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La muerte dulce

Jan Martínez Ahrens

Mareo, náuseas y desvanecimiento. La muerte por inhalación de monóxido de carbono sume en un dulce sueño a sus víctimas. A veces, no vuelven a despertar. La pasada Noche de Reyes un niño y sus dos abuelos murieron por este motivo en un piso de Collado Villalba. Ayer, un administrador de fincas y su secretaria fallecieron desvanecidos en un cuarto de baño de Madrid. Las intoxicaciones causadas por la emanación de este gas tóxico se deben habitualmente a la mala combustión de las calderas. La llama, que ha de presentarse azulada y estable, se torna ruidosa, roja y con puntas amarillas.

Este fenómeno se origina por la falta de oxígeno. La combustión, entonces, en vez de liberar vapor de agua y anhídrido carbónico, desprende el venenoso monóxido de carbono.

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Su inhalación se combina en la sangre con la hemoglobina que transporta el oxígenopara formar carboxihernoglobina a una velocidad 210 veces mayor que el oxígeno.

"Arrebata rápidamente a la sangre el oxígeno que el cuerpo necesita. Simultáneamente, impide que la corriente sanguínea elimine los residuos de anhídrido carbónico que normalmente lleva de vuelta a los pulmones. Este tipo de acción lo hace peligroso a concentraciones relativamente bajas", indica un informe del National Fire Protection Association. La muerte llega por asfixia.

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Malos vapores

En el caso de ayer, la policía, a falta de la autopsia, culpa a una calefacción de gas butano instalada en un cuarto de baño, un lugar prohibido para estos aparatos, no sólo por la ausencia de ventilación, sino por el vapor que genera el agua caliente. Los vahos reducen la entrada de oxígeno en los calentadores. Resultado: la entrada de oxígeno se empobrece, la combustión degenera y se libera el monóxido de carbono.

La muerte no tarda en llegar. Dos datos muestran, según el citado informe, la elevada toxicidad de este gas: la exposición de una persona a una concentración de un 0,4% de monóxido de carbono en el aire, causa la muerte en menos de una hora; con un 1,3% bastan dos o tres inhalaciones para perder el conocimiento y morir en pocos minutos.

Para evitar los accidentes con el butano, la empresa Repsol aconsejó fijarse en las llamas, pero también recordó la obligación del usuario de revisar los aparatos caseros a través del servicio técnico del fabricante.

En este contexto, cualquier nueva instalación o cambio tiene que ser efectuado por una empresa autorizada. Los aparatos han de estar colocados en lugares con ventilación. Si la instalación de butano es colectiva, corresponde a la empresa montadora inspeccionarla cada cuatro años.

"Si la gente cuidase como es debido sus aparatos, los accidentes se reducirían en un 90%", comentó un experto de la citada empresa.

Gas Natural, por su parte, tras alertar sobre el peligro que entraña obstruir las rejillas y elementos de ventilación, recalcó que en el usuario recae el mantenimiento y correcta utilización de la instalación interior, por lo que debe revisarla cada cuatro años por medio de una empresa autorizada por el Ministerio de Industria.

Timo de la goma

Pero el peligro no sólo procede del gas. El desgaste que sufren las instalaciones caseras es aprovechado, según la Policía Municipal, por los expertos del timo de la goma del butano, siempre serviciales.

En este tipo de estafa, un falso técnico -muchas veces con mono y anagrama de la empresa- se presenta, sin petición previa del usuario, en los domicilios con la intención de cambiar la goma caduca.

Un trabajo que lleva a cabo sin mayor conocimiento que el de la factura. Por seguridad, muchos prefieren pagar.

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Sobre la firma

Jan Martínez Ahrens
Director de EL PAÍS-América. Fue director adjunto en Madrid y corresponsal jefe en EE UU y México. En 2017, el Club de Prensa Internacional le dio el premio al mejor corresponsal. Participó en Wikileaks, Los papeles de Guantánamo y Chinaleaks. Ldo. en Filosofía, máster en Periodismo y PDD por el IESE, fue alumno de García Márquez en FNPI.

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