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La sanidad británica genera virulentas polémicas por negar asistencia a un anciano y un fumador

La obsesión por el ahorro de dinero enfrenta a los hospitales con los ciudadanos

Ser paciente de la sanidad pública en el Reino Unido implica, de un tiempo a esta parte, pertenecer a un selecto club privado en el que ni fumadores ni ancianos son admitidos. Dos casos han levantado virulentas polémicas. Un anciano con artritis ha denunciado a los responsables de un hospital de Brighton después de que se le negara su tratamiento por haber superado los 65 años de edad. Aún caliente esta batalla saltó a la prensa el caso de Michael Sale, un fumador al que una firma de tabaco, que tiene a la venta los cigarrillos Muerte, tuvo que pagar la operación de by-pass.

Naturalmente, el rechazo recibido por el anciano que padecía artritis no se trataba de normativas oficiales y la ministra de Sanidad, Virginia Bottomley, hizo lo que pudo para negar los cargos. Pero por todo el país un ejército de ancianos se lanzó al asalto de emisoras y programas de televisión para denunciar situaciones similares.Pocos días después surgió el caso de los fumadores. ¿Es definitivamente incompatible con la asistencia sanitaria pública mantener el vicio del tabaco? La respuesta parece ser afirmativa. Y Michael Sale, de 45 años, ex enfermero, y fumador -por cierto, no de los más obsesivos con una media de 20 cigarrillos diarios- la ha probado en su propia carne, víctima de los rigores de un sistema empeñado en reducir costes económicos como sea.

Gesto publicitario

Michael Sale no estaría vivo hoy si una compañía de cigarrillos, la Enlightened Tobacco Company, no hubiera aceptado pagar el coste de una operación de by-pass (derivación de una artera obstruída) en su maltratado corazón hace unas semanas. La Enlightened, ha desembolsado más de tres millones de pesetas, pero el gesto resultará más rentable que la mejor campaña publicitaria."Somos una compañía de cigarrillos y nuestro objetivo es venderlos y no pagar operaciones quirúrgicas a hipotéticos clientes", declaró a este periódico B. J. Cunninghan, uno de los directivos de Enlightened que comercializa con un insuperable estilo macabro la marca de cigarrillos Death (Muere). "Aun así nos dimos cuenta e que era importante mantener vivo al señor Sale para que pudiera llevar a los tribunales a los responsables de la sanidad pública. Se trata de un caso ejemplar. En un país civilizado do el mundo tiene derecho a recibir un tratamiento médico con cargo a la seguridad social. Sea blanco o negro, hombre o mujer, fumador o no fumador. Por la misma razón los pacientes con sida podrían ser rechazados", afirma este ejecutivo.

El hospital Hull Royal, a través de uno de los responsables del servicio de cirugía, ha negado enérgicamente las acusaciones. "Jamás este centro ha denegado atención clínica a un paciente por el hecho de ser fumador", ha asegurado el doctor Michael Whitehead.

Pero Michael Sale tuvo una percepción distinta. El paciente empezó a desconfiar de las intenciones de los médicos del Hull Royal Infirmery, cuando después de 18 meses de tratamiento, tras sufrir un ataque al corazón en 1992, los intensos dolores en el pecho no cedían. "No se preocupe, es un problema de ansiedad", era siempre la respuesta clínica.

Hasta que no le quedó la menor duda de que su caso había entrado en la vía muerta de los pacientes fumadores. Intentó protestar a los responsables del centro, pero todas sus quejas fueron inútiles. Sale recordaba con inquietud el ejemplo de Harry Elphick, fallecido de un ataque al corazón en 1993 después de que el hospital Wythenshawe de Manchester se negara a operarle por ser fumador.

Menos mal que su caso llegó hasta los agudos oídos de la Enlightened Tobacco, que decidió pagarle un médico privado.

Hoy, Michael Sale convalece en su domicilio de Old Goole, en Humberside, dispuesto a dar la batalla ante los tribunales con el entusiasmo de un combatiente por los derechos humanos.

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