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Tribuna
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La moral del Alcoyano

Lo de Valencia fue un dulce. Les recibieron con un claro apoyo personal, y el presidente del Gobierno, que llegó más bien melancólico, fue asumiendo poco a poco su papel de Niño de las Monjas, lidiando en plaza conocida, reaccionando al boca a boca que se le enviaba desde la arena y desde las gradas. La mayoría de las pancartas eran para Felipe, por Felipe, con Felipe, incluida una, no exenta de autoironía, que rezaba: "La moral de l'alcoiano".Aunque el acto electoral empezó y terminó con cohetes, el tono no fue del todo vibrante, y la gente, durante la mayor parte del tiempo, antes de que saliera Felipe González, se animó sola, nada favorecida por el repertorio de música melódica que surgía de los altavoces mientras la multitud reunida en la plaza de Toros de Valencia hacía la ola por su cuenta.

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Josep Pons, eurodiputado y candidato valenciano al Parlamento de Estrasburgo, intentó calentar al personal echándole carnaza contra el partido opositor, y en su entusiasmo casi se saltó al presidente de la Comunidad Valenciana, Joan Lerma, y cuando estaba a punto de presentar ya a Fernando Morán, realizó un garboso quiebro, respetando el orden de apariciones. Joan Lerma estuvo, por su parte, convincentemente mitinero, y Fernando Morán se puso profesoral.

"iCarmencita, empuja la puerta, que me pierdo a Felipe!", gritó una simpatizante socialista que había quedado encerrada en el baño, adonde había ido aprovechando que hablaba Fernando Morán. El número uno socialista para Europa parece un conferenciante que expone razonablemente sus ideas y no desdeña -en plena plaza de toros- referirse a la Guerra de Secesión norteamericana. Don Fernando ha perdido su entrañable desaliño a manos de los creadores de imagen electoral, así como su legendaria corbata de lazo.

Y para compensar, un niño negro, sentado con sus padres en los asientos situados justo detrás de los oradores, lucía pajarita y chaleco, y se llevó gran parte de las fotografías, así como las Juventudes Socialistas, que también se habían colocado estratégicamente detrás para salir en la televisión. Los jóvenes no dejaron de mandarle ánimos al presidente del Gobierno, adiestrados desde el albero de la plaza por Antonio Castro, el secretario de Finanzas de los socialistas valencianos.

Al Niño de las Monjas, a Felipe, no le faltaron madres a lo largo de su faena valenciana, entre ellas una anciana que no se cansó de agitar durante todo el mitin un par de rosas de plástico que acababa de cortar del ramo de su aparador.

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Por haber, hubo hasta manola de rompe y rasga: Charo López llegó a medio parlamento de Felipe González y ocupó el asiento que José María Benegas le cedió junto a Joan Lerma, y durante el resto de la velada ofreció al primer espada su majestuoso rostro de medalla.

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