Una expIosiva película de Ken Loach cierra el certamen de Cannes
El festival de Cannes finalizó anoche con la proyección de una extraordinaria película política titulada Raining Stones, dirigida por el británico Ken Loach, conocido en España por sus radicales y explosivas Agenda oculta y Rif-Raf. Una buena noticia para el cine español fue la concesión a La ardilla roja del Premio de la Juventud, que organiza la quincena de los realizadores. También hubo presencia española en Mazeppa, del francés Bartabas, con el protagonismo de Miguel Bosé, aunque, por desgracia, el filme no tiene interés.
El Premio de la Juventud ganado por La ardilla roja, no tiene gran repercusión profesional, ya que es discernido por aficionados, pero es muy cotizado a causa de su carácter indicativo de los gustos de una parte importante del público francés. La otorgan siete muchachos, con edades comprendidas entre 18 y 25 años, elegidos en un concurso al que miles de aspirantes de toda Francia presentan un texto escrito por ellos sobre una película o sobre un aspecto del cine. De ahí que, avalada por esta sanción, la película española puede -si sabe aprovecharse la grieta-, abrirse un productivo camino en las carteleras de Europa.Ayer, último día de cine en Cannes 93 -hoy todo es anticine: ceremonias, escaparates, petulancia, moda, politiqueo y premios- el festival giró ante Raining Stones, donde Ken Loach nos mete hasta el cuello en la vida de unos cuantos habitantes de un mísero barrio de Manchester atestado de obreros en paro. Dice el cineasta: "Los problemas de la sociedad inglesa se agravaron durante los últimos años del thatcherismo, y de ellos emergió una generación de jóvenes desesperados y por tanto dispuestos a luchar. Yo pertenezco a la generación que en los años sesenta se llamó de los Angry young men, los jóvenes airados, y me he quedado detrás de los jóvenes de ahora, porque la ira es una etapa previa de la desesperación".
Sigue Ken Loach trabajando con actores no profesionales, y es fascinante descubrir una vez más la enorme eficacia de estos hombres delante de la cámara: "La película", dice Loach, "parece viva porque está interpretada por personas que creen todo lo que hacen en ella. Son gente sincera y que lo pasa muy mal. Por eso son divertidos. Se pasaron las cinco semanas del rodaje partiéndose de risa como locos. El humor es el único medio que tienen para poder soportar lo insoportable. Y lo transmiten a la pantalla, porque son gente digna. Para quienes no tienen nada, es esencial seguir conservando la dignidad.
Fuerza expresiva
De ahí la. fuerza expresiva -y explosiva- de este fresco de incomparables actores de la vida, atrapados por la prodigiosa cámara de Loach, tan discreta que parece no existir, inundada de estilo en su forma más intensa de existencia, que es aquella en la que no se le ve existir. Habrá que volver más minuciosamente sobre este nuevo zarandeo del gran cineasta británico -hay quien le llama el último depositario del honor perdido del cine de Occidente- al mundo que le rodea y que nos rodea."Creo importante", dice Loach, "contar relaciones entre seres humanos. Es lo que verdaderamente me interesa. Y sé que es infinitamente más fácil trabajar allí donde uno se siente instintivamente en su propia casa y tiene la intuición de las cosas". Se refiere Loach a su Inglaterra, pero también a algo que está más allá de las fronteras de su país: el dolor -sin patria- humano allí donde surge, ya se a en forma de documento o de tragedia. Ahora mismo la mirada del cineasta se aparta de Inglaterra y se dirige a España, a la Barcelona de 1937, a los dramáticos sucesos de la sublebación de los revolucionarios trotskistas y anarquistas contra el Gobierno republicano del Frente Popular, en plena guerra civil, sucesos en los que por primera vez asomó a plena luz el verdadero y monstruoso rostro del stalinismo, es decir, del comunismo soviético posterior a 1930, en cuanto forma de fascismo disfrazado de lo contrario.
Un complejo trabajo para este cineasta, que no sabe guardarse las espaldas y que es capaz de explorar simultáneamente las invisibles interioridades del corazón y las rudas peleas de supervivencia en las aceras de Europa.
Babelia
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