierto es que Stone se aprovecha del horror que combate, al faltar en su N B K un punto de vista que distancie al espectador de la orgía de sangre que contempla y le permita situar esta diversión en la demarcación mental que le corresponde en el revés de la vida.
Y Stone degrada su comprobado talento. cinematrográfico con una incursión técnicamente acabadísima, pero éticamente imprecisa e incluso indecente en el estercolero.
Babelia
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