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Objetivos a medio plazo, no provisionales

Carlo Azeglio Ciampi, el primer presidente del Gobierno italiano que se puede considerar definitivamente nombrado por el jefe del Estado, sin esperar al reparto habitual de carteras entre los partidos, no asume el encargo recibido ayer con la provisionalidad del que se debe limitar a lograr la reforma del sistema electoral y a convocar nuevas elecciones, como pedían los ex comunistas y la Liga Norte.Entiende, en cambio, que el mandato recibido se orienta a un un Gobierno sin vencimiento fijo, acorde con los deseos de socialistas y democristianos. Así se deduce de los objetivos de gobierno que Ciampi enunció poco después de su encuentro con el presidente de la República.

Subrayando la solemnidad de ese acto, que recupera ahora su carácter de verdadera designación al quedar eximido el candidato a primer ministro de la necesidad de negociar su programa con los partidos, Ciampi afirmó que tratará, "en primer lugar, de secundar la reforma electoral, de la que se ocupa el Parlamento". Pero también de contribuir "con renovado vigor al saneamiento de las finanzas públicas, entendido como reducción del déficit, así como a "reforzar y modernizar el aparato productivo, ya que de ello dependen el mantenimiento y el desarrollo del empleo", objetivos que no son los de un Gobierno a plazo fijo.

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El Partido Democrático de la Izquierda (PDS) dijo ayer que su voto de confianza dependerá del programa que Ciampi exponga al Parlamento, pero también indicó que difícilmente verá con buenos ojos un programa no negociado. En contra de la confianza, se expresó abiertamente Umberto Bossi, líder de la Liga Norte, así como portavoces de Refundación Comunista y del ala izquierda de los verdes. Positivo fue, en principio, el pronunciamiento del secretario socialista, Giorgio Benvenuto, y más aún el del líder democristiano, Mino Martinazzoli. La designación del Gobernador del Banco de Italia causó plena satisfacción entre los empresarios, mientras los republicanos reiteraban su aprecio por Ciampi, aunque recordando que su candidato, "el de lo nuevo", era Mario Segni.

Los próximos días dirán hasta qué punto esta dialéctica de lo nuevo y lo viejo puede convivir con el intento de privar a los partidos de prerrogativas no previstas por la Constitución que se habían convertido en habituales, y hasta dónde dicho intento es compatible con la necesidad constitucional de contar con esos mismos partidos para reformar las instituciones

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