La venganza de Camacho
El ex alcalde de Ciudad de México atormenta al PRI con la indecisión sobre su candídatura electoral
Un solo hombre, Manuel Camacho Solís, ayer brillante alcalde de Ciudad de México y hoy astuto negociador de la paz en Chiapas, trae en jaque al viejo y decrépito sistema mexicano. Eliminado del juego político en noviembre, cuando fue elegido Luis Donaldo Colosio y no él como candidato presidencial del sexagenario Partido Revolucionario Institucional (PRI), Camacho ha conseguido lo que hasta ahora parecía imposible en México: resucitar entre los perdedores y desafiar a su propio partido.A Camacho, un economista de 47 años, viudo desde 1991 e hijo de un acomodado médico militar, se le cayó el mundo encima el pasado 28 de noviembre, cuando su amigo Carlos Salinas de Gortari, presidente de México, optó por que fuera otro el aspirante del PRI a la presidencia de la República. No en vano, Camacho se sentía más inteligente, preparado e incluso con más ascendencia sobre Salinas que Colosio, un hombre cuatro años más joven que él y con menos destreza política.
Camacho, soberbio y ambicioso, siempre despreció a Colosio, a quien consideraba un advenedizo, pese a que ambos venían trabajando en equipo con Salinas desde muchos años antes de la llegada de este último a la presidencia mexicana. Su reacción fue la del político que no sabe perder, y ya entonces estuvo a punto de convertir su rabieta en una escisión del PRI como la que protagonizaron años atrás Cuauhtémoc Cárdenas y Porfirio Muñoz Ledo, hoy dirigentes del izquierdista Partido de la Revolución Democrática (PRD).
Salinas calmó al derrotado Camacho nombrándole canciller y poniéndolo al frente de la política exterior del país, pero duró muy poco porque nada más estallar el conflicto de Chiapas se ofreció a negociar con la guerrilla para devolver la paz al país.
Agobiado por el conflicto y por el fracaso que supuso el envío de tropas para reprimir a la guerrilla, Salinas, cuya imagen caía en ese momento en picado, otorgó plenos poderes a Camacho y puso en sus manos la negociación del conflicto. Pocos días después dejaban de disparar los fusiles y, con el concurso del obispo Samuel Ruiz, se sentaban las bases del acercamiento que posteriormente reunió bajo un mismo techo a los enmascarados del Ejército. Zapatista de Liberación Nacional y al propio Manuel Camacho, convertido a partir de ese momento en el feliz comisionado para la reconciliación y la paz de Chiapas.
La popularidad de Camacho creció, y empezó a barajarse su nombre al frente de una posible candidatura independiente para las elecciones del 21 de agosto. Camacho, según esta tesis, florecería como candidato de centro entre el oficialista Colosio, que seguiría contando con el apoyo del PRI, y el izquierdista Cárdenas, candidato del PRD.
Camacho no dijo sí, pero tampoco no. Y, azuzado por un grupo de colaboradores, aprovechó el éxito que le había brindado hasta ese momento Chiapas para introducirse en las primeras páginas de los periódicos y recordar desde ahí que la gran asignatura pendiente que le queda a México es la democratización de sus instituciones y el saneamiento de su sistema electoral.
En opinión de observadores políticos, el protagonismo de Camacho incide negativamente en la campaña electoral de Colosio, a quien le está costando mucho llegar al electorado. Él y el PRI no han querido declarar la guerra a Camacho porque una de las armas que guarda éste a su favor es la paz de Chiapas.
Pero todo tiene un límite, se asegura en el PRI. Mientras esto llega, Colosio ha sido obligado por sus asesores a "tragarse todos los sapos". Los últimos los recibió el martes a modo de abucheo en Monterrey cuando los alumnos del Instituto Tecnológico le preguntaron por los cristalitos que le está poniendo Camacho en su camino y Colosio respondió con evasivas y disimulos.
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