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Tribuna
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Los muñidores secretos del PSOE

Tras 11 años de gobierno, las relaciones entre el PSOE y sus votantes son comparables con algunos ambivalentes vínculos familiares tironeados por el amor y el odio. Probablemente los antiguos electores socialistas que se sientan atraídos por la abstención o la papeleta de castigo responderían afirmativamente a la pregunta "¿quiere usted que el PSOE gane las elecciones sin mayoría absoluta y con su voto en contra?". Pero todavía no se ha inventado el sistema para tranquilizar la conciencia del elector y realizar a la vez sus deseos.Pese al jueves negro de la pasada semana, los dirigentes socialistas no han sido totalmente abandonados por esa baraka con que los dioses del Sur protegen a sus clientes. Algunos muñidores (secretos o involuntarios) han empezado a trabajar eficazmente para inclinar a favor del PSOE la voluntad de los indecisos y los abstencionistas. El encargado de trabajarles los nervios a los antiguos votantes socialistas descontentos desde la izquierda con Felipe González es Anguita; después de enviar a la sentina a los tripulante de Nueva Izquierda, el capitán de IU dice aspirar tan sólo a recontar los sufragios obtenidos para guardarlos luego en un arcón. Así como las guapas de pueblo casaderas, recelosas de las malas intenciones de los galanes y temerosas de los rincones oscuros, esperan impacientes una petición formal de mano para poder hablar con sus pretendientes a la vista de todos en la calle mayor, así el coordinador de IU aguardará a partir del 64 una carta del PSOE para negociar en la plaza pública ese tesoro electoral que ahora protege de la codicia ajena como el Harpagon de Moliére. Pero esa espera es maliciosa: Anguita anuncia que si las bases aprobasen un desposorio con el PSOE que no fuese de su completo agrado se marcharía a su casa como una doncella ofendida, tal vez -añado yo- para trabajar junto a Marcelino Camacho como sesudo columnista de Abc.

Si los electores decepcionados con los socialistas por la izquierda temen que Anguita sólo utilice sus sufragios para sentarse encima, también hay eficaces movimientos desde la derecha para impedir que los indecisos no voten a los socialistas. Esos muñidores secretos o involuntarios del PSOE contradicen el espíritu de la campaña del PP, basada sobre la idea de que un Gobierno presidido por Aznar no daría la vuelta a tortilla alguna: su estrategia alternativa es una amenazante y vengativa cruzada contra los socialistas que salpica a sus votantes pasados o futuros. Superando incluso a los libelos capitalinos disfrazados de periódicos, la Radio de los Obispos, cuyo bien ganado monopolio de la injuria se halla a salvo de cualquier legislación anti-trust, se ha convertido en el portavoz de esos mensajes de odio y represalia. En Madrid, escribir no es llorar, como en tiempos de Larra, sino tratar de hacer llorar a quienes no entren en la sociedad corporativista de bombos mutuos organizada por los injuriadores. Como ha escrito Miguel Aguilar, se diría que estos entusiastas del Desastre quieren adelantar en cinco años el centenario del 98 con la simulación de una catástrofe cuando menos semejante.

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