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ELECCIONES EN FRANCIA

Una victoria tan anunciada como envenenada

Los líderes de la derecha toman posiciones para después de las legislativas

La derecha francesa puede conseguir en las legislativas una victoria tan aplastante como envenenada. Como declaró el líder de la centrista UDF Valéry Giscard d'Estaing a EL PAÍS, el futuro Gobierno afrontará dos problemas: la grave situación del país y la escasa duración de su mandato, apenas dos años. Cuando los ministros empiecen a conocer el nombre de sus chóferes, Francia habrá entrado en la recta final para la elección crucial: la presidencial de 1995. Y, sin embargo, no faltan candidatos a primer ministro.

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"La derecha está a punto de recuperar el poder menos por el entusiasmo que despiertan sus líderes y su programa que por el cansancio popular de la gestión socialista", afirma Jerôme Jaffré, director de estudios del instituto de opinión Sofres. Sus diputados no van a llegar a la Asamblea Nacional a lomos de una ola de esperanza como la suscitada en EE UU por Bill Clinton, sino cabalgando la resaca de 12 años de presidencia del socialista.Aunque es consciente de ese hecho, la derecha afronta la situación con seriedad. Sus dos grandes formaciones, la gaullista Asamblea, para la República (RPR), de Jacques Chirac, y la centrista Unión para la Democracia Francesa (UDF), de Giscard, presentan candidaturas conjuntas en 497 de las 577 circunscripciones. Para el resto de los escaños en litigio, RPR y UDF presentan sus propios candidatos. Son una especie de primarias que deben decidir cuál es la fuerza de cada partido y, en consecuencia, cuál de ellas dirigirá el futuro Gobierno.

El programa de gobierno ha sido adoptado conjuntamente. Es un texto calificado de realista y moderado por la mayoría de los observadores. Deja atrás el ultraliberalismo de los años ochenta y ofrece la imagen de una derecha preocupada por el paro, la protección social y las reformas. Sus objetivos inmediatos son favorecer la creación de empleos, reducir el déficit presupuestario y tapar los agujeros de los sistemas de seguro del desempleo y pensiones de jubilación y enfermedad.

Incluye la derecha un buen paquete de privatizaciones, pero promete que el dinero así obtenido se repartirá entre la reducción del déficit y la promoción del empleo mediante la construcción de viviendas sociales. Y, según precisa Giscard, esas privatizaciones no afectarán a las empresas públicas de teléfonos, transporte y energía.

Confianza en la derecha

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No despierta la coalición RPR-UDF miedos particulares entre los franceses, ni tan siquiera los de izquierda. Como subraya el analista político Jacques Julliard, "hace ya mucho que la derecha francesa asumió como propios los tres temas que le habían enfrentado históricamente a la izquierda: la forma republicana del Estado, el laicismo y la protección social". Y en los últimos años, tanto el RPR como la UDF han rechazado de plano los cantos de sirena del ultraderechista Frente Nacional. Chirac y Giscard han encerrado a Jean-Marie Le Pen en un gueto. No quieren saber nada de él.La guerra de las derechas comenzará después de los comicios y el socialista Mitterrand seguirá en el Elíseo para atizarla. La coalición RPR-UDF es todo menos monolítica. Cada una de las dos formaciones aspira al liderazgo y esta rivalidad se convierte en mortal en el caso de sus dos líderes, Chirac y Giscard, que sólo sueñan con reemplazar a Mitterrand en el Elíseo. El mismo día en que un nuevo primer ministro tome posesión en Matignon, Chirac y Giscard comenzarán sus campañas presidenciales. El primero, según las encuestas, partirá con ventaja.

En las espaldas de Chirac y Giscard afilan los cuchillos los que piensan que uno y otro deberían dar el relevo a una nueva generación de dirigentes. Son los François Leotard, Philippe Séguin, Philippe de Villiers o Michel Noir. El propio Edouard Balladur, que dice aspirar tan sólo a ocupar en nombre de Chirac el sillón del primer ministro, puede tomarle gusto al poder si en Matignon se descubre una vocación presidencial.

La guerra no es sólo personal. El referéndum sobre Maastricht dividió profundamente a la coalición RPR-UDF. Mientras Chirac y Giscard combatieron por el sí, muchos de los suyos se alinearon tras Séguin, De Villiers y Pasqua, partidarios del no. Las diferencias de visión sobre la construcción europea son muy graves en el RPR.

También se desangrará el Gobierno RPR-UDF en el espinoso asunto de la relación con el presidente Mitterrand. Si todos sus dirigentes, militantes y votantes desean que Mitterrand se jubile ya mismo, algunos, como Chirac y Balladur, son partidarios de aceptar el mal menor de una cohabitación serena y educada. Otros, como Giscard, propugnan empujarle hacia la puerta de salida.

Giscard usa dos argumentos. El primero, público, es que la gravedad de la situación francesa no permite "el lujo" de tener un Ejecutivo bicéfalo. El segundo, privado, es que la derecha debe evitar una repetición de lo ocurrido en los ochenta: dos años en un Gobierno de cohabitación con un presidente de izquierdas seguidos de cinco años en la más total de las oposiciones. Chirac está de acuerdo en el fondo con Giscard. Pero también está convencido de que Mitterrand no regalará nada a la derecha.

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